Encaje de color melocotón

Capítulo 13

—Hoy tenemos un cliente super hiper VIP —le dijo Len. A ella le pareció raro que se pusiera así, como si no hubiera visto un VIP en su vida. Trataban con los dueños de enormes fortunas casi a diario así que no sabía a qué venía tanto bombo. Miró el expediente del cliente. Sí, era realmente rico y poderoso. 

—Tiene dinero como para comprar el planeta tres veces. —le contó su novio, excitado.

—Y como para acabar con el hambre en el mundo otras tres —rodó los ojos Momo. Sería otro idiota más en la larga lista de arrogantes, imbéciles y descerebrados superficiales con los que se topaban día si y día —. ¿Se puede saber por qué estás tan alterado?. No es el primero ni el último cliente con el que hacemos este tipo de negocios. Aun cuando sea de los más ricos.

—No sabes quién es —le dijo misterioso y con voz cantarina. Se estaba haciendo el interesante, pero ella sabía cómo sonsacarlo.

—Bueh, uno más del montón, cariño. No hay nadie que me impresione en este mundillo, después de tantos años de tratar con un montón de hombres y mujeres  pretenciosos —desdeñó.

—Oh, no, querida, este es otra cosa. Es rico, poderoso y famoso. Nos pide que seamos muy discretos sobre lo que va a comprar, ya sabes. Más de lo normal. Tiene que cuidar mucho más su imagen que el resto.

Para este momento Momo si estaba realmente intrigada. Entonces era por eso que Len estaba así. A él no le impactaban especialmente los hombres y mujeres de la alta sociedad, salvo alguna excepción, pero sí se ponía nervioso con gente famosa sobre todo los que eran artistas. No quiso hacer cábalas ni seguirle insistiendo porque veía que no iba a soltar prenda, ni siquiera a ella.

Llegaron al local privado donde se expondrían las obras de la galería Bain Chalmer, a la que representaban. El encuentro no requería vestir de rigurosa etiqueta, pero sí se pedía cumplir con el black tie, menos rígido aunque solemne y asociado a eventos nocturnos. El vestido de la mujer no tenía que ser largo, puede ir un poco por debajo de la rodilla, algo más atrevido, pero siempre elegante. Mientras que el hombre podía llevar traje formal con chaleco y corbata negra.

Tanto Momo como Len, cumplían con el dress code (código de vestimenta) y ambos formaban una hermosa pareja juntos. Al entrar caminaban con esa seguridad de quienes están acostumbrados a presenciar ese tipo de celebraciones con mucha frecuencia. Como iban por trabajo, no se cogían de la mano ni tenían la intimidad de una pareja aunque muchos de los presentes sabían que estaban juntos hace unos meses y no era algo que escondían. Simplemente, no mezclaban trabajo y relaciones personales. 

Después de relacionarse con los conocidos un buen rato, se volvieron a encontrar y Len no dejaba de mirar en todas direcciones esperando encontrar al cliente secreto. Quizá no se presentara y en ese caso para ellos la noche resultaría una pérdida de tiempo y dinero. Cada uno de estos encuentros resultaba caro, pues se pagaba por entrar y también se gastaban mucho en ropa y complementos. No podían escatimar gastos y dar una mala impresión. O eso decía Len.

Ella no estaba dispuesta a gastar diez mil euros en un vestido cada vez que asistían a un evento de este tipo. Él era el que se encargaba de eso y de hecho le escogía la ropa que llevaba y todos los complementos. Lo único suyo ese día era la ropa interior, porque ahí sí tenía ella un punto débil. Le encantaba ponerse obras de arte debajo de la ropa.  I.D. Sarrieri, Bordelle o La Perla era lo que usaba normalmente, aunque no compraba las piezas más exclusivas y caras, pero se daba el capricho de tener algunas piezas maravillosas como la que llevaba puesta ese día. 

Su vestido era precioso, pero si alguien la viera desnuda podría comprobar que su ropa interior, era mejor aún. Llevaba ese día un brallette de color melocotón rosa enterizo y con bordados exquisitos hechos a mano por las artesanas de Sarrieri. La prenda lucía de forma sugerente bajo el vestido que usaba, de un tono parecido pero más intenso. Lo cierto es que a su novio no le importaba lo que usaba debajo y le parecía un poco tonto gastar tanto dinero por algo que no se iba a ver, pero Momo se sentía como una diosa cuando llevaba un interior tan lujoso.

Era una especie de íntimo secreto que la validaba como bella y sexy por dentro y por fuera. Le importaba poco lo que dijera su novio al respecto. Pero eso sí, se los compraba ella, por si un día se separan y él le exigiera devolver lo que le había regalado. Era una posibilidad. 

Ahora, se deslizaba por la fiesta, como siempre, siendo objeto de miradas y sabía que eso tenía que ver con la energía igual que ella desprendía. Su ropa interior era su fetiche y eso se reflejaba. Dejó a Len con su inútil búsqueda diciéndole que iba al tocador. Era mentira, pero necesitaba darse un respiro. Estaba un poco cansada y ya se arrepentía de haberlo acompañado porque no necesitaba su asesoramiento para ese trabajo.

Más bien la había llevado para lucirla como un trofeo. Últimamente, su novio se estaba comportando un poco tonto con ella. O quizá fue así siempre, pero no se dio cuenta antes. De todos modos aún estaban en proceso de conocerse y aunque creía amarlo, también era consciente de que le generaba muchas dudas esa relación.

Salió un rato a la terraza y cuando volvió no encontraba a Len por ninguna parte. ¿Habría visto ya al famoso cliente?. Dio algunas vueltas, pero no veía ni a uno ni a otro y estaba a punto de abandonar cuando escucho a una mujer hablar. 

—¿No era ese Len Dorcas?. Creía que tenía novia —dijo una señora rubia algo mayor y muy maquillada.

—¿Y no era ella? —preguntó la otra.

—Que yo sepa su novia es morena y menos voluptuosa que esa mujer —dijo la primera.

—Pues quizá ya no están juntos. Si no es eso, entonces la pobre tiene unos cuernos como un alce —suspiró la otra apenada. 

—Realmente no me parece apropiado que haga eso aquí a la vista de todos. ¿Creían que no se estaba oyendo lo que hacían?. ¡Que vergüenza!. 

—Ninguna chica merece eso —concordó la otra mujer—.  Recuerdo cuando mi exmarido… 

La señora siguió la cháchara contando cuando ella pilló a su ex traicionándola, pero Momo ya no se quedó a escuchar. Buscó en la dirección desde donde las mujeres llegaban y se dio cuenta de que en un lateral había un pasillo que parecía conducir a los baños, pero también había algunas puertas más, como si llevaran salas privadas. Allí que se fue y empezó a abrir cada puerta lentamente hasta que vio lo que quería.

Efectivamente, su novio tenía a una mujer contra la pared, mientras sus pantalones y su bóxer estaban en el suelo dejando su trasero al aire y resoplando por la faena. Desde luego, ella debió saber que no era bueno para ella, teniendo una ropa interior tan horrible y barata. Se dio la vuelta sin hacer ruido y lo dejó hacer. 

Al tiempo que salía pensando marcharse sola, un tremendo revuelo se generó en la entrada como si de pronto toda la gente presente se hubiera reanimado después de la muerte. Sintió curiosidad, pero la verdad, no era ese un buen momento para ella que solo quería largarse y dormir. Mañana tendría que pensar en su inmediato futuro que por culpa de un infeliz ahora parecía más oscuro y triste. Quiso salir, pero se vio empujada por toda la multitud que se arremolinaba en la entrada y que no la dejaba mover en ninguna dirección.

Los tacones no la ayudaron a mantener el equilibrio y entre empujones fue a parar inevitablemente al suelo, a los pies de un hombre que la miraba fascinada. Ella se moría de vergüenza, pues aparte de la caída su falda se había levantado dejando ver las piernas esbeltas y su ropa interior de ese maravilloso encaje color melocotón. 

Un abrigo se encargó de tapar todo de inmediato al caerle encima y unas manos grandes la atraparon por los hombros con dulzura y la ayudaron a levantar. 

—Hola, Momosuke. Siempre que te encuentro estás a mis pies —bromeó la voz.

Ella sabía bien de quién era. Y también reconoció ese olor. Lo miró ya en pie, abrazada por él y lo taladraba con la mirada. Al parecer Nethal tenía la habilidad de llegar a su vida siempre en los peores momentos. El cantante, sin embargo, no se dejó amedrentar por su cara. Estaba sonriendo como nunca, pues la había vuelto a encontrar y así fuera que tuviera que ponerle un chip en la oreja como a los perros, jamás volvería a perderla. 

—¿Me has extrañado? —le preguntó. 

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Comments

Elvira Fretes

Elvira Fretes

te me imaginaba que era nethal el hombre muy rico, jajja. Momo estás triste pero no tanto,creo que ya lo venías venir su infidelidad 🤷🏻‍♀️

2023-07-08

0

yazmin Rosales

yazmin Rosales

que emoción se volvieron a encontrar 🥰

2023-04-14

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