No podía creer que estaba en mi puerta. Su mirada me dejó petrificada. Alberto estaba con una cara de odio que sus expresiones parecían que le iban a estallar la cara.
- ¿Qué haces en mi casa?
- Necesito hablar contigo.
- Ya te dije que prefería venderle el alma al diablo que venderte mi propiedad.
- No se trata de eso.
- Entonces, ¿qué puta madre quieres conmigo?
- Cuida tu boca, bastardita. A mí nadie me habla así.
En ese momento, agarró mi cuello y me tiró sobre la pared del recibidor. Golpeó mi nuca con la muralla. Un grito de dolor se escapó de mi boca. En ese momento, pensé que me iba a morir. No podía respirar. Con lo poderoso que era Alberto, podía matarme y nadie me iba a encontrar jamás.
- Suelta me, desgraciado.
- ¿Por qué debes responderme de manera tan insolente, Sofía?
En ese momento, sus ojos grises se posaron en los míos y me besó de una forma brutal. De la cual traté de safarme, pero fui débil y no resistí más. Me dejé llevar por ese odio y pasión contenidas por 8 años. ¿Qué diablos pasaba conmigo? Tenía en frente al hombre que me hizo pedazos por dentro, desnudándome como si fuera su ramera de turno. A veces, las mujeres somos unas masoquistas. Sabemos que el lobo nos quiere comer, pero nos entregamos como ovejas indefensas. Pero no podía resistir a ese calor que emanaba de mi cuerpo. Sentía su lengua en mis pezones y mientras mi entrepierna pedía a gritos que me poseyera. Cuando estábamos completamente desnudos, nos dejamos llevar por esa sed de beber de esa agua del placer. Desde mi primera vez, no sentía esto. Para ser sincera, esta era mi segunda vez con un hombre después de mi primera vez con Alberto. Nunca quise nada más con los hombres. En el fondo, era una especie de estúpida fidelidad que le guardaba. Cuando terminaron esas embestidas y se fue dentro de mi feminidad, terminamos tendidos en el suelo exhaustos por ese momento íntimo. Todo estaba en silencio hasta que de su boca salieron palabras que retumbaron como una explosión en mi cabeza.
- Se me había olvidado lo ardiente que eras, Sofía. Sabes, si te portas bien conmigo así como ahora, podrás gozar libremente de la pequeña fortuna que te dejó mi padre en su testamento.
- ¿De qué estás hablando?
- Llevo casi un mes buscándote. Hoy caíste como anillo al dedo en mi oficina. Desde la muerte de mi padre, los Remington no hemos podido tomar posesión de la herencia que nos dejó porque necesitamos a Sofía Ventura para leer el testamento. Supongo que te dejo un poco de dinero para compensar los años de placer que le dio la zorrita de Alondra. Por complacerlo, tuvo que dejarte con tu abuela.
- Yo no quiero nada que venga de ustedes. Firmaré los papeles necesarios para no tener nada que ver contigo ni tu familia.
- Jugando a la mártir inocente que no rompe un plato, como si ese papel no hubiese sido interpretado por ti hace algún tiempo atrás. La dulce y angelical niña que conocí en un club, pasada de tragos porque su amiga la llevó a celebrar sus 18 años. Que se ofreció como en una subasta al hijo del hombre que mantenía a la zorra de su madre. ¿No tienes idea de lo que dices? ¿Qué sabes tú lo que sucedió? Tú no tuviste que pagar las consecuencias después de esa noche.
- ¿Segura soporte 7 meses tus llamados insistentes de niña pequeña? ¿Cómo era que decías llorando por teléfono "Alberto, por favor, necesito tu ayuda"? ¿Querías que me casara contigo, niña? Por favor, cuando despertamos esa mañana y nos sorprendió mi papá y tu madre al ver el escándalo que armaba tu madre gritando que estábamos cometiendo un error que era antinatural lo que hacíamos, me quedó muy claro qué clase de plan tenían ustedes dos para chantajearme y que me casara contigo.
- Eres un patán. Sal de mi casa y de mi vida. Aquí el único que tenía un plan eras tú. Querías vengarte porque mi madre tuvo una relación con tu padre. Mi madre me explicó lo que pretendías y aquí solo perdí yo.
- ¿Si por eso me seguiste acosando?
- Yo solo quería... (dije entre lágrimas).
- Sacarme todo el dinero posible. Ya veo lo astuta que eres. Me hiciste caer otra vez en tu trampa. Mañana mismo te mandaré la píldora. Jamás tendría un hijo con una mujer tan baja como tú.
"Esas palabras terminaron de romperme como cristal. No dije nada, solo me paré y corrí a mi habitación para encerrarme y esperar a que se fuera. Me tapé la boca para que no sintiera mi llanto y mis ganas de gritar. Maldito Alberto, maldita vida, maldita mi madre por destruir un hogar y yo tener que pagar las consecuencias de sus actos. Después de un rato, sentí un portazo. Salí para mirar y todo estaba en silencio. Él se había ido otra vez, llevándose mi dignidad y las últimas fuerzas que tenía para seguir mi vida. En la soledad de mi casa, grité y lloré de la misma forma que esa mañana cuando acababa de enterrar lo más hermoso que me dio la vida: mi hija Alexia."
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Comments
Patricia Salazar
Porqué te dejaste utilizar 🤦♀️ otra vez 😔
Un poco de amor propio 🤷♀️ sería bueno
ni el sabe que estuviste embarazada 🤰 y perdiste a tu hija 🙈
2025-02-09
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Aida Silva Gomez
aja pero ya dale que por lo menos te gusto,, ahora sí pregunta y solución mami que llorar sabemos todos
2024-09-19
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Bella Maldonado Beltran
ese alberto es un imbecil , o sea ella tubo una hija de ese bastardo .
2024-06-01
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