Señor Alone, usted y yo no nos conocemos

Capítulo 6

Dos días después de ver a Nethal en la calle, Momo todavía sentía un poco de susto. Había pasado un malestar por ese encuentro que le duró incluso hasta ese día. Le dejó mal cuerpo que diría su madre. Durante la mañana se esmeró mucho más en su trabajo, intentando tener la cabeza constantemente ocupada.

Así no le llegaban imágenes sobre él involuntariamente. Tenerlo de nuevo tan de cerca fue horrible para ella, que ya le había olvidado casi del todo. Recordaba ahora, como besaba, como la acariciaba y como olía. Todo lo que vivieron en dos semanas, lo tenía presente de nuevo, como si todos esos meses de separación no estuvieran por medio. Y no le gustaba nada estar así por alguien como ese hombre.

Muy famoso y todo, pero no valía nada como persona. Al menos en lo que a ella se refería. Empujó el carrito de reposición que llevaba al frente y se detuvo en otra de las estanterías para terminar de rellenarla con productos y que no se vieran huecos vacíos. Esa era una de tantas de las funciones que tenía en su trabajo en el supermercado.

No era una gran cosa, pero le daba un buen dinero con el que mantenerse y además le permitía seguir estudiando por la tarde, aun cuando iba terminando su carrera universitaria lentamente. No pudo permitirse hacerlo de otra manera cuando sus padres murieron y la dejaron sin su protección y apoyo.

Nadie de las familias de sus padres quiso hacerse cargo de ella y así fue como quedó totalmente sola con apenas 17 años, a pesar de que en vida de sus progenitores ayudaron a casi todos sus hermanos y padres y a muchos miembros de la familia cuando lo necesitaron. Seguramente nunca imaginaron el trato que todas esas personas darían a su querida hija ahora que ya no estaban. Momosuke no reclamó nada a nadie. Se limitó a mirarlos fríamente y en su fuero interno cortó los lazos con todos ellos, abuelos, tíos y primos.

Solo mantuvo contacto con una de sus tías políticas que a pesar de estar separada ya de su tío carnal y no se familia directa, la ayudaba con comida y dinero cada mes hasta que lo necesitó. La mujer no tenía grandes recursos pero la ayudaba sinceramente. A Momo le saltaban las lágrimas pues fue la única persona que tuvo corazón para ella. Aun seguían en contacto y como estaba un poco mayor era Momo la que la visitaba y cuidaba con frecuencia. Debía cariño por la tía Yamada.

Perder a sus papás no fue la única cosa mala que le sucedió en aquel momento. Descubrió asustada que estaba embarazada de su novio y al enterarse la abandonó sin decir ni adiós. Simplemente, desapareció y ya está. No le contestó al teléfono ni a los mensajes y la bloqueo de todos sitios para que no pudiera contactarlo más. Todo eso después de declarar que era la mujer de su vida y su alma gemela.

Momo sumó un dolor, el de quedarse huérfana después del accidente de sus padres, al dolor de perder a su amor y también a su bebé. Su pequeño cuerpo no resistió el impacto psicológico de tantas desgracias y, a los pocos días del funeral, simplemente sangró y sangró sintiéndose aterrorizada, hasta que ya no quedó nada dentro de ella que cuidar. Sintió un vacío más allá de lo físico. Y un sufrimiento mas allá del alma.

Es así como la chica se convirtió en la que es ahora, pues aprendió que la gente es egoísta y mala y siempre te decepciona. Se volvió seria y lejana con todos. No tiene amigos cercanos ni los quiere. Tampoco los necesita, piensa ella. De vez en cuando sale con compañeras de trabajo o con algún conocido de la universidad y poco más. Pero en general su vida es rutinaria y está siempre ocupada en el trabajo, en clase o estudiando.

Los fines de semana va al cine y a la playa o a algún concierto que le interese, aunque no de pop o rock. Prefiere el sonido de una orquesta de música clásica o del jazz en los clubes de más solera. No se da cuenta de lo atractiva que resulta para tantos hombres que la miran sabiendo que no tiene oportunidad con ella porque simplemente Momo es de otra liga. No solo por lo bella sino por lo indiferente. Jamás ha aceptado una invitación a nadie si no es en grupo y no se la ha visto con ninguna relación cercana.

Se dobló hacia atrás en un gesto que buscaba aliviar la espalda baja después de llevar rato agachada en cuclillas. Ya casi era la hora de salir y se encaminó a la zona trasera donde estaba el almacén para dejar el carro y volver hacia la zona de taquillas. Su humor había mejorado después de pasar casi todo el día ocupada en algo. Le tocaba ir a dos clases, esa así que se dio prisa porque iba justa para almorzar y llegar a tiempo a la universidad.

Cambió su uniforme por unos tejanos y un suéter de cuello antes de colocarse el abrigo y la bufanda roja. El frío estaba apretando y al salir era como una bofetada en la cara. Inmediatamente, la sensible piel de su nariz se volvió del color de las fresas y se frotó las manos entre sí, soplando su aliento caliente en ellas.

Miró dentro de su bolso para sacar el móvil y los auriculares. Le gustaba escuchar música mientras caminaba, pues le daba un plus de energía y ritmo y lo tomaba como parte de sus ejercicios diarios. Como no tenía para ir a un gimnasio, procuraba ir caminando a todas partes a buen paso, sabiendo que era una manera de mantener su cuerpo tonificado y fuerte.

Frente a la entrada de servicio del supermercado había un hombre esperando, apoyado en un coche caro, con un abrigo gris que lo cubría casi por completo, mascarilla, gorra y gafas negras, y cuando la chica salió con la cabeza baja, él se acercó con pasos largos. Ella como siempre ni siquiera miraba alrededor. Si no, lo habría visto allí, se imaginaba.

Tuvo que acercarse bastante y agitar la mano frente a su cara para que le dirigiera una mirada que primero fue indiferente y luego de sorpresa y desagrado a partes iguales. Hoy ni siquiera se había molestado en disimular que no le apetecía saber de él. Pero como ya le había quedado claro antes, Nethal no se desanimó por esa falta de entusiasmo de ella.

—¡Hola, otra vez! —La mujer quedó parada un momento como a la espera y siguió sacando su teléfono mientras le miraba interrogante. Era realmente expresiva, y lo decía todo sin necesidad de hablar, como pudo notar el chico. —Voy a estar un par de semanas por aquí descansando de la gira y había pensado que podríamos salir a comer algo o… —ella ya estaba levantando una ceja en señal de negativa sin terminar la invitación— … O lo que sea. Pensé que podríamos hablar un rato.

—Lo siento mucho, tengo clase. —No se molestó en inventar nada. Momo estaba dejando claro que aunque no tuviera cosas que hacer, tampoco tenía intenciones de acompañarle a comer o lo que sea.

—Bueno, no tiene que ser ahora. Te puedo esperar al salir.

—Salgo tarde y luego debo ir a casa a estudiar. —Nethal pensaba antes de venir que se pondría un poco difícil, pero ahora veía que no sería un poco solo.

—Eso lo entiendo, pero tendrás que comer…

—No.

—¿No comes?

—La respuesta a todo es no. No voy a ir a comer con usted, ni a lo que sea, ni a nada. Lo digo así para evitarnos malentendidos y para que no insista porque me empieza a resultar molesto. —Le estaba rechazando con determinación. —Estoy siendo educada hasta ahora. No me obligue a no serlo. Señor Alone, usted y yo no nos conocemos más. Le ruego que lo deje así.

La misma expresión que pone un personaje de animación cuando se queda en shock fue la que quedó en Nethal oyendo lo que le decía esa chica. ¿Era esa la misma mujer que durante dos semanas le hizo tan feliz?.

No tenía ni idea de lo que había pasado para ser el destinatario de tal desprecio, ni entendía a qué se debía esta transformación, pero por todos sus muertos que iba a averiguarlo. No había llegado a ser una estrella mundial en el mundo de la música por rendirse a la primera. Ni a la segunda… y ya se estaba preparando porque quizá habría unos cuantos round más.

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