Alberto y Sofía

Sofía, se acercó a la puerta del galpón donde Elena estaba encerrada y de un empujón la abrió. Elena, que había estado sentada en un rincón pensando en su situación, se sobresaltó. Al levantar su vista la vió.

"¿Sofía?", preguntó Elena con sorpresa en su voz.

"Sí, querida. Soy yo. ¿Cómo estás?", respondió Sofía con una sonrisa sarcástica.

"Eso no importa, ¿por qué estás aquí?"

"Oh, simplemente vine a visitarte. Tú y yo tenemos una pequeña charla pendiente", respondió Sofía con un tono malicioso en su voz.

"¿Qué quieres decir?", preguntó Elena.

"Bueno, querida, como sabes, Samuel es el amor de mi vida. Si no puedo tenerlo, nadie más lo hará. Así que me alié con Alberto para matarlo, pero necesitábamos algo para atraerlo a una trampa. Y tú, querida Elena, eres nuestra carnada."

Elena se quedó en silencio por unos momentos, procesando la información. Luego, de repente, una chispa de determinación brilló en sus ojos.

"¿Y si yo te digo que te puedo ayudar a conseguir a Samuel?", dijo Elena, intentando ocultar su emoción.

"¿Qué estás diciendo?", preguntó Sofía, visiblemente sorprendida.

"Bueno, si me ayudas a escapar de aquí, yo me iría lejos, no volvería a verlo jamás. No tienes que matarlo, podemos arreglar algo", respondió Elena con cautela.

Sofía pareció considerar la oferta por un momento, pues ella de verdad queria a Samuel, simplemente se había dejado engañar por Alberto y armandose de valor asentió con la cabeza.

"Está bien, lo haré. Pero si tratas de engañarme, no dudes que te encontraré y te hare pagar", advirtió Sofía antes de alejarse y salir por la puerta.

Elena se sintió aliviada al verla irse. Sabía que estaba corriendo un gran riesgo al tratar de engañar a Sofía, pero no podía permitir que Samuel corriera peligro.

Así que Elena empezó a planear su escape, observando cuidadosamente el interior del galpón para encontrar una manera de escapar. Finalmente, notó una pila de cajas y vigas que podrían ayudarla a llegar a la pequeña ventana.

"¡Lo lograré!" se dijo Elena a sí misma. "No me detendré hasta que escape de aquí y vea que Samuel esta bien."

Con su plan en mente, Elena comenzó a mover las cajas y las vigas con cuidado, tratando de no hacer ruido y alertar a sus secuestradores.

Cuándo logro llegar a la ventana miró afuera y se dio cuenta de que estaba en la parte trasera del galpón, donde no había guardias. Con un último esfuerzo, logró abrir la ventana y como su vestido era largo lo rasgo para crear una cuerda que la ayudara a salir.

Cuando por fin toco el suelo, respiro aliviada y sin perder el tiempo salió corriendo en dirección opuesta de donde estaba el galpón.

Elena corrió por el oscuro bosque, tratando de encontrar la manera de llegar a la mansión del duque Samuel. Sabía que no podía perder tiempo si quería salvar a Samuel de las garras de Sofía.

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Samuel se levantó temprano esa mañana, ansioso por conocer al invitado que dejó la carta para él. Estaba sentado en su estudio, tratando de mantenerse ocupado mientras esperaba, cuando finalmente escuchó un golpe en la puerta. Era su mayordomo avisando que su invitado había llegado y que el nombre del caballero era Alberto.

Al oír la noticia de que Alberto era su invitado, Samuel se sintió incómodo, pero decidió enfrentarlo. Lo recibió en su estudio.

"¿Alberto?" dijo Samuel con sorpresa. "¿Qué haces aquí?"

Alberto se disculpó por su entrada abrupta y explicó que había sido desterrado del reino y no tenía a dónde ir. Luego explicó su conexión con el secuestro de Elena.

"¿Cómo pudiste hacer esto, Alberto? Te perdoné la vida en la última batalla y así me pagas", dijo Samuel con enojo.

Alberto explicó:

“Agradezco que hayas perdonado mi vida. Pero como te dije, mi rey me desterró, me culpo de la derrota. Así que no tengo nada, hable con Sofia y la persuadí para que me ayudara para secuestrar a tu esposa,”.

Samuel simplemente apretaba sus puños y lo miraba con ganas de matarlo, solo se contenía porque necesitaba saber dónde estaba Elena.

“Solo necesito dinero, y me alejare de aquí para siempre con Sofia”, dijo Alberto.

“Dime donde ésta ella, dime si está bien. Cuánto dinero necesitas, Quiero verla”, dijo Samuel un poco desesperado.

“Quiero unos de tus terrenos que están en la frontera. ¿Quieres verla?. Ven conmigo ahora mismo, si tanto deseas verla. Se que eres un hombre de palabra y una vez la veas, me darás lo que pido. Ademas así te demuestro que solo quiero dinero”. Alberto hablaba con una arrogancia disfrazada.

Samuel estaba furioso se levantó del asiento y estaba a punto de ir con él. En ese momento, Raúl entró en el estudio y se acercó a Samuel. "Necesito hablar contigo", dijo en voz baja.

"Ahora no es un buen momento, Raúl. Estoy ocupado", respondió Samuel, aun mirando a Alberto. Y volviéndose a sentar.

"Pero es importante, Samuel. Por favor, solo unos minutos", insistió Raúl.

Samuel no estaba interesado en hablar con Raúl, pero después de que Raúl lo convenció de que era importante, finalmente aceptó.

“Entonces me voy”. Dijo Alberto, pues él conocía las habilidades de Raúl y temia que si quedaba mas tiempo arruinaran su plan.

Cuando Samuel lo escucho se paralizó, quería detenerlo, pero sabía que si Raúl, le iba a decir algo seria importante, cuando finalmente iba hablar fue interrumpido por Alberto.

"Le diré a Elena que lo tienes que pensar, la pobre se pondrá triste. Pero volveré por ti mañana", dijo con una sonrisa maliciosa en los labios. Y salió de la mansión, dejando al duque hablando con Raúl.

Para sí mismo, pensó que Samuel y Raúl no tendrían forma de encontrar a Elena, por lo que le daba confianza de esperar un día más. Pero lo que Alberto no sabía era que Elena estaba haciendo planes para escapar de su cautivero.

Samuel se levantó de su asiento y se acercó a Raúl con paso decidido. "¿Qué es lo importante, Raúl? ¡Dime qué es lo importante!" le exigió con voz elevada.

"Nada, Samuel, nada es más importante que tu seguridad ", respondió Raúl con calma.

Samuel no pareció satisfecho con la respuesta y le dio un puñetazo a Raúl. Pero el hombre no lo esquivó, en cambio, aguantó el golpe sin moverse de su lugar.

Cuando Samuel se calmó un poco, Raúl continuó hablando.

"Tienes que pensar las cosas, Samuel. Te di un día más para que reúnas a todos tus hombres y puedan ir a buscar a Elena juntos. Entiendo que estás desesperado, pero tienes que pensar con cabeza fría. Considera la posibilidad de que sea una trampa", dijo Raúl en un tono conciliador.

Samuel se quedó pensativo por un momento antes de responder. "Tienes razón, Raúl. No puedo dejarme llevar por mis emociones, disculpa por el golpe. Necesito a todos mis hombres para esta misión, y no podemos arriesgarnos a caer en una trampa", admitió.

Raúl asintió en silencio, dándole a Samuel tiempo para reflexionar sobre lo que acababa de decir. Finalmente, Samuel habló de nuevo. "Pero no puedo dejar que sigan haciéndole daño a Elena. Tengo que hacer algo", dijo con determinación.

"Lo sé, Samuel. Y lo haremos. Pero necesitamos hacerlo juntos, con todos los recursos que tenemos. No podemos permitir que nos ganen en nuestro propio territorio", respondió Raúl con confianza.

Samuel asintió con la cabeza y se dejó caer de nuevo en su asiento. "Tienes razón. Tienes razón, Raúl", dijo con voz cansada.

Raúl le dio una palmada en el hombro. "Descansa un poco, Samuel. Mañana será un día largo", le aconsejó antes de salir de la habitación.

Samuel se quedó allí, pensando en las palabras de Raúl. Sabía que tenía que pensar con cabeza fría si quería encontrar a Elena y ponerla a salvo. Pero al mismo tiempo, no podía dejar de lado su determinación de hacer lo que fuera necesario para rescatarla, pues se sentia perdido sin ella, jamás pensó que la extrañaría tanto.

Mientras tanto, Elena corría sin detenerse, con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta. Quería alejarse lo más rápido posible de aquel lugar. Después de varias horas, llegó a un río, y decidió detenerse para descansar un poco. Se sentó en una piedra y comenzó a llorar. De repente, escuchó unos pasos acercándose. Se asustó y se escondió detrás de una roca cercana.

¿Quién está ahí? - preguntó una voz juvenil.

Elena se asomó tímidamente y vio a un joven de unos quince años, de cabello oscuro y ojos verdes.

Estaba sorprendido al ver a una mujer escondida detrás de una piedra.

“¿Qué haces ahí?, ¿estás bien? Preguntó.

Elena negó con la cabeza, el joven le insistió que saliera. Pero Elena no se movía.

“Vamos no te voy hacer daño “dijo con una brillante sonrisa.

Al final Elena salió y le conto al joven lo que le estaba sucediendo. Y el decidió ayudarla.

Mi casa está cerca de aquí - dijo el joven - Ven conmigo, te puedo ayudar.

Elena aceptó la oferta y lo siguió hasta su casa.

Allí, encontró a una anciana enferma, pero aun así, ambos la ayudaron a descansar y a recuperarse un poco.

Elena agradeció la hospitalidad, pero insistió en que debía regresar a la ciudad lo antes posible.

El joven estaba preocupado, pero aun así le ofreció su caballo, Elena lo aceptó y el joven le dio instrucciones de cómo llegar a donde quería ir. Agradecida, partió hacia la mansión.

Después de varias horas de viaje, Elena llegó a la mansión.

Entró a la casa y se encontró con el mayordomo, quien rápidamente subio a la alcoba de Samuel.

Cuando éste escucho que Elena se encontraba en la sala de estar, salió corriendo y cuando se vieron, Samuel corrió hacia ella y la abrazó fuertemente.

¡Elena! - dijo Samuel, con lágrimas en los ojos - ¿Estás bien?

Sí, Samuel- respondió Elena, con una sonrisa leve.

Te amo, Elena - dijo Samuel, abrazándola fuertemente.

Elena se separó de Samuel y le dio un pequeño beso en los labios y mirándolo a los ojos dijo

"Me alegro que estés bien", y se desmayó en sus brazos. Samuel la sostuvo la miró con preocupación mientras la llevaba a su habitación y llamaba al médico.

En su rostro, había una mezcla de alegría y preocupación. Ahora, más que nunca, estaba decidido hacer pagar a Alberto y a Sofia por lo que le habían hecho a su amada Elena.

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