—En serio… ¿Un problema mayor que nosotros? —dijo Norman en inglés mirando a sus compañeros y comandante con una sonrisa sarcástica.
—Perder dos mil dólares por cuidar las casas —dijo Noel, tratando de que la sonrisa volviera al rostro.
—Shit. ¿Two thousand dollars? —dijo Adam, sabiendo que allí era mucho.
Ni Noel, ni los hombres del Team’s, sabían que en realidad ella cobraría veinte mil dólares, por cada uno de los visitantes a los que debía “atender”.
—Sí… y no quiero pasar el año con penas por culpa de ustedes. Así que muevan sus culos porque ya es tarde y el amanecer llega —dijo la Flaca mientras montaba un bayo y arrastraba otro junto a un tercero negro que montaba Noel —Gringo, vos y dos más irán primeros en el viaje, luego venimos por el resto y el último en 20 minutos. Estén listos.
Dijo señalando al este y el camino arenoso, por eso viajarían a caballo.
Así se hizo el primer tramo del viaje, Steven a espalda de La Flaca, Adam en el segundo y Norman en el tercer caballo. El segundo viaje trajo consigo al comandante, Maison y Lorenzo.
Para el último quedaron Kellian, Joshua y el equipo del team. La Flaca lo hizo al trote, aunque para montar no usaba silla, lo hacía en gurupa surera.
Allí estaba Joshua, que montaba tras La Flaca, y se vio en los ojos de ambos que algo pasó en ese viaje, demostrándolo por la forma en que desmontó. Huy, eso debió doler, Pensó Steven. Clavando sus pequeños pies en las patas delanteras, haciendo que el caballo corcoveara hacia adelante, La Flaca desmontó, haciendo que un desprevenido Joshua cayese de culo al suelo, nuevamente. Dolorido se levantó con una mirada fría y asesina. La Flaca lo agarró de los huevos y en un susurro le dijo en castellano:
—Gracias por eso. Lástima que soy menor de edad y no te gustaría meterte en problemas. Mejor ándate y recordá eso solo como lo que fue, un agradecimiento —le dijo sonriendo acariciándole el ya sobresaturado escroto.
—Tómalo como una promesa para cuando seas mayor —Joshua respondió en un perfecto español— porque volveré a cobrarme esto y la zurra que te voy a dar, no te va a gustar —dijo mientras la acercaba a su cuerpo.
—Palabras, palabras, palabras —dijo La Flaca mientras gesticulaba con su mano la que había soltado de su entrepierna.
—No querida… promesas. —Le agarró el pelo tirando de su cabeza hacia atrás y la besó como solo un hombre hambriento lo hace.
—Par de tortolitos, ¿pueden soltarse? El bote se tiene que ir —dijo Steven en español, con tono cínico y con una sonrisa escondida.
—Steven… silencio —dijo Norman en inglés, pensando que el más duro de todos ellos había caído al fin y nada más que por una cosita diminuta y suave. Pero que él, pudo ver años de madurez escondidos en esa cara adolescente.
—Mierda. —Justo cuando Joshua separó su boca, de lo que hubiera sido la revancha, ese sabor era suyo y de nadie más, se dijo el leopardo cazador.
Soltándose de ese cálido agarre, sintiendo un tierno calor y un anhelo que ella no entendía en su supuesto muerto corazón, la Flaca corrió hacia donde se fuera el caballo. Joshua se sentía un pervertido, pero no lo lamentaba.
Steven muchos años después entiendo eso y aún le carcomía recordarlo.
—Noel, vamos. Tu hermano dio la alarma. —Los tambores de la batucada de la Comparsa Tupinamba sonaban en el aire.
—Joder —dijo Joshua pasándose la mano por la cabeza.
— ¿Qué alarma? —preguntó Jonathan tocando la culata de su Glock.
—Los ruidos de surdones avisan que mi tío llegó al otro lado de la costa. Se adelantó seis horas. Adiós a todos y buena suerte —dijo ella en inglés.
—Adiós Kellian. Saludos, gentlemans —dijo en español Noel compartiendo una mirada con Kellian que no pasó desapercibida para el grupo.
Al galope Noel y ella se perdieron en la enramada de la isla.
La Flaca se enamoró de Joshua y Noel del colorado Kellian.
Norman y Steven lo vieron. Solo dos años después, uno de estos hombres volvería sobre los pasos de la Flaca para robarle el corazón y destrozar parte de su futuro, mientras el otro volvería tres años después.
Mentirle a la Flaca sobre la supuesta muerte de Joshua dolió más que la mierda, se dijo mil y una veces Steven, pero era lo mejor. O al menos, había querido convencerse de ello en aquel momento, pero nunca lo logró y lo dejó de intentar la última vez que la vio, cuatro años después.
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