—Nadie pero es que ya no tengo nada pendiente, ya que todo el trabajo que tenia lo he acabado desde hace mas de quince minutos. —solo frunció el entrecejo levemente y sin más contesto pero el ceo solo demostró una cara de poca credibilidad.
—Bueno entiendo, pero debería de haberme pedido permiso desde un inicio que si le daba la autorización de poder salir más temprano de lo usual en vez de salir como una tonta adolescente a una fiesta juvenil sin a visar a sus tutores. —su forma de hablar parece más de la una madre reprochándole a su hijo que un jefe regañando a su empleado pero sin más nuevamente Tirilith agachó la cabeza dando a demostrar lo avergonzada que se encuentra.
—P-perdone jefe a la próxima lo haré por lo que haré lo que esté a mi alcance para que esta situación no se vuelva a repetir —aún más avergonzada y con su cara un tanto rosa como un flor pigmentada de ese color en plena primavera.
—Sería lo mejor que no se repetirá pero se irá en ese estado podría lastimarse si camina descalza con los pies de fuera ya ni los animales domésticos andan así, la veo en el estacionamiento en dos minutos. —al mirar hacia el suelo noto que tan deplorable está la señorita Mibrul.
—¿ Señor pero para que me necesita en el estacionamiento? —Con la mirada en el suelo interrogó y mirando su pie que aunque no esta sucio se poco convincente para el jefe.
—En un momento sabrá para que la requiero en el aparcamiento, ¡acabo de decirle que no agache el rostro que no ha hecho nada malo! —su quejido hizo que Tirilith tuviera aún más sospecha de para qué el jefe la necesitara.
—Está bien jefe ya no bajare la mirada. —subiendo la mirada y ahora tomando el elevador y dirigirse hacia el estacionamiento subterráneo.
Paso el tiempo que menciono el jefe y la subió a su auto último modelo del año color azul marino muy oscuro al igual que su traje, de camisa blanca como piel de los osos polares, su pantalón y saco azul marino, moño y zapatos de tacón de dos centímetros negro como el espacio todo hace una impresionante combinación y como no si su apariencia es de ojos cafés oscuros, cejas pobladas pelinegro, cabello cortado con un copete un poco notable de color pelinegro, labios carnosos pero no tanto color fresa, una voz gruesa que si te susurra en el odio estarías a su a pies ya seas hombre o mujer pero que cuando esta enfermo suena un tanto chistosa por el sonido que produce, de orejas medianas, de cuerpo trabajado por hacer ejercicio varias horas y veces al día, es un gran bailarín pero un pésimo cocinero que con decir que se le quema hasta hacer una simple sopa instantánea que la pasta espagueti se deshace demasiado que podría pasar como baba de nopal o de un bebé de unos pocos meses de nacido.
Todo el recorrido fue silencioso similar al de una cabaña en la nada de una película de terror hasta que Tirilith decidió hablar.
—¿a dónde me lleva jefe? —trago saliva e interrogó desviando su mirada de la parte frontal hacia el rostro de ese hombre bastante varonil y con las manos un tanto juguetonas por decirlas así ya que estaban templado un poco de tanto rumor que le habían dicho a Tirilith sobre el hombre con el que tendría que trabajar por dos años que es la duración de su contrato, miedo y temor es lo siente al estar cerca de ese hombre.
—No te preocupes no es nada malo, no es como si te hubiese raptado mejor voltea hacia delante que ya estamos llegando al lugar. —con las manos en el volante y sin ningún momento dejar de mirara el camino al igual que nunca voltea a observar a su joven empleada.
El lugar donde la llevó era nada más que la zapatería para princesa una de las más exclusivas y caras de la ciudad que es donde los ricos y millonarios suelen ir a comprar; ella sintió rabia al ver la tienda y decidió no bajarse del auto ya que una vez su madre iba a comprar algo en dicha tienda y se la negaron al igual e hicieron comentarios discriminatorios al igual que chistes por la apariencia de la mamá de Tirilith una mujer regordete de cabello corto un poco más debajo de los hombres de una estatura promedio con la mirada alegre y con buenos valores que les enseñó a sus hijos al igual que sacrifico todos sueños cuando supo que estaba embarazada del hermano mayor de Tirilith, al igual que por ella también y que hermanito.
Maruen se bajó del auto y fue esta la puerta de Tirilith a abrirle la suya como haría cualquier hombre con modales.
—¿Te gusta?, baja del auto para poder comprarte unos cuantos pares —Pregunto con alegría y dulzura como si el hombre que estaba molesto hace unos minutos hubiese sido otro hombre.
—No, no pienso bajar —respondió con la cara seria y no era arrogancia por que un hombre le comprara calzado más bien ella estaba agradecida de que alguien se preocupara por ella pero el hecho de como humillaron a su madre en la misma tienda; no tiene para nada la intención de ingresar en esa dicha discriminadora.
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