Capítulo 6
No te lastimes más
Es imposible que esta mujercita audaz sepa que este hombre semidesnudo que dejó vergonzosamente tirado en el suelo es Sebastián Montañez; quien después de haber sido secuestrado y torturado casi hasta la muerte durante su niñez, no solo se convirtió en un maestro de artes marciales a temprana edad, también prestó servicio militar cuando llegó el momento, alcanzando el puesto de General en jefe en muy poco tiempo.
Eso es un indicativo de las habilidades y la fuerza física que posee, definitivamente es un hombre extremadamente fuerte y esta droga, a diferencia de lo que ocurría con Lucrecia, a él solo le afectaba en la maximización de su deseo sexual; no perdía por completo su control mental y también había sido capaz de contenerse durante mucho tiempo…
¿cómo una mujer, aunque haya practicado artes marciales durante toda su vida, podría morir ante sus ojos si él no se lo permitiera?
Es imposible que esta mujercita sea su rival...
Sebastián, quien desde el piso intentaba cubrir nuevamente la carpa del medio de sus piernas con la toalla que cada vez parecía hacerse más pequeña, escuchó esas palabras de despedida e inmediatamente supo que la repentina aparición de esta mujer no tiene nada que ver con la arpía descarada que le tendió la trampa, es un hecho que la chica llegó a este balcón genuinamente y toda esta situación, definitivamente es una coincidencia.
Al comprender la situación general suspiró en secreto y sintió que podía relajarse; pues, aunque pensaba que era parte del plan de su endemoniada prometida no pretendía renunciar a la belleza esta noche, y mucho menos después de haber probado el dulce néctar de sus suaves; pero, ensangrentados labios que lo recibieron con tanto entusiasmo, salvajismo y torpeza.
No obstante, al percibir que la única mujer que ha tocado en su vida sin causarle repulsión, tenía intenciones de lanzarse por el balcón para terminar con su vida por un malentendido, dejó de perder el tiempo arreglándose la bendita toalla que definitivamente ya se quería retirar, se puso de pie dando un gran salto, la tomó de nuevo por la cintura inmovilizándola en sus brazos y, levantándola sin el menor esfuerzo al mejor estilo de quien lleva un saco de papas en el hombro, la condujo al interior de la habitación ¿Qué más podía hacer?.
Sin importar lo mucho que la cosita terca y sucia que llevaba sobre su hombro se resistiera e intentara zafarse de su agarre como una gatita escapista, con mucho pesar porque sabía que el aroma la iba a afectar mucho más entró en la habitación, aseguró la puerta del balcón, y solo cuando estuvo seguro de que no podría escapar para hacer una estupidez la soltó, dejándola caer con suavidad sobre la cama.
Estando dentro del dormitorio la mujer comenzó a sentirse muy mareada; pues, al estar en el interior con las ventanas cerradas se sentía mucho más fuerte el aroma del difusor y, cuando sintió nuevamente ese extraño hormigueo en sus partes íntimas con mayor intensidad se desesperó.
De esta manera pensó que solo podría ayudarla a mantenerse sobria golpearse con mucha fuerza el abdomen y así, sin importar que cada vez parecía más una loca lo hizo; sin embargo, aunque usaba toda su fuerza no sentía ningún dolor…
Entonces, notó con desesperación que se encontraba sobre una suave y limpia cama, en ese instante su mente fue invadida por los recuerdos de los desgarradores gritos de las concubinas reales más jóvenes al perder su virginidad y no pudo evitar sentir un escalofrío nervioso por todo el cuerpo, su total estado de pánico actual le seguía diciendo que era mejor morir antes de ser humillada de esa manera… como evidentemente ya no podría saltar del balcón decidió terminar con su vida de cualquier forma y en su delirio, comenzó a morderse la muñeca con fuerza, como si se odiara.
Y, bueno… La manera tan inusual de irrumpir en el balcón ajeno, su cabello revuelto y sucio, su ropa andrajosa acompañada por ese comportamiento, dejaban mucho que decir…
Sebastián, quien había permanecido en silencio conteniendo su deseo sexual sentado en el sofá frente a la cama, observó con detenimiento todos sus cambios y aunque sí, definitivamente la mujer frente a él se comportaba como una verdadera paciente psiquiátrica, comprendía cada una de las etapas de su locura… suspiró en silencio sintiéndose un poco impotente, pues ni siquiera sabía porque demonios esta mujer calló en su territorio tan casualmente, se sentó a su lado y tomó sus muñecas con fuerza evitando de esta manera que continuara haciéndose daño, acercó su limpio rostro a su oreja y comenzó a hablar en voz baja
“por favor gatita no es necesario que te hagas ningún daño, ¿Por qué quieres morir o lesionar tu cuerpo tan hermoso y bien cuidado de esta manera?, si estas huyendo de alguien poderoso te puedo ayudar a ocultarte, pero no te lastimes más, mírate, ya estas toda raspada y sucia”
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