Las horas pasaban mientras Acuá estaba sumergida en sus pensamientos, preguntándose si su padre estaría bien o preocupado por ella.
Ian le había explicado a Acuá cómo caminar, pero siempre parecía perder un poco el equilibrio. No se acostumbraba a la sensación de estar parada caminando. Porque siempre estaba sentada mirando a Ian, algo aburrida, le preguntó: —¿Qué haces? ¿Qué son esos objetos?
Ian estaba tratando de ponerse al día con su trabajo. A pesar de que no estaba con los chicos, no podía quedarse atrás con su proyecto. —Lo siento, es mi trabajo. Me tiene muy ocupado —dijo Ian algo estresado. Curiosa, Acuá le preguntó: —¿Pareces algo estresado? ¿No te gusta tu trabajo?
—No es que no me guste, es un gran proyecto y una gran responsabilidad. —Ian le contó que estaba investigando el mito de la ninfa Anfitrite. Le fascinaba la historia de la joven que se convirtió en una diosa del mar.
Acuá lo observaba con cariño en su mirada. Ahora entendía por qué le agradaba tanto Ian. Su curiosidad y sus ganas de conocer lo desconocido parecían llamarle la atención a Acuá. —Yo puedo contarte todo sobre la ninfa Anfitrite y la historia de las sirenas —dijo Acuá orgullosa de sus raíces. Ian, sorprendido por la curiosidad de saber que Acuá y él tenían mucho más en común de lo que parecía, le preguntó: —¿Sabes mucho sobre esta isla y su historia? —dijo Ian intrigado por lo extraña, pero fascinante que le resultaba Acuá.
—Esta isla es el lugar donde nació la ninfa Anfitrite. Ella era humana hasta que se enamoró de nuestro dios Poseidón. Desde ese momento, la diosa protege la isla del mar —dijo Acuá concentrada en su relato. —Así que la reina fue humana. Ahora entiendo por qué hay tantas estatuas de ella en toda la isla —dijo Ian intrigado por el relato de Acuá. Se sorprendía de que ella supiera tanto sobre la diosa. Le parecían ser partes del mismo mundo.
—Ella protege esta isla de cualquier catástrofe que pueda ocurrir en el mar. El rey Tritón tiene un carácter muy temperamental. Suele enojarse demasiado. El océano puede ser un sitio aterrador cuando el mar está agresivo —dijo Acuá sin darse cuenta de que estaba revelando más de lo necesario. —Así que el rey Tritón… ¿eso no es mitología griega? ¿O realmente existe ese tal rey que tanto nombran los aldeanos? —dijo Ian intentando averiguar lo que sabía Acuá. Sin saber qué decir, la joven se quedó callada. Sabía que no podía poner en riesgo a su gente
—Solo son suposiciones, nadie sabe si existe o no —dijo Acuá nerviosa evitando la mirada intrigante de Ian. Ian tenía el presentimiento de que Acuá sabía más de lo que le contaba, pero no quería forzarla o hacerla sentir incómoda. —¿Quieres que te cuente lo que hago en mi trabajo? —dijo Ian enseñándole su investigación sobre los distintos peces y corales que había en sus imágenes. La joven sorprendida observaba las distintas criaturas preguntándose cómo era que sus amigos se quedaron atrapados en una fotografía.
Ian notó su preocupación y le explicó a la joven: —Estas son fotografías, son capturas del momento y sirven para recordar con detalles un recuerdo que sea importante —dijo Ian mientras le enseñaba una cámara. La joven no podía creer que se podían hacer este tipo de cosas. Sorprendida por el avance de los humanos, pensaba que también podían hacer magia.
—Es súper mágico, los humanos también tienen poderes —dijo Acuá observando la fotografía con mucha atención. A Ian le parecía gracioso la inocencia de Acuá, sentía que estaba hablando con un niño pequeño. De la nada, sus labios comenzaron a formar una sonrisa. Hacía mucho tiempo que nadie lo hacía reír de ese modo. Acuá lo observó y comenzó a sonreírle a Ian con complicidad.
—Eres muy graciosa Acuá, tu inocencia no tiene límites —le dijo mientras sacaba un mechón de pelo de su cara. Acuá comenzó a sonrojarse mientras Ian tocaba su mejilla. En ese instante, Ian le tomó una foto a Acuá. Sorprendida, Acuá se asustó y se resbaló; pero Ian la atrapó con sus brazos fuertes y la sentó en sus piernas.
Acuá no podía contener los latidos de su corazón y sus mejillas comenzaron a ponerse rojas. No paraba de mirar a Ian. Podía sentir su respiración y el latido de su corazón. Parecía que ambos les pasaba lo mismo. Ian intentó actuar como si nada, ignorando el momento en que estaba tan cerca de ella. Parecía tranquilo mientras pasaba su tiempo con ella. Hacía que se sintiera cómoda y feliz. —Mira, saliste muy hermosa en esta foto —dijo Ian mientras observaba la foto con cariño. También notó lo roja que estaba Acuá por su cercanía. No podía contener su alegría cuando estaba con ella.
Acuá observaba la foto un poco sorprendida de verse a sí misma. —No puedo creer que esté en este papel. Así me dijiste que se llama —dijo Acuá feliz de que estaba aprendiendo a su ritmo. Él la miraba con ternura y le respondió: —Claro que sí, aprendes rápido Acuá. Estoy orgulloso de ti —le dijo con una sonrisa en su cara. —Bueno, debo prepararme. Tengo que ir a ver a mis compañeros. Ya te lo había mencionado antes —dijo Ian algo triste por tener que dejar sola a Acuá en su casa. —Puedo ir contigo. Me gustaría ir a la playa. Extraño sentir el agua sobre mis pies —dijo Acuá extrañando su hogar.
Ian dudó, pero decidió que podía acompañarla, pero que debían ir a su barco luego. La joven asintió emocionada por volver a ver su hogar. Los jóvenes llegaron al puerto que se encontraba justo al lado de la playa. La joven decidió salir corriendo emocionada por tocar de nuevo sus pies el agua. Pero se sintió como un pez fuera del agua. Una sensación de angustia llenó su cara. Parecía que le faltaba el aire, como si nunca pudiera volver a su hogar.
Comenzó a llorar desconsoladamente, pero en vez de lágrimas comenzaron a brotar perlas de sus ojos. Ian observó a la joven algo preocupado y no se dio cuenta de que sus lágrimas parecían brotar pequeñas perlas. —¿Estás bien, Acuá? Pareces triste de repente —dijo Ian preocupado al verla triste. Decidió abrazarla tratando de consolarla. Acuá decidió no apartarlo y permitir su cálido abrazo que siempre hacía sentirla en paz; aunque fuera por unos instantes, intentando ocultar sus perlas que salían de sus ojos.
—Vamos a mi barco, seguro la brisa del viento te hará sentir mejor —dijo Ian con un gesto tranquilizador, tocando su cabello para observarla a los ojos. Acuá no podía apartar sus ojos de él y observó cómo una perla caía sobre su mejilla. Acuá se dio cuenta y tiró de su mejilla para quitarle la lágrima a la arena.
Ian se dio cuenta y decidió no darle importancia. Con un gesto, tomó la mano de Acuá para invitarla a seguirlo. En ese momento, Carlos y Albert estaban jugando al póker mientras disfrutaban de la brisa del mar. Ambos notaron la presencia de Ian y observaron que no venía solo. —Ian, no me esperaba que vinieras con invitada —dijo Albert algo sorprendido por la belleza de la joven.
—Veo que alguien no perdió el tiempo durante su ausencia —dijo Carlos con una risa sarcástica. Acuá los observaba algo asustada por su presencia y decidió ocultarse detrás de Ian. Él notó la incomodidad de la joven y con un gesto le dijo que todo iba a estar bien con una sonrisa tranquilizadora. Sus amigos miraban el gesto que tenía su amigo y se miraron comprendiendo la situación.
—¿Es tu nueva novia, Ian? ¿Por qué no nos la habías presentado? —dijo Carlos con intriga hacia la joven. —Claro que no —dijo Ian evitando la mirada de Carlos. Sin mucha convicción, Carlos se dio cuenta de que sentía un apego hacia la chica. —No me la voy a comer, Ian. ¿Por qué eres tan protector con la chica? —dijo Carlos intentando acercarse a la chica. Ian, con una mirada de hielo, le pidió que no se acercara a ella de ese modo porque la estaba asustando. Albert le dio un golpe a Carlos para que la joven se sintiera más a gusto.
—No le hagas caso a este sinvergüenza. A veces puede ser muy molesto —dijo Albert intentando animar a la chica. Acuá miró a Albert, que parecía más amigable que Carlos. —Hola, mi nombre es Acuá. Es un placer conocerte —dijo Acuá amigablemente. —Es una joven encantadora, Ian. Hola, Acuá, mi nombre es Albert. Dime si necesitas que le dé otra lección al idiota de Carlos —dijo Albert sonriéndole a la joven. Un poco adolorido, Carlos miró a Albert con desagrado.
—Hola, mi nombre es Carlos. Siento haberte asustado —dijo Carlos un poco adolorido y lamentando su comportamiento. Acuá asintió y aceptó sus disculpas y le dijo: —No hay problema, solo me sorprendí un poco. Ian y sus compañeros comenzaron a hablar mientras Acuá observaba el mar, preguntándose si algún día podría volver a ver a su padre y amigos. De pronto, un delfín se acercó y observó a Acuá, quien lo reconoció al instante. —¿Qué haces con los humanos, joven Acuá? —dijo el delfín algo curioso de verla.
Susurrando, Acuá le dijo: “Estoy bajo un hechizo. Creo que alguien quiso hacerle daño a la princesa, pero terminé bebiendo por error algo extraño que me convirtió en una humana” —dijo Acuá analizando su situación. El delfín parecía entender la situación. —Estás muy lejos de casa. Tu padre se enfermó al saber que habías desaparecido. Todo el reino habla de tu desaparición. Acuá se dio cuenta y comenzó a angustiarse al saber que su padre estaba enfermo. Comenzó a llorar. El delfín podía ver la tristeza en sus ojos. —Toma esta concha de mar —dijo el delfín intentando animar a Acuá.
La joven lo atrapó y la observó recordándole su hogar. —La guardaré siempre. Que la vea me recordará el mar y pensaré que estoy más cerca de regresar al océano —dijo Acuá sosteniéndola como si se tratase de un tesoro. Lo que ella no sabía era que esa concha de mar era mucho más misteriosa de lo que parecía. Pertenecía a las profundidades del mar.
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Comments
conNY
Ayyy, que tierna, piensa que sus amigos peces fueron capturados en papel
2025-03-19
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