El misterio de las Pascuas Especial History

Todo comienza cuando Ian le cuenta a su amiga sobre el misterio de este evento especial: la elección del elemento mágico de la joven diosa del cielo.

Cuenta la leyenda que cada 100 años, una diosa llamada Artemisa podía elegir su poder entre los cuatro elementos: fuego, agua, aire y tierra. Artemisa era la diosa de la naturaleza y la caza, y podía comunicarse con los diferentes animales.

Un día, mientras paseaba por los prados del bosque, vio a un inofensivo conejo que llevaba comida en su boca. Lo observó por días y se dio cuenta de que era muy sensible a los ruidos y que cualquier sonido lo ponía en alerta. Por lo general, solo salía de la madriguera en busca de comida para sus crías.

Artemisa admiró el valor de la naturaleza y el amor de una madre que era capaz de dar su vida por traerle un pedazo de comida a sus hijos. También vio a otros animales con mayor altura, como zorros y osos, que parecían hambrientos por devorar al conejito que parecía inofensivo ante las amenazas del bosque.

Artemisa sintió una conexión especial con el conejo y decidió elegir el elemento tierra como su poder, para protegerlo y cuidarlo. Así nació la magia de la diosa del cielo y el conejo de la tierra.

La joven diosa amaba la naturaleza y las adorables criaturas que vivían en ella. Decidió que el conejo sería su animal espiritual y tomó su forma para recordarle al mundo entero que lo que parece inofensivo puede tener un gran valor y fuerza de supervivencia, la agilidad y el ingenio que hacían incapaz de atraparla. Ella guió a los diferentes conejos a un lugar seguro donde lo llamó Colina Pascual. Sería un sitio mágico donde habitarían estos seres. Les regaló unos dones mágicos: la capacidad de transformar su cuerpo en mitad animal mitad humano, conservando sus orejas y su cola como símbolo y recordatorio de la transformación; y el poder de transformar con sus pies la tierra en hierbas medicinales o vegetales.

El tiempo pasó y la comunidad creció enormemente. Los humanos adoraban a los conejos del bosque y protegían a este animal tan curioso, ya que la diosa como los humanos les tenían aprecio. Eran muy buenos recolectando plantas y verduras. Cuando los pueblos carecían de alimentos, los conejos tenían abundancia de alimentos para su invernación. Sabían que si un conejo estaba cerca significaba que había una buena cosecha, ya que traían la suerte en sus patas.

Había un conejo muy particular al que llamaban el Conejo de la Pascua, ya que pertenecía a la Colina donde los conejos repartían alimentos en una canasta de paja a la gente más necesitada.

Era una labor que ejercían para mostrarle respeto a la diosa artemisa por darles tal poder y dones decidieron ser buenos con los humanos. Ofrecerles alimentos cuando ellos no podían proporcionárselos. Este animal místico se convirtió en leyenda un evento ceremonial para dar homenaje al Conejo de pascua. Por su dedicación y devoción a los humanos.

—No puedo creer que exista una leyenda tan hermosa e incluso mágica —dijo Acuá emocionada de escuchar tan maravillosa historia.

—Es tan magnífica y mágica como tú, cuando apareciste en mi vida con tus hermosos ojos y esa bella sonrisa —contestó Ian mientras sacaba un mechón de su cabello de la mejilla.

—Espero también experimentar la Pascua. ¿Alguna vez viste a ese tal conejo? Me gustaría conocerlo —dijo Acuá muy curiosa por conocer los animales terrestres, ya que toda su vida había conocido a peces, delfines, ballenas y un sinfín de criaturas marinas.

—Este año en la isla harán una gran fiesta donde compartiremos alimentos a lugares carenciados donde la comida no llega. ¿Crees que el conejo de pascua se acuerde de ellos y les dé comida? —dijo con una inocencia y alegría en su cara.

—La idea es ayudar a la comunidad como lo hace el conejo de pascua —contestó Ian pensando en una forma de motivar a la gente.

Una sonrisa salió de los ojos de la joven quien estaba emocionada por conocer a esa criatura. Ian no quería romper las ilusiones de Acuá por lo que no le dijo que ese conejo era solo un mito.

—Iré a buscar al conejo de pascua. Le diré que mucha gente necesita de su ayuda. La cosecha lo necesita. La lluvia destruyó muchos de los alimentos. Se perdieron —dijo Acuá pensando en una manera de atraer al conejo pero le resultaba difícil, ya que no sabía cómo empezar.

—Ian al escuchar su entusiasmo le dijo que traería a una comunidad que se dedica a hacer obras de caridad para ayudar a la gente que había perdido su cosecha en la inundación.

Acuá se preguntaba si podría ayudar a otros como lo hacía Ian. La admiración y el cariño que le tenía la impulsaban a tener confianza en este mundo tan misterioso como curioso llamado tierra.

Pensó que para atraer al conejo de pascua debía comenzar sabiendo qué era lo que les gustaba más comer a los conejos. Mientras tanto, Ian buscaba la forma de comunicarse con una ONG que se dedicaba a ayudar a gente que lo necesitaba.

—Será una gran idea apoyar a una isla donde los recursos son escasos. Tiene mucho que aportar esta isla. Yo conocí a la gente de este lugar, su cultura, sus playas, el océano. Es mi vida ayudar a esta comunidad de aldeanos. No saben lo increíble que es este sitio, la amabilidad y la calidad de personas que forman esta comunidad —contaba Ian mientras hacía una videollamada internacional mostrando sus antiguas fotos y recuerdos de la isla, donde había fotos del esfuerzo de la gente y videos.

Muchos miraban y pensaban si invertir su precioso dinero en caridad para que la isla prosperara. Acuá lo miraba a Ian y podía ver su dedicación. Cuanto más lo observaba, sabía que sus sentimientos podían ser más que una simple admiración, sino que sus sentimientos eran reales.

Acuá con su tablet buscaba información sobre la alimentación o alguna clase de ritual o algún rumor relacionado con el conejo de pascua. Le llamó la curiosidad que se decía que cerca de la isla había un bosque misterioso donde el suelo se convertía en fértil y había muchos vegetales, pero que era difícil llegar, ya que había un río muy difícil de cruzar.

Acuá creyó que era su oportunidad de tener su primera aventura en el mundo humano y decidió salir de la casa de Ian e ir al bosque sin saber los peligros que corría. Ian estaba tan concentrado que no se dio cuenta de que Acuá se había ido sola sin avisarle.

La isla en sí siempre fue un lugar peligroso, demasiado grande para que una persona se quisiera hacer la heroína. Había tanta tierra como mar y bosque, hasta un bosque donde habitaban criaturas sobrenaturales como las hadas y los duendes.

En su búsqueda, Acuá vio aquel lago donde parecía el agua fluir por la cascada. Un paso en falso y podía caer al acantilado. Pero lo que ellos no sabían era que ella conocía el agua como ninguna otra criatura de la tierra. Decidió nadar hacia el lado contrario para intentar llegar al otro extremo de la isla. Muchos animales y hadas del bosque admiraron al instante a la joven humana. Nunca habían visto a un humano con esa determinación, ya que no muchos se atrevían a cruzar el bosque.

El bosque no solo era un lugar donde muchos no se atrevían a atravesar, sino que también tenía un portal hacia otro mundo oculto a través de la cascada. Solo un ser sobrenatural podía cruzar aquel portal. Sin darse cuenta, Acuá terminó en el bosque mágico donde conectaban distintas partes del mundo mágico.

Al ver el sitio, se sorprendió al notar que no estaba en el mismo bosque que estaba buscando.

—Bienvenida al bosque encantado, sitio de las criaturas mágicas. ¿Con quién tengo el gusto de conocer? —dijo la diosa protectora de la naturaleza Deméter.

—Disculpe por interrumpir en su bosque. Estoy buscando a una criatura mágica llamada Conejo de Pascua. Soy Acuá, mucho gusto.

—Oh, te refieres a Tom. Él es una criatura cambiaformas que se dedica a ayudar a los humanos.

—Lo conoce. Qué alegría. Quería que me ayudara a encontrarlo. La isla necesita su ayuda.

—Lamento decepcionarte, pero solo una criatura mística puede atravesar el próximo portal que lleva a la Colina Pascual y tú solo eres una humana.

—Pero no soy una humana. Soy una sirena de Atlántida. ¿Conoce al rey Tritón? Él es mi soberano. Por un hechizo terminé convertida en humana, pero conservo mi voz mágica —dijo Acuá.

—Deméter comprendió al instante de quién se trataba. ¿Te refieres al semidiós de las profundidades del océano?

—Pero puedo ver que has perdido tu cola de pez. ¿Has hecho algún trato a cambio de piernas? —dijo la diosa intrigada por la joven.

—¿Quién sería tan idiota de renunciar a su vida como un ser místico por una vida como un ser mortal? —dijo una de las hadas del jardín.

—Quise experimentar la vida en la tierra. Amo a mi hogar, pero también quería conocer el mundo a través de estos pies, como dicen los humanos. Además, conocí a un humano que me ha ayudado mucho en este camino. No sé qué haría si él no estuviera en mi vida. Creo que es el amor de mi vida —respondió Acuá mientras recordaba a su amado.

La diosa se dio cuenta de la determinación de la joven que le recordaba mucho a la de su hija cuando decidió dejar su vida para convertirse en esposa del dios del inframundo.

—Comprendo. Es tu destino y tu elección. Camina hacia el siguiente portal. Te llevará directamente al lugar que deseas llegar —dijo la diosa de primavera.

La joven le agradeció a la diosa y caminó hacia el portal mientras se desvanecía del bosque.

Ian había terminado de convencer a los miembros de una empresa de que aceptaran colaborar. En ese instante se dio cuenta de que Acuá había desaparecido. Su alegría se desvaneció al observar su tableta en una noticia: “El bosque misterioso de la isla”. Al darse cuenta de que corría peligro y que se había metido en una zona prohibida de la isla, fue a su encuentro y preparó su equipo necesario para la búsqueda.

Al llegar vio que era imposible cruzar el río y que si lo intentaba podría morir ahogado por la inmensa cascada.

Las criaturas del bosque les parecía muy extraño ver a otro humano el mismo día. Muchos se preguntaban si tendría el valor o el mismo coraje que tuvo la sirena. Ian estaba determinado a encontrarla sin importar si moría intentándolo.

La diosa de naturaleza miraba con intriga como todas las demás criaturas del bosque. A pesar de que no podían ser vistas por los humanos, si ellas lo deseaban podían manifestarse en el plano físico.

El joven se le ocurrió usar un gancho para apuntar a un árbol y tratar de llegar al otro lado del bosque.

—¿Acuá, dónde estás? —gritó desesperado mientras comenzaba a buscar a Acuá por los distintos árboles y arbustos del lugar.

Las horas pasaban y no había señales de Acuá, quien parecía haberse desvanecido como el viento de la lluvia. El mal clima y la lluvia hacían más difícil la labor de encontrarla. Porque cuanto más te vas adentrando en el bosque, más difícil es salir de él.

—¿Qué deberíamos hacer? Si se adentra aún más en el bosque podría terminar herido o perdido —dijo el hada del jardín mostrando su miedo por el bosque.

—Es muy peligroso. Hay demasiados depredadores sueltos. La manada de hombres lobos está al norte de la montaña —dijo un elfo que observaba el panorama de la situación.

—¿Qué hacemos, diosa Deméter? —dijeron las pequeñas criaturas.

—No podemos alterar el equilibrio del mundo. Está prohibido cualquier acercamiento con los mortales.

—Pero si no hacemos nada el joven morirá devorado por los lobos de la montaña.

—Si es su destino morir no puedo detenerlo.

—Pero Acuá estará preocupada si le pasa algo a su amado humano —dijeron las hadas del bosque.

—Ocurrieron muchas historias terribles en el Olimpo. Los mortales también tienen un destino inminente lleno de peligros.

La joven llegó a la colina donde todos se sorprendieron por la inesperada visita de un humano.

—Veo que me estabas buscando —dijo el viejo conejo algo cansado de caminar de un lado a otro.

—Así que la leyenda era cierta. Sí existes —dijo Acuá maravillada mientras observaba su cola y orejas que parecían supersuaves.

—¿A qué debo tu visita, joven sirena? Estuve esperando mucho tiempo este encuentro.

—Es por la isla. Muchos aldeanos fueron perjudicados. La tormenta destruyó toda la cosecha. Esperaba que usted les diera un regalo para este festival.

—Veo que crees en mí con determinación y que muchos esperan que cumpla mi promesa.

—Ten seguridad de que esta noche llegaré a tu isla y daré mis cultivos a tu comunidad.

—Debes estar orgullosa de tu viaje. No muchos se atreven a llegar a este valle. Pero he visto tu valor y determinación, cómo pensabas en los demás antes que en tu propia seguridad. Eso solo demuestra tu valentía y bondad.

La joven abrazó al viejo conejo con alegría por sus palabras.

Al regresar al bosque encantado, todos se ponen muy nerviosos y desesperados. Le cuentan sobre el joven que vieron en el bosque.

Acuá se da cuenta de su imprudencia y de que puso en riesgo a Ian. Piensa en lo desesperado que debe estar al no saber nada de ella y decide salir a buscarlo.

—¿Acuá, dónde estás? Si te pasó algo, no me lo perdonaré por el resto de mi vida. Aún no te he podido decir lo mucho que me importas. No hemos hecho suficientes recuerdos juntos —decía Ian mientras su piel comenzaba a tornarse pálida por el frío de la noche y la tormenta.

La sirena comenzó a cantar para que escuchara su voz.

—No importa la distancia si estás tú conmigo. Puedo superar cualquier dificultad. Me inspiras a soñar con mil aventuras fuera del mar. Mi corazón ya sabía que eras parte de mi vida. El destino nos unió para estar juntos, mi amor. Sin miedo a amar, yo te abrí mi corazón. Como esos ojos que me miran cada vez que estoy con vos. Mi debilidad es no ser capaz de amarte a distancia. Nuestra distancia solo hace querer compartir aún más momentos. Mi amor por siempre te pertenece a ti.

En ese instante, Acuá encuentra a Ian al lado de una cueva, pálido por el frío.

—Lo siento. Debí haberte avisado. Por mi culpa estás sufriendo —dijo Acuá conteniendo sus lágrimas que se deslizaban por sus ojos.

El joven tosió y miró a Acuá.

—Saber que estás a salvo calma mi corazón. Pero no llores. Yo estoy bien —intentó sonreírle para tratar de tranquilizarla.

En vano, Acuá comenzó a llorar desconsoladamente. Ian para ella había sido su salvador. Desde el primer momento que la encontró en la playa, ella sabía que sus sentimientos no eran solo de gratitud, sino de amor.

—Ian, por favor, despierta. Abre los ojos. No me dejes. No sé qué haría sin ti. Eres mi compañero, mi admiración. ¡No te rindas, por favor! No quiero perderte. No sin saber que te amo —dijo Acuá desconsolada mientras abrazaba a Ian.

El dios del fuego sintió el lamento de la joven por lo que decidió aparecer y darle una llama de su poder.

—Tu amor por el joven mortal me ha conmovido. Por eso les daré una llama de calor para protegerse de la tormenta. Procura cuidar al amor de tu vida porque no sabes cuándo puede desaparecer —dijo el dios con una mirada de melancolía y tristeza mientras se desvanecía.

—Lo haré. Nunca olvidaré su amable ayuda —dijo Acuá. Ian parecía haberse quedado dormido, pero su piel ya parecía recobrar su color natural.

Esa noche, Acuá cuidó a Ian y recordó todo lo que había hecho por ella. Tenía el mismo gesto que él había tenido con ella. Pensó en lo afortunada que era de haber conocido a Ian, que siempre había estado para ella.

En ese instante, Acuá besó su frente como mostrando su cariño y afecto. Algo inconsciente, Ian miró a Acuá que lo cuidaba y se sintió en paz al lado de ella.

Al día siguiente, Ian había recuperado su energía por lo que decidieron regresar a la casa. Acuá estaba pendiente de Ian en todo momento para que se recuperara.

—¿Cómo te sientes, Ian? Me siento muy culpable al verte puesto en peligro. Pensé que te iba a perder para siempre.

—Por favor, no pensemos en lo peor. Ya estoy casi recuperado. Podremos ir al festival pascual —dijo Ian mientras se ponía de pie.

—¿Pudiste encontrar lo que buscabas al final? —preguntó Ian con intriga, sin forzar nada. Sabía que Acuá tenía sus secretos, pero mientras viera su sonrisa era feliz.

—Encontré lo que buscaba. Siempre estuvo aquí —contestó Acuá mirando a Ian con una sonrisa como si el mundo no importara. Solo quería que Ian estuviera a salvo.

Acuá no sabía que Ian había pedido un hermoso vestido otoñal para llevarla a la fiesta de la cosecha.

—Hoy es el gran día. ¿Estás lista para pasar la mejor Pascua de tu vida?

—Claro, Ian. Solo si es contigo sé que podría ir a cualquier parte del mundo —dijo Acuá dedicándole una feliz sonrisa.

Ian estaba emocionado por las palabras. No sabía si era la emoción del momento o su encuentro con la muerte lo que lo hizo atesorar cada momento que pasaba con Acuá.

El joven sacó una caja y le enseñó un hermoso vestido tradicional con pedrería de perlas.

La joven se emocionó. No esperaba que una sorpresa de Ian fuera tan bonita. Era como si hubieran pensado en todo para sorprenderla.

Cuando llegó el gran día, Acuá se preguntaba si el viejo conejo había cumplido su promesa. Solo le tocaba confiar en sus palabras.

El festival estaba lleno de periodistas interesados por la isla y por entrevistar a Ian, que había sido quien hizo posible que el evento se hiciera este año. Ian se subió al escenario para dar unas palabras.

—No estoy seguro si estaría aquí parado esta noche. Quiero agradecer a una joven muy valiente y curiosa que no solo me sorprende cada día con su determinación y coraje, sino que me inspira a ser una persona más noble y buena como lo es ella.

Acuá no podía contener sus lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. Sabía que él era el amor de su vida, aunque era pronto para expresárselo.

Uno de los aldeanos se acercó a la joven y le dio las gracias a Acuá porque resulta que todos por la noche habían encontrado cestos de comida en sus puertas.

Parecía ser que el conejo había cumplido la fiel promesa, dejándole una carta que decía que todo era gracias a una joven muy especial: Acuá.

Todo el pueblo se inclinó y le dio una flor a la joven como agradecimiento.

La emoción hizo que la joven comenzara a llorar agradeciéndole a todos.

La fiesta había comenzado. Todos comenzaron a bailar y a disfrutar. Acuá e Ian disfrutaban de su acercamiento mientras se dejaban llevar por la música.

En ese instante, Ian tomó su mano y salieron corriendo hacia la orilla del mar.

—Sabes, desde que te conocí siempre me sentí atraído hacia esta playa. Tiene algo mágico que siempre hace que quiera volver —dijo Ian mientras le brillaban los ojos al verla.

La joven se quedó callada tratando de disimular sus nervios. Conmovida por las hermosas palabras de Ian.

—Me recuerda a ti la primera vez que nos conocimos y te escapaste cuando te encontré en la playa —dijo Ian nostálgico recordando aquel maravilloso encuentro.

Ian se acercó a la joven que parecía muy nerviosa y torpe. Se acercó a sus labios y le dio un tierno beso. Por primera vez, Ian había sentido lo que es hacer locuras por amor.

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