El campo de batalla estaba lleno de caos y destrucción. La victoria de Naru y sus compañeros había sido dura, pero finalmente habían logrado vencer al Rey Oscuro y liberar a los prisioneros que estaban atrapados en su mazmorra. El aire estaba lleno de tensión y emoción mientras Naru y el espadachín se acercaban a Isaías, que estaba tumbado en el suelo, sin fuerzas.
"Naru, ¿puedes hacer algo por él?" preguntó el espadachín con preocupación en su voz.
Naru asintió y se acercó a Isaías. Con las manos iluminadas por una luz blanca, comenzó a sanarlo, transfiriéndole su energía vital. El cuerpo de Isaías tembló al principio, pero luego se relajó a medida que su fuerza vital comenzó a regresar. Después de unos minutos, Isaías abrió los ojos y se sentó.
"Gracias, Naru," dijo Isaías, su voz débil pero agradecida. "Pensé que nunca volvería a recuperar mis fuerzas."
Naru sonrió y se encogió de hombros. "No hay problema, amigo. Eso es lo que los paladines hacemos."
Isaías miró el martillo de Naru y se rió débilmente. "Bonito martillo," bromeó. "Creo que necesitaré uno de esos para la próxima vez."
Naru y los demás rieron, aliviados de ver que su amigo estaba recuperando su sentido del humor.
Entendido, aquí te presento una nueva versión de la escena:
Naru observó a Miralia atendiendo a su pueblo con gran dedicación y cuidado. Él se acercó a ella con cierta timidez, pero con la determinación de aclarar sus dudas.
"Miralia, ¿podemos hablar un momento?", preguntó Naru.
"Por supuesto, ¿de qué se trata?", respondió ella con una sonrisa amable.
Naru tomó un momento para juntar sus pensamientos antes de hablar.
"Durante la batalla, el rey oscuro me dijo que Mefisis no era lo que parecía y que debía tener cuidado con él", dijo Naru con cierta incertidumbre. "No estoy seguro de lo que quiso decir, pero necesito saber si tú tienes alguna idea".
Miralia frunció el ceño, tratando de comprender el significado detrás de esas palabras. Finalmente, ella sacudió la cabeza con incredulidad.
"No estoy segura, Naru. Mi padre siempre ha sido un hombre recto y honorable. Nunca he visto nada fuera de lugar en su comportamiento", dijo Miralia con cierta preocupación. "¿Por qué lo preguntas?"
"Es solo que, esas palabras me dejaron con una sensación extraña en el estómago, como si hubiera algo que no estuviera bien", dijo Naru con voz pensativa.
En ese momento, Miralia se dio cuenta de que Naru estaba realmente preocupado, así que decidió confrontar el asunto de frente.
"¿Por qué no hablas con él mismo y le preguntas directamente? Él es tu suegro después de todo", dijo Miralia con un toque de sarcasmo.
"Supongo que tienes razón", respondió Naru con una pequeña sonrisa. "Solo necesitaba saber si tú sabías algo al respecto".
La conversación quedó en un breve silencio mientras ambos consideraban lo que se había dicho. Sin embargo, el ambiente se tensó de repente cuando un grito desesperado se oyó a lo lejos, interrumpiendo su conversación.
"¡Por favor, alguien ayúdeme!"
Miralia y Naru intercambiaron miradas rápidas antes de correr hacia la fuente del grito.
Naru, Miralia y el espadachín, escucharon unos gritos de ayuda provenientes de una sección más baja del castillo. Siguiendo el sonido, encontraron un área llena de cárceles oscuras y frías. Al acercarse a una de ellas, vieron a un joven príncipe rubio y escuálido, rodeado de otros niños y niñas humanos en jaulas adyacentes.
"¿Eres el hijo del rey?" preguntó Naru con preocupación mientras se acercaba a la celda. "Sí, soy Aram", respondió el joven príncipe con voz temblorosa mientras reconocía a Naru. "¡Naru! ¡Fuiste tú quien me salvó antes!", exclamó con lágrimas en los ojos.
Naru se acercó a la celda de Aram y extendió su mano a través de los barrotes para tocar la mano del joven príncipe. "¿Qué les ha pasado a todos aquí?", preguntó Naru con preocupación. "Están como poseídos... sus ojos son rojos y se comportan de manera extraña", respondió Aram mientras señalaba a los demás niños y niñas encarcelados.
Miralia y el espadachín se acercaron a la celda de Aram y vieron la terrible condición en la que se encontraban los demás niños y niñas. "Tenemos que ayudarlos", dijo Miralia con determinación. "¡Debemos purificar este lugar y salvar a estos niños!", añadió el espadachín.
Naru asintió y en ese momento abrió su libro. Y comenzó a recitar una palabrad mientras su martillo se llenaba de poder. Luego, lo clavó en el suelo, y una luz brillante salió de él, iluminando toda la zona y purificando cualquier influencia demoníaca presente. Los cuerpos de los niños y niñas comenzaron a sanar y recuperar su color de piel natural.
"¿Estás bien, Aram?" preguntó Naru mientras extendía su mano para ayudar al joven príncipe a salir de la celda. "Sí, gracias a ti y a tus amigos", respondió Aram con una sonrisa débil mientras se ponía en pie.
Miralia se acercó a Naru y lo abrazó con fuerza. "Eso fue increíble, Naru." dijo emocionada. "Pero aún hay mucho por hacer. Debemos encontrar al rey y la reina, y poner fin a todo esto", añadió el espadachín con determinación.
Miralia, Naru, y el espadachín siguieron buscando al rey y a la reina, pero no encontraron a nadie más. Subieron al salón principal donde se encontraban los supervivientes. El sacerdote Isaías, se emocionó al ver a Aram con ellos y preguntó sobre el paradero de sus padres.
"¿Sabes algo sobre tus padres, Aram?", preguntó.
"No, no recuerdo nada. Solo una sombra que lo cubría todo y luego desperté en una celda", respondió el joven príncipe.
Todos parecían estar perplejos y sin respuestas, sin embargo, el capitán Hrogar aconsejó que lo mejor sería salir de allí y llevar a todos los supervivientes, tanto Santos como niños humanos, en el barco aéreo hacia la ciudad de Mironor para buscar más respuestas sobre lo sucedido.
Mientras salían del salón principal, Miralia se detuvo un momento para mirar a su alrededor. El gran salón estaba en ruinas, y el ambiente era denso y pesado. Había una atmósfera de miedo y dolor que se aferraba a cada esquina de la habitación. Las paredes estaban agrietadas y los restos de los muebles y objetos decorativos yacían por el suelo.
"Tenemos que salir de aquí lo antes posible", dijo el espadachín, notando la mirada preocupada de Miralia.
Salieron a las afueras de la ciudad, donde el caos y la destrucción eran visibles en cada esquina. Los edificios estaban en ruinas, y los cuerpos yacían en las calles. Los niños y niñas humanos se aferraban a las piernas de los Santos, temerosos y conmocionados.
Finalmente, llegaron al barco aéreo del Capitán Hrogar, donde la tripulación de enanos estaba esperando. Todos subieron a bordo y se dirigieron hacia la ciudad de Mironor en busca de más respuestas. La vista de la ciudad destruida se desvaneció en la distancia, dejando atrás el misterio y la tristeza que quedaba en su corazón.
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Comments
Poeta asecas
muy bien
2023-03-14
4