…🚨🚨 ATENCIÓN: capítulo para mayores de 18 años. Leer bajo su discreción 🚨🚨…
¡Maldita Flaca! Nunca debió hablar medio borracho, pero entre risas y tragos desnudó el alma, sus miedos, fantasías y gustos tras el teléfono aquella noche en que una misión salió muy mal.
Pero eso no importaba ahora, iba a disfrutar. ¡Desgraciadas ambas, una y mil veces! Pensó.
Observó, cuando se agachó para sacarle los zapatos, y el color turquesa suave de su colaless con detalles de tiras. Le había confesado a la Flaca que ese era el color que más lo atraía en una mujer. Esas tiras estaban listas para ser arrancadas ya fuera con los dientes o con las manos. Gimió sobre su vientre totalmente depilado y apenas cubierto por ese pedacito de trapo. Ella iba a ser su muerte, pero primero mataría a La Flaca. Mejor dicho, primero lo haría con Sonia, terminaría la misión y por último mataría a la Flaca. Pero primero, lo primero.
Tomando los brazos de Sonia, los llevó hacia arriba sobre su cabeza y le dijo en inglés, mirándola a los ojos con el fuego del deseo y muy en serio:
—Si llegas a decir cualquier putada, te juro que te amordazo. No quiero palabras de mierda—.
—No sé qué dijiste, así que solo tómame y terminemos con esto. No me gusta tu mirada— murmuró entrecortadamente Sonia.
—¿Por qué?— preguntó él en español mientras soplaba sobre uno de sus picos que sobresalían de la musculosa y del fino corpiño.
—Porque me mojo y nunca me pasa con otros. Ya terminá, basta— gritó tirando su cabeza hacia atrás y a la derecha en forma sumisa, lo que a él le encantó.
—Pero si acabo de empezar y torturarte va a ser delicioso— dijo llevándose a su boca un poco de piel del hombro y dando un fuerte chupón para luego bajar a su pecho.
Se agarró de los picos de sus pechos sobre la fina tela de la musculosa y el corpiño, comenzando su terrible juego con ellos. Los sorbía, los mordía y comenzaba de vuelta en el otro pecho. Con la mano que sostenía su pelo, lo soltó y bajándola por su costado mientras acariciaba su cuello y clavícula, agarró y bajó ambas prendas a la vez y la vista de esos montículos lo hizo relamerse. Estuvo así un rato muy largo y ella ya no sabía cómo arquearse. En realidad, no sabía si echarlo o pedirle más. Lo último seguro, y porque casi se corre, era que disfrutaba mucho de esa boca, cuando él soltó su pico izquierdo y se dirigió por su vientre hacia abajo. Esto no estaba bien, nada bien. Ella era una profesional con experiencia y su cuerpo no debería reaccionar así con un cliente, porque eso era ese Adonis superalimentado y trabajado.
¿Era un cliente o su mayor fantasía?
“Cliente, cliente, cliente”, trataba de convencer a su cerebro. Pero no estaba funcionando, ya que su vientre lloraba pasión a más no poder y sus pechos recién atendidos se hinchaban y pedían “más lengua por favor” a su fantasía.
Cuando se acercó a su ombligo, ella lo tomó de la cara y se la levantó.
—No dejó que me hagan el oral —dijo gimiendo.
— ¿Por qué? —suspiró mientras jugaba con la lengua en su ombligo.
—Yo no conozco al cliente, no sé qué peste tiene encima y por eso le digo que no. Yo te hago una mamada si me dejas lavarte —tratando de convencerlo para que no bajara y viera las marcas que sabía que se hallaban allí.
—Y yo quiero comer de tu secreto, y me dejarás lavarte. Lo he anhelado por largo tiempo —Ya era tarde, su olor lo había puesto loco y ahora quería su sabor.
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