Dicho esto; soltó a Joshua tirándolo hacia atrás, haciendo que cayese de culo. Sonriéndose de espaldas al equipo, pero ante su vista se levantó como pudo al Gringo y lo llevó cerca del fuego, haciendo que se desnudara, cambiara de ropa y se sentara alrededor del fuego. Le recomendó no sacarse el cuero de vaca que había envuelto alrededor de su pierna, ya que con la pasta que le colocó le haría recobrar los movimientos de su pierna en dos horas y luego de una cena que estaba preparada para otras personas. Les aseguró que después los llevarían al otro lado de la isla y así llegarían al Uruguay.
Esta actitud, tanto de Joshua como la respuesta de La Flaca, pusieron de muy mal carácter a su comandante que quería un cruce limpio y sin testigos, pero que fue todo lo contrario. Esa noche que había prometido ser larga, con hambre y con un dolor de mierda impresionante; sin embargo, dio un giro de 180 grados y ninguna promesa se cumplió. A los 45 minutos el dolor había mermado, La Flaca apareció con unas ensaladas de arroz blanco con remolacha y choclo, además de otra que era una ensalada rusa y destapó ante los ojos de todos, medio cordero que estaba asando a las brasas, bajo hojas de eucalipto redondo. Los estómagos de los ocho hombres rugieron al unísono cuando vieron el manjar y Kellian no pudo contener su comentario, hablando en inglés, dijo:
—Y eso, ¿quién lo carneo? —dijo señalando el fuego, la parrilla y su contenido.
—Ella —respondió Noel mientras repartía unas tablas de madera para que cada uno se sirviera comida.
—Eso no puede ser verdad —dijo Kellian asombrado, observando la mano con el cuchillo que cortaba los pedazos de carne y se los acercaba a los hombres con gran destreza y habilidad.
—Lo que digas y quieras creer, colorado —respondió Noel en español, sonriéndole y dándole una mirada de “te reto a desafiarla”.
Ninguno de los hombres creía lo que sus ojos veían. Ella no media mucho más que su amiga: 1,60 m, aparte de no pesar más de 53 kg (y era mucho para sus quince años).¿Cómo mierda había hecho eso entonces? Ese bicho en el fuego debía pesar al menos 35 kilos y todo lo estaba haciendo sola. Además de que sabía magnífico.
La Flaca le dijo al Gringo que iría junto a Noel a bañarse y volverían, que no se adentraran porque la iban a pasar feo.
Él no le creyó y todos ellos hablaron en inglés mientras comían.
—Le vuelves a poner una mano encima y te mato, quiero seguir comiendo esta delicia —dijo Steven mientras se llevaba un pedazo de cordero a la boca.
—Coincido muchacho, esto está delicioso —dijo Lorenzo Kevin McMirrow, otro de los seis, especialista en comunicaciones y técnico en informática, mientras masticaba.
—Pero no la redime —dijo Joshua con una media sonrisa, oliendo el aroma de la carne bien condimentada y asada a punto.
—No jodas —dijo Norman Smith especialista en explosivos, que lo miró como mandándolo al infierno, mientras no paraba de masticar para hablar.
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