El Secreto del corazón del Mar y Origen de Todo Capitulo 11 Parte 8

En la oscuridad de las profundidades, en el reino de la luz y la oscuridad albergaba a una princesa llamada Galatea que, a diferencia de los relatos maquiavélicos, era un ser pacífico, solitario e independiente. Se diferenciaba de las brujas del mar que solo tenían seis tentáculos, pues las cecaelias tenían ocho. Muchas criaturas marinas creían que eran iguales a las brujas y por eso no se acercaban demasiado.

La princesa tenía el cabello rubio y los ojos celestes, y una figura con tentáculos blancos que cubrían su cuerpo. Era tan inteligente como hermosa, meticulosa, alegre y algo obstinada. Tenía magia blanca capaz de purificar y curar enfermedades marinas. Era un don poco común que protegía demasiado, ya que nunca sabía cuándo su pueblo necesitaría su poder.

El rey Balder era un rey de paz y de luz que buscaba la armonía y la utopía para su reino. Las cecaelias o celaelios eran seres que tenían una maldición: podían ser corrompidos por su propio poder y, una vez que se contaminaban con la magia negra, tenían que renunciar a dos de sus tentáculos y se convertían en seres malvados llamados brujas o brujos del mar. Era un ritual en el que renunciaban a la luz e incluso la oscuridad se apoderaba de su mente. Eran demasiado peligrosos.

Pero todo esto había ocurrido porque el hermano de Balder había creado la maldición. Fue expulsado pero, cuando desapareció, creó el reino de la oscuridad. Estos dos reinos estaban enfrentados y por eso los rumores habían perjudicado la reputación de las cecaelias, que las confundían con brujas y hechiceros del mar.

Hoor era el hermano corrompido por la oscuridad y tuvo un hijo: el príncipe de la oscuridad Ulises.

Bentesicime viajó al reino sin escolta como el aventurero y rebelde que era. Lo que no sabía es que se encontraría con Galatea, quien deambulaba por la ciudad.

Él la observaba con fascinación y le resultaba atractiva y peculiar. No podía perder la oportunidad de acercarse a ella.

Lo que él no sabía es que Galatea tenía un sentido especial por ser un pulpo y podía detectar cuando alguien intentaba acercarse.

—Ni se te ocurra acercarte, forastero. Si lo haces, sufrirás las consecuencias—respondió ella con seriedad.

—Hacía mucho que nadie me retaba a un desafío. ¿Realmente vas a ser descortés con el príncipe de Atlántida? ¿Así reciben a los que vienen en paz?

La joven lo observó con cautela, pues no entendía por qué un príncipe de otro reino vendría de la nada a su reino. Sabía que tenía que tratarlo con precaución.

—¿Qué hace un príncipe sin su escolta real? ¿No sabes que es peligroso venir a un reino sin protección?

—No necesito protección. Sé cuidarme solo. Soy un aventurero. Por alguna razón, el comentario de la joven lo hizo reír por primera vez al joven príncipe.

—¿Qué quieres en mi reino? ¿Cuál es el propósito de tu visita?

—¿Mi propósito? Creo que es obvio. Me tomé unas vacaciones y me gustaría explorar otros alrededores.

—Quieres poseer mi reino—dijo la joven en un tono autoritario al semidiós que parecía divertirse con sus palabras.

—Podrías relajarte. Vengo en son de paz. ¿Podrías dejar de desafiar a un humilde forastero?

—No sé si debería confiar en un extraño como tú—se acercó al joven apuntándole con un cuchillo.

—Qué princesa obstinada. No me esperaba menos de ti.

Bentesicime se acercó como si no tuviera miedo de nada y la aprisionó contra un muro.

—Tiburón que nada no muerde—le dijo a la joven, quien se ruborizó por el movimiento arriesgado.

—Aléjate. No te me acerques. Eres molesto, tritón de aguas blancas.

—Jajaja—bentesicime se reía. Se sentía cómodo con su carácter fuerte.

—Eres muy tierna, incluso cuando te enojas.

La joven se alejó de él torpemente mientras se dirigía al castillo.

—Hija mía, ¿qué haces ahí afuera? Pareces algo molesta. ¿Qué es lo que te altera?

—Llegó un invitado inoportuno, padre. ¡Es molesto y egocéntrico! ¿Quién se cree que es?

—Parece que te ha cautivado más bien. Estás roja como un tomate, hija mía.

—Claro que no. ¿Cómo podría sentirme atraída por un extraño como él?

—Quiero conocer al joven que ha cautivado el corazón frío de mi hija.

—Guardias, busquen a ese joven forastero. Quiero conocerlo.

—Padre, por favor, no lo hagas—respondió nerviosa. No podía ocultar su rostro que se ponía cada vez más rojo.

—Ay, mi dulce púlpito blanco. Siempre tan obstinada.

Como se lo había ordenado el rey, trajeron a Bentesicime ante él. El rey parecía amigable y cálido, muy diferente a su padre que siempre parecía despreciarlo.

—Bienvenido a mi reino de la luz y la oscuridad. Tenía mucha curiosidad por conocer al joven que se atrevió a intimidar a mi dulce hija.

—Disculpe, su majestad. No tenía la intención de ser tan descortés, pero verá que tiene una hija muy hermosa. Su belleza ha cautivado mi frío corazón.

Galatea se quedó sorprendida por las palabras del dios, quien no dejaba de mirarla ni un instante. El rey podía ver la atracción que ambos sentían y se sintió muy feliz de ver que su joven hija tenía los mismos sentimientos.

—Así que eres el príncipe de Atlántida. Es bueno tener aliados cerca, sobre todo ahora que mi reino corre peligro. Ya estaba buscando pronto un aliado que me ayude.

Bentesicime podía entender a qué se refería. Sentía que era una gran oportunidad de mostrar su valía al rey, quien tenía grandes expectativas en el joven.

—Haré lo que sea para ayudarlo, mi soberano. Pídamelo y será un placer mostrar mi devoción a su reino.

El rey estaba satisfecho por las palabras del joven tritón y por eso llamó con la mirada a su hija, que parecía un poco distante.

—Mi hija te enseñará el reino. Seguramente pueden tener más en común de lo que parece.

—Si mi padre me lo pide, no me queda otra opción. Asegúrate de seguirme el paso.

Una sonrisa comenzó a formarse en la cara del tritón, quien se sentía cómodo y confiado como nunca antes.

Ambos nadaron por la ciudad que parecía oscura como la noche, pero el poder de las luces lo hacía parecer menos tenebroso y más alegre.

Nunca se hubiera imaginado estar en un reino tan diferente pero tan parecido. Compartían similitudes.

La gente lo observaba con desconfianza pero con curiosidad porque tenía cola.

—Parece que llamo la atención demasiado por aquí—dijo mientras miraba la misteriosa ciudad.

—Nunca habían visto a un tritón en sus vidas. Incluso es nuevo para mí. Pensé que serían menos egocéntricos. No pensaba que se creerían superiores al resto de las criaturas.

—Lo que oigo es un elogio de tu parte. No me creo superior. Siempre he sido la mantarraya negra de la familia.

—Puedo notarlo por qué. Tienes un carácter fuerte. Puedo notar que sufriste demasiado. Es como si trataras de ocultar tu lado frágil a los demás con tu carácter agresivo.

Él la miró con un brillo en los ojos. Era la primera persona que se había dado cuenta de la profunda oscuridad en su corazón. Quizás era porque ella era un ser de luz.

La joven le sonrió con una cálida mirada por primera vez desde su encuentro.

—Parece que no te caigo tan mal como parecía—respondió irónicamente Bentesicime a la joven.

Ambos sonrieron como si hubiera complicidad. Ella era capaz de ver lo mejor de él, incluso si él no se daba cuenta.

Sentía que podía ser un buen tritón mientras ella viera lo mejor de él.

—Es la primera vez que me siento así de cómodo. Quizás la oscuridad no sea un mal lugar después de todo. Este reino tiene su encanto.

—Me alegra que pienses eso. No muchos ven el mundo como tú. Los otros peces y otras criaturas suelen tenernos miedo.

—Son unos idiotas. No saben lo que se pierden. Este lugar es fantástico. Siento que podría quedarme aquí para siempre.

Ambos charlaron en una montaña marina donde veían al reino que, a distancia, parecía pequeño pero calmado.

La joven lo observó mientras Bentesicime se quedaba dormido en sus piernas de pulpo.

La joven comenzó a tararear una canción.

—Oscuro cuando no hay refugio en tu corazón,

la esperanza es la luz que te alumbrará.

Cuando no sientas rumbo en tu camino…

No temas, mi amor. Aquí estoy para alumbrarte de cualquier temor.

Brilla la alegría en tu sonrisa y tu corazón…

Bentesicime había encontrado por primera vez un lugar seguro y tranquilo donde se sentía como en casa. Durante los años, nunca se había tomado un descanso. Siempre estaba agotado y preocupado, sin rumbo. Hasta que conoció a Galatea, quien era pura y sincera. Veía lo mejor de él.

Al regresar al castillo, Bentesicime no quería alejarse de ella y por eso la besó apasionadamente hasta despedirse en la puerta de su cuarto.

La joven lo miró con ternura y cariño, correspondiendo a su beso.

Sin saberlo, en la oscuridad de su cuarto alguien la observaba. Era su primo Ulises.

Él estaba obsesionado con la joven. Sus ojos eran profundos y llenos de codicia. Quería tenerla a ella a toda costa. Su padre y él tenían el deseo de apoderarse del reino de la luz y la única forma de hacerlo era secuestrando a la única princesa del reino, la única heredera, la última de su linaje.

Quería casarse con ella a la fuerza, sin importar los deseos de la joven, quien dormía plácidamente en su cama mientras él la observaba por la ventana de su habitación.

Bentesicime observó algo extraño en el cuarto de la joven y por eso decidió acercarse.

—¿Quién eres tú y qué haces en la ventana?—respondió seriamente al joven pulpo.

—Deberías tener cuidado, joven tritón. Estás frente al heredero de la corona del reino oscuro.

—¿Por qué el príncipe de la oscuridad vendría a mirar a su joven prima dormir? ¿Qué tramas?

Ulises mostró su desagrado de que lo hubieran atrapado en su intento de secuestro.

—¿Acaso no puedo ver a mi querida primita? Sabes que nosotros estamos comprometidos desde nuestro nacimiento. Dudo que lo puedas comprender.

—Estás enfermo, ¿verdad? El reino oscuro tiene prohibido acercarse aquí. Deberías volver a donde perteneces.

—Lo mismo debería decir de ti, forastero. O mejor dicho, príncipe marginado. Jajaja. Sé todo sobre ti. Me pregunto qué pensará mi tío si le cuento la verdad.

—¿Qué sabes sobre mí? Atrévete a decir algo y yo mismo me desharé de ti.

—No me subestimes a mí, Bentesicime. Eres el hijo invisible del reino. No eres diferente a mí. ¿O acaso crees que por mi tío te aceptó? ¿Tienes algún derecho de ser parte de aquí?

—Te equivocas. Eres y siempre serás un bueno para nada.

Bentesicime no pudo contener su ira y sacó su espada.

—No solo perderás más de dos tentáculos. Acabaré contigo.

El ruido hizo despertar a la joven que dormía plácidamente, sale a ver de dónde provenía el ruido.

—¿Qué sucede aquí? ¿Ulises? ¿Bentesicime? ¿Qué haces aquí peleando?

Ambos estaban agotados pero aun así miraron a Galetea quien parecía preocupada por Bentesicime.

En ese momento Ulises aprovecha esa ocasión para hacer daño a Bentesicime quien se había desconcentrado de la pelea, mientras observaba a Galetea.

—¡Cuidado! Bentesicime, asustada, se acerca para detener la pelea, pero en vano. El tritón se había hecho daño en el brazo y había comenzado a sangrar.

—Entonces mira a Ulises con odio en sus ojos y, con uno de sus tentáculos, lo toma del cuello a Ulises.

—¡Cómo te atreves a hacerle daño! Acabaré contigo, maldito ser de la oscuridad.

—Adoro ver tu cara de disgusto y odio hacia mí, Galatea. Eso solo demuestra tu triste destino. —El oráculo no se equivocó. Pronto te convertirás en la reina de la destrucción. Espero el día en el que acudas a mí. —dijo Ulises sarcásticamente, disfrutando del dolor que le provocaba a Galatea.

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