Capítulo 12
¡Mírame!
Lucrecia estaba totalmente entregada a este hombre y sus caricias, no quería pensar en más nada, había renunciado a la idea de escapar de él hace mucho, de todas maneras, es preferible entregarse y disfrutar este deseo carnal que ser atrapada por su despiadado padre.
Cada toque de este hombre en sus puntos más sensibles hacía que su entrepierna palpitara con más fuerza, de pronto…
“Ahhhhhh”
La mujercita sintió como otra gran ola de calor invadió su entrepierna y no pudo evitar gemir, sintió la áspera lengua del hombre acariciar la punta de su emocionado pecho, antes de comenzar a comerse uno como si se tratara de un niño hambriento.
Ella no entendía cuál era la conexión entre un lugar y otro; pero, Lo importante es que en este instante esto se siente definitivamente genial, su centro comenzó a chorrear tanto que podía sentir sus fluidos bajar por sus nalgas, mientras el hombre acariciaba con suavidad su botón del placer logrando que la sensación se hiciera mucho más intensa al igual que sus gemidos.
Aunque quería seguir jugueteando con ella para estimularla al máximo y así disminuir el dolor cuando llegara el momento, pues no quería que cuando pasara el efecto del incienso sintiera que solo fue utilizada para desahogar el calor al que los tiene sometidos esa droga, ya él no podía contenerse por más tiempo...
Se subió sobre ella, soltó sus pechos y se apoderó de nuevo de su boca, acomodó su dureza en la entrada que estaba tan húmeda que lo hizo sentir que perdía el control, se contuvo un segundo, se acercó a su oreja y le habló con su voz ronca y magnética
"no te quiero mentir, si te va a doler un poco; pero, intentaré ser muy suave"
La mujer tenía los ojos cerrados con fuerza, aunque realmente lo quería, estaba totalmente aterrada en este momento, pues no olvida como las chicas que eligen para el harem su papá y sus hermanos lloran y gritan desesperadamente al momento de perder la virginidad, además la mayoría es tan cruelmente desgarrada que siempre hay que llamar al médico de palacio para que las atienda.
Sebastián no tenía manera de saber que era lo que la hacía estar tan aterrada en este momento, pero, aunque era extremadamente gentil con ella, también era un hombre dominante, así que, sintiéndose un poco disgustado por la fuerza con la que la mujer cerró sus ojos, tomó su mentón y le exigió
“Abre los ojos gatita, mírame mientras te lo hago, no olvides que partir de hoy soy tu único hombre y, no quiero que olvides nunca el momento en el que te hice mía”
Ella, sin querer responder abrió los ojos, quedando los dos pares de ojos mirándose fijamente cuando el comenzó a embestir, al principio embestía con suavidad; pero, al encontrarse con el himen cerrado de su mujer, supo que era imposible continuar de esa manera y comenzó a embestir con mucha más fuerza, hasta que finalmente lo rompió.
El hombre que ya tenía una fina capa de sudor en su frente sintió un dolor en la punta de su miembro y en la espalda; pues, la mujer le había clavado tan fuertemente las uñas que rompió su piel, diez perfectos huecos sangrientos adornaban su espalda en este momento, pero al conocer la razón del dolor, definitivamente no podía importarle menos...
Detuvo sus movimientos inmediatamente después de sentir que había entrado en ella, no completamente, pero quizá un poco más de la mitad de su miembro, aunque moría de ganas por terminar lo que había iniciado y hacerla suya tan fuertemente hasta que implore su clemencia, realmente no era capaz de hacerlo, apenas acababa de robarle su virginidad, además la mujercita debajo de él, que fue capaz de subir siete pisos escalando una pared, y apartarlo con fuerza en dos oportunidades, en este momento se retorcía del dolor, le calvaba las uñas y gritaba con fuerza
"Sebastián me duele, no sigas, duele mucho"
¿Cómo podría ser capaz de no prestar atención a su solicitud tan lastimera? Aunque, evidentemente él tampoco es el árbol de la experiencia en esta situación, sabía bien que la cosita que ahora era suya debía adaptarse a su tamaño antes de continuar, pero, en lugar de esperar perezosamente mirando como se retorcía del dolor, comenzó a besar sus labios fruncidos, su ceño arrugado y el lóbulo de su suave orejita.
Transcurrió un rato, entre los dulces besos y suaves caricias del hombre grande sobre Lucrecia, ella dejo de retorcerse, pues lo que hace un momento era un ardor que no podía aguantar, se convirtió en una leve molestia, ya no sintió la necesidad de continuar quejándose, ahora sentía otro tipo de necesidad, así que abrió su hermosos ojos azules para mirarlo nuevamente y, sin decir una palabras movió un poco la cadera.
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