…🚨🚨 ATENCIÓN: capítulo para mayores de 18 años escenas fuertes. Leer bajo su discreción 🚨🚨…
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—Hecho. No sé por qué te dejo, pero hecho —dijo ella, tartamudeando las frases y con más dudas que certezas, ya que en la mirada de él había una orden inscrita y era que no debía negarse.
— ¡Idiota, soy idiota! —pensó, pero no lo podía evitar.
—Voy a disfrutar esto —respondió mientras pensaba.
Tomándola de la cintura, la levantó y degustó nuevamente de su boca mientras la llevaba al baño y, sin bajarla al piso, le dio la vuelta en el aire y la puso de cara al espejo, con sus piernas abiertas sobre la encimera.
Le arrancó las tiras que cubrían su secreto y se las guardó en un bolsillo mientras Sonia respiraba muy rápido, casi jadeando. Abrió el agua caliente y la fría y usó una toalla que tenía cerca. Con su mano enjabonada, lavó su secreto depilado haciendo espuma, torturando alrededor de su punto de placer, haciéndola, ahora sí, sofocarse y agarrarse de sus bíceps.
Lo estaba disfrutando el bastardo y ella se estaba quemando. No podían ser tan ásperos sus dedos como tampoco lo suave de sus caricias. Él presionó su centro. Esto era una deliciosa tortura que se las iba a cobrar. Pero en otro momento, porque la acababa de matar, así sin más.
Poniendo la boca sobre su cuello, él le dio una serie de besos, además de un mordisco que dejaría marca, y terminó de enjuagarla diciéndole al oído con voz sensual y ronca:
—Tu turno para lavarme, preciosa.
Y ella no lo hizo esperar.
Tras ponerla en pie, ella comenzó su juego. Le bajó los pantalones y se llevó una grata sorpresa al darse cuenta de que no llevaba ropa interior. Eso le facilitaba muchas cosas y la ponía más caliente. Tomó su ya firme miembro y se dio un festín con ese pedazo, nada despreciable, de carne que sostenía en sus manos. Él gimió mientras ella lo acercaba a la pequeña pileta y le lavaba las pelotas suavemente buscando hacer suficiente espuma y ponerlo más firme, cosa que notó enseguida cuando lo lavó con suaves y rítmicos movimientos. Ahora era su turno de sufrir. Le pasó el jabón y luego, con su dedo índice y pulgar, hizo espuma sobre su ya densa y púrpura cabeza. El miembro entero vibraba de necesidad.
—Lávame. Deja de jugar —exigió él, con la orden escondida “No fue una petición”.
—Pero me estoy divirtiendo —pensó para sí mientras la enjuagaba, porque a decir verdad, ella tampoco podía más.
Él puso un punto final. Se dio vuelta, la tomó por la cintura y alzándola sobre la suya hasta llevarla a la cama donde la tiró, le abrió sus muslos, y como gran dueño y señor, degusto con ambrosía su foco de dicha. Marcaba suaves círculos alrededor del pico secreto, torturándolo sin llevarlo a la boca, tan solo acariciándolo. Luego subía y bajaba por los labios y pliegues, tomándolos con sus labios de vez en cuando y mordiéndolos suavemente. Volvió a pasar su lengua por su pico una vez más antes de mamarlo con fuerza, pero evitando que llegara a culminar, disfrutando de la esencia de su crema nata y deliciosa, que emanaba como afluente. Ella rogó desesperada. Se desabrochó la pollera y, como pudo, se la sacó por la cabeza, quedando solo con las medias de ligas y los zapatos. Era como el más sabroso de los vinos y allí, en esa tierra, vino es lo que sobraba.
Engarzó el dedo medio, doblándolo y así tocar su punto cúspide y comenzando un desquiciador movimiento de entrada y salida, mientras ella rogaba y suplicaba desesperada que le diera más.
— ¿Qué tengo que decir para que me des uno más?—dijo Sonia jadeando.
—Señor, ¿me daría, por favor, uno más? —respondió él con un tono medio burlón, evitando rozarse su miembro con el borde de la cama, que ya estaba al borde del colapso.
—Señor, ¿me daría por favor uno más? —dijo ahora gruñendo un quejido y arrastrando las letras. Necesitaba más, pero no sabía qué.
—Mejor te doy esto —respondió sonriendo, pero con una lujuria que quemaba sus ojos.
Sin permiso ni perdón, se incorporó entre sus piernas y la traspasó de un solo golpe. Entre su saliva y los jugos de ella, estaba más que lista. Estaba prieta y con sus músculos internos lo apretaba aún más fuerte, ¿cómo hacía eso?
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