Hasta que la muerte nos separe

Habían transcurrido 1 mes desde los acontecimientos en mi casa y el bufete de abogados. Mi madre había sido trasladada a un hospital de Houston, Texas, cuando se enteró de mi boda con Alberto. Renegó de mí y me dijo las peores cosas que una madre le podría decir a su hija. Para ella, mi relación con Alberto era la peor aberración del mundo. Maldijo a los hijos que tendríamos y les deseó el mismo final que mi Alexia. A pesar de todo eso, es mi madre y entiendo que no supere lo que sucedió hace unos años atrás. Estaré al pendiente de su tratamiento porque solo espero que viva para conocer a sus nietos.

Era la noche de mi despedida de soltera. Mañana, cerca del mediodía, se realizaría en la capilla de Ocean Drive aquí en Miami mi boda con Alberto. Vera y Charlotte, quienes al principio se mostraron reticentes a la hora de conocer mi decisión, les costó días asimilar la noticia de mi boda con Alberto, la cual era el principal tema de farándula internacional y revistas de chismes. Ludmila se encargó de filtrar una historia sobre nosotros para los medios. Alberto se casaba con Sofía, su novia desde hace 8 años. Para los medios, Alberto siempre fue el soltero solitario y todos creyeron que no era visto con mujeres porque solo tenía ojos para su bella Sofía, quien se mantuvo en el anonimato porque no quería salir en revistas, pero que siempre, desde las sombras, estuvo en un idilio con Alberto Remington (o la bestia de los negocios inmobiliarios). Alberto siempre se preocupó de que las mujeres que pasaron por su cama firmaran acuerdos de confidencialidad, así se ahorraba chantajes y escándalos cuando las terminaba. Por eso, para los medios, saber de la futura señora Remington, la tregua estaba intacta. Teníamos que fingir ser una pareja de enamorados reales. Debíamos salir a diferentes lugares, ser fotografiados juntos o besándonos. Todo era un caos total.

-No es justo que deba ser pareja de ese idiota del mambo -tangó Charlotte-. Es el mejor amigo de Alberto y su padrino.

-Char, por favor, ¿quién no daría miles de dólares por tener que pasar horas con ese bombón? Lo siento, son las hormonas - exclamó Vera.

Todas reímos. Decidimos pasar la noche en mi casa, las tres en una despedida íntima. Ludmila no pudo venir por estar ultimando detalles, así que había tequila para dos chicas que llevaban 20 años siendo las mejores amigas (Vera tenía casi 6 meses de embarazo). Cerca de la medianoche, estábamos completamente ebrias cantando karaoke. En eso, tocan a la puerta y siento una voz familiar que dice:

- Shhhhh, Tango. Tengo que hablar con mi Sofi antes de casarnos. Déjame decirle cuánto la amo y que me rompió el corazón y pedirle que sea mi mujer por siempre, no por 5 años. Me muero sin ella.

- Bebo, tu vieja se va a enojar porque estamos aquí.

- Chicos, Vera me va a matar si sabe que bebí.

- Amigo, no te conocemos, pero ya te quiero - exclamó Alberto y besó su frente.

- Albertooooo, ¿qué te trae por mi casa? - pregunté completamente ebria.

- Sofí, necesito decirte algo importante. Para que no se me olvide, lo anoté en esta servilleta. Yo, Alberto, y tú, Sofía, nos amaremos por siempre.

- Ahhhhhhhh - grité casi dejándolos sordos - ¡qué bonitoooooo! - y salté en forma de koala para besarlo. Alberto puso las manos en mis nalgas y se dio cuenta de que se me veían las bragas por culpa de mi vestido corto.

- Juro que si le siguen mirando las nalgas a mi mujer, los golpearé.

- Bebo, tú sabes que me gusta la amiga rubia de tu vieja.

- Pasemos a la casa. En mi embriaguez, grito: ¡chicas, llegaron los stripper! - a lo que Tango empieza a quitarse la ropa, mirando a Charlotte cómo diciéndole "ven, nena, por mí".

Todos miramos esa escena, mientras él bailaba en boxer y Charlotte le tiraba billetes como si fuera un show privado. En eso, miro a Vera grabando todo y mandando los vídeos al grupo de WhatsApp. Alberto pasó su mano por mi espalda y comenzó a tocarme el trasero. El alcohol y el deseo por él me hicieron tomarle la mano y llevarlo a mi habitación. Ahí nos empezamos a besar, apoyada sobre el tocador de mi habitación con Alberto atrás. Este levantó mi vestido y me hizo a un lado mi tanga. Me introdujo su miembro erecto. Terminamos demasiado agotados. Me limpié en mi baño. Alberto hizo lo mismo. Después de un rato, regresamos a ver cómo iba mi despedida de soltera. La música seguía a todo volumen, pero Vera y su esposo ya no estaban. Tango y Charlotte estaban en mi otra habitación. Me imagino en qué. Sabía que había algo entre esos dos. Lo supe cuando llegué a mi prueba del vestido y vi cómo Char se bajaba de la camioneta de Tango arreglando su ropa. No se dieron cuenta de que yo los estaba observando, así que decidí no preguntar nada hasta hoy que ya no pueden negar su relación.

-¿En qué piensas? ¿En qué mañana a esta hora estaremos volando a Santorini?

-No, jajajaja. ¿En qué Charlotte ya no podrá negar que ella y Tango están juntos?

-Lo sabía desde que fui a su departamento y ella me abrió la puerta usando una camisa de Tango. Lo hizo pensando que era la comida a domicilio.

-¿Quééééé? ¡No puedo creerlo! Jajajaja -dije mientras ponía la tetera y preparaba café.

-Estoy cansado, me voy a dormir. Gracias por el café. Por cierto, mañana pediré que me recojan a las 8.

-En un segundo voy a dormir.

Dejé las cosas en el fregadero, apagué la luz y me dirigí a dormir con mi futuro esposo, ya que mañana sería un día importante, quizás el día más tortuoso de mi vida: sería al mediodía oficialmente la señora Sofía Remington.

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