—Es cierto, es un dolor de huevos como el que me dejó —dijo Joshua señalando su single, pero con sarcasmo.
—Deja de ser gilipollas y agradece que no morimos ahogados. Ese río es bravo en aguas arriba y no perdona.–Adam Wesson, era uno de los más temidos francotiradores de toda la Marina y una reciente incorporación a este equipo, pero conoció bastante bien este tramo del río y lo apoyó cuando se oponía a cruzarlo a nado.
—O envenenados por esos árboles y enredaderas de aquí. —Intervino Maison “Doc” Hudson, que era el médico del equipo y especialista en recuperación y rescate, mientras raspaba un huesito para sacar lo último de la carne.
—Además de excelente cocinera y experta peladora, gracias a ese “lindo” cuchillo, —dijo con sarcasmo mientras bajaba la voz y enfatizaba su siguiente pregunta —ni un pedacito de cuero le dejó al pobre cordero. Ahora… ¿Cómo sería si fuesen uno de ustedes los que se encontrara bajo ese filo? Por eso, ellas desaparecen al finalizar el traslado y tú, Gunn, serás el encargado —dijo Jonathan Willson, comandante del grupo, señalando al Seal para que asintiera, pero este no lo hizo.
Después de un duro debate, en el que los ocho hombres estaban de acuerdo, su comandante a regañadientes, acepto su derrota y Steven dijo:
—Déjalas vivir. ¿Quién puede creer a dos niñas que pasaron por aquí? Además, ninguno quiere mancharse las manos con sangre de dos verdaderas inocentes.
Solo que Steven, en ese momento, no sabía que una de ellas, había perdido su inocencia ni bien había nacido.
En un claro de la isla, detrás de unos robles petisos en crecimiento, donde se formaba una pequeña laguna alimentada por el mismo río; la Flaca y la Moro, se bañaban y jugaban a tirarse agua bajo la luz de la luna. Mientras tanto eran vigiladas por Kellian, y hablaban tan bajo que no lograba escuchar lo que decían, además de que afianzó su pensamiento de ser un pervertido.
Steven y los demás se prepararon para avanzar sin creer en el dicho de las enramadas. Hasta que las vieron de cerca y sus feas espinas, que no prometían nada bueno.
En la oscuridad se escuchó un silbido, muy característico en la región, y ellos lo escucharon, sabiendo lo que significaba.
—Silbido —dijo Jonathan tocando la Glock que llevaba en su pecho del lado izquierdo.
— ¿Dónde estás? —dijo Steven en español, disfrutando del asombro de la Flaca.
—A pues, si habla español el Gringo —dijeron al unísono la Flaca y Noel, de forma burlona.
—Claro, si no… ¿Cómo hago negocios?–respondió con un tono burlón.
—Acá, detrás de ustedes. Pero si van por ahí, tendrán que parar por un hospital porque el árbol que están tocando es un chauchero negro y esas espinas rojo punzó matan en 40 minutos —dijo La Flaca apuntando con un machete acerado, a las espaldas de los hombres.
—Y tú, ¿cómo sabes sobre esas espinas? —dijo Norman en spanglish, volviendo a guardar su Glock.
—Porque vio morir a un primo mío, mientras mis brazos lo sujetaron porque convulsionaba por el veneno. El cuerpo se le hinchó y sangró por los oídos, ojos y boca —respondió Noel con lágrimas en sus ojos y la Flaca sosteniendo su mano derecha.
— ¿Dudas? —Dijo con bronca por las lágrimas de Noel, señalándolo con el machete y luego girándolo a su izquierda—. Entonces en marcha, por este lado. Porque tengo que hacerlos desaparecer antes del amanecer. Hoy llega mi tío y los dueños de las dos casas, si los encuentran voy a estar en problemas.
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