Es la primera vez que Alec presencia un acto desinteresado entre hermanos de un mismo Clan, de donde él viene siempre se espera a que uno cometa cualquier mínimo error con el fin de destruirlo. De hecho, si algo así sucediera en una cena con su familia, cualquiera de sus hermanos estaría más que deseoso de ayudar a conseguir un resultado fatídico.
Pasando por desapercibido, el foráneo se queda observando con envidia y admiración el cuidado y la preocupación que sienten Ada y Liam por su hermano menor.
De la nada, Loïc comienza a toser fuertemente hasta que los restos de comida que obstruía su garganta salen disparados hacia delante, impactando contra el rostro de su invitado, quien se queda perplejo sin saber qué hacer o qué decir, al igual que sus hermanos mayores, creando un ambiente silencioso e incómodo en la habitación.
—Lo siento lo siento—se disculpa Loïc rápidamente, luego de tomar de un solo trago el agua que le había alcanzado Ada.
Con sus ojos bien abiertos de la impresión, el pequeño Saltamontes vacila entre estirar su cuerpo hacia él por encima de la mesa, o levantarse y darse la vuelta, pero mientras todavía sigue alargando su indecisión, los restos de la comida que quería ayudar a quitarle terminan cayendo solos por su propio peso.
Después de escuchar el claro sonido del chapoteo de los restos al caer sobre la taza de Alec, los cuatro jóvenes se miran unos a otros con cierta complicidad sin decir ni una palabra, y tras unos largos segundos agonizantes para Loïc todos comienzan a reír a carcajadas.
—Ven, te ayudaré —le dice Liam, estirando su mano hacia el rostro de Alec.
—Espera, aquí tengo un pañuelo —le dice Ada a su hermano, riendo por las muecas exageradas que hace al quitar el arroz masticado de las mejillas de su nuevo amigo, lo cual molesta en gran medida a Loïc, quien sigue algo tímido y avergonzado por lo sucedido.
Gracias a ese pequeño inconveniente, los cuatro terminan con esa rigidez e incomodidad que aún había entre ellos, dando paso a un nuevo sentimiento de amistad. Por lo que tras terminar de higienizarse, empiezan una agradable charla casual para conocerse mejor entre que esperan a que lleguen los nuevos platillos.
Todos parecen estar cómodos y entretenidos, hasta que notan el comportamiento extraño del menor, quien no deja de mirar a Alec como si hubiera descubierto algo en él, o como si sospechara de alguna otra cosa en particular.
—¿Sucede algo Loïc? ¡¿Aún tengo comida en mi rostro?! —le pregunta Alec, tanteando su faz para saber si es así.
Sin responder nada, solo se limita a mirarlo casi sin pestañear, mientras que, con sus puños firmemente cerrados y apoyados sobre la mesa, se va acercando hacia él con cierto aire de misterio.
—Alec —Llama su nombre en un tono serio, inclinando su cabeza en diferentes direcciones buscando verlo mejor.
—¿Si? —le pregunta Alec, alejando su cuerpo del pequeño que está casi encima de él.
—... ¿Por qué tus técnicas de combate son tan parecidas a las de mi hermano? ¿Quién fue tu maestro? ¿Por cuánto… —lo cuestiona sorpresivamente, mientras que sus hermanos se lo quedan mirando desconcertados, aunque en parte también tienen deseos de escuchar las respuestas.
—Permiso caballeros, señorita —se disculpa uno de los encargados, interrumpiendo el interrogatorio del pequeño Saltamontes.
El chef favorito de los niños, abre ambas puertas de la sala para que pueda entrar el plato principal, seguido de unos cuantos acompañamientos y otros platillos simples.
—Tío Ternera, no vuelvas a irte por tanto tiempo por favor —le dice Loïc, quien se queda pasmado viendo la enorme pierna que aparece detrás de su tío.
Olvidando por completo lo que estaba en su cabeza, se dispone a atacar esa exquisita carne de inmediato, haciendo que toda la atención de sus hermanos se centre en él, dado que no quieren que lo que sucedió hace un momento se repita.
—Con respecto a tu pregunta, no lo sé. No sé por qué tenemos la misma técnica Liam y yo —responde Alec, y casi sin darle importancia a lo que se le está preguntando, sigue observando la mesa detenidamente en busca de algo que le llame la atención.
—¿Pero, dónde las adquiriste? ¿Quién fue tu maestro? —repite Loïc, ansioso porque sus hermanos no le dejan comer hasta que Liam termine de cortar la pierna en pequeños trozos.
—Mmm… La mayor parte lo aprendí cuando niño, con un anciano que se hacía llamar Eden, creo —responde tras darse unos segundos para pensarlo, y luego comienza a servirse porciones de un tentador pescado relleno de verduras.
Al escuchar ese nombre que les resulta familiar a los tres hermanos, Ada y Loïc dirigen sus miradas hacia Liam, quien sorprendido deja caer su daga.
—¿Puedes describirnos a tu maestro? —pregunta Ada, al ver que su hermano mayor aún está en shock.
—¿Lo conocen? —El foráneo siente extraño que le pregunten por él, pero aún así sigue sin darle importancia, solo se centra en terminar de quitarle las espinas a su comida.
—Tal vez —responde Loïc, apuntando su mirada hacia Liam.
—Bueno… Era un señor mayor con cara de pocos amigos. Tenía todo su cabello canoso, y también era muy ágil pese a su edad… Mmm… —Se da unos segundos para pensarlo, mirando hacia el techo como si tratara de buscar entre sus memorias—. Creo que tenía un tatuaje de dragón en uno de sus brazos, pero no puedo recordar en cual.
—En su hombro izquierdo —comenta Liam, aún sin poder ver a Alec a los ojos.
—¡Si, tienes razón!—exclama Alec, luego de alternar sus brazos tratando de recordar cuál era la izquierda—. ¿Dónde lo conociste? —le pregunta sonriendo, extasiado por la casualidad.
—En el Bosque Escondido —responde Liam, levantando su mirada hacia Alec, quien va perdiendo la sonrisa que estaba en su rostro.
—¿Cuándo? —insiste, temeroso de equivocarse en su suposición.
—Hace trece años, cuando me perdí en el bosque tratando de ayudar a un niño…
—¿Pancito? —interrumpe con voz entrecortada.
—Creciste bien Panqueque —responde Liam, con lágrimas en sus ojos, emocionado por volver a ver a su travieso amigo.
Impactado, Alec deja caer sus cubiertos haciendo que estos choquen contra la porcelana, emitiendo un chirrido seco que es seguido de un denso silencio.
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