Capítulo 3
¿acaso, me envió a otra mujer?
Pensando en que, definitivamente la persona del balcón podría ser esa mujer del demonio tramando una manera para terminar de cumplir su plan, un arco malicioso se dibujó en las comisuras de sus labios…
Ya que está demostrando ser tan valiente que se atrevió a venir, él sería capaz de usar cualquier táctica sin importar lo despreciable que sea para obligarla a confesar dónde se encuentra escondido el difusor de ese maldito aroma del demonio que lo está volviendo loco, necesita destruirlo antes de echarla de su suite sin piedad, y es que, por más que buscó como un desesperado no logró encontrarlo, sabía que sus pensamientos en este momento eran tan simples que podían meterlo en un problema más grande en el futuro, pero eso no podía importarle menos en este momento, solo quería acabar con esa terrible sensación para poder pensar con claridad.
Con esta intención comenzó a caminar cuidadosamente siguiendo el sonido, pero a mitad de su camino se detuvo un segundo, un brillo perverso iluminó su mirada por un instante, se dirigió al lugar donde se encontraba su ropa y sacó el cinturón de su pantalón, lo enrolló en su mano mientras decía con malicia
“¿necesitas tenerme a cualquier costo? ¿Quieres tener una noche apasionada conmigo sin importarte nada más? Pues, hoy me siento complaciente, ja, ja, ja… ¡la tendrás!”
En ese momento ya se encontraba loco de la ira y frustración porque con el efecto de ese maldito aroma, si la mujer infernal se niega a decirle donde se encuentra el difusor durante sus primeros cinco minutos, lo más probable es que no sea capaz de controlarse ante sus feromonas, al fin y al cabo, sigue siendo un hombre.
Con este pensamiento, sus ojos fieros y su cinturón en la mano dispuesto a darle una lección, se dio un golpe en el estómago para que el dolor lo ayude a mantener la compostura, y continúo su camino, un caballero jamás golpearía a una dama ni con el pétalo de una rosa, pero ya esta mujer logró sacar a Sebastián de sus cabales y hoy, le daría una muestra de lo que es capaz de hacer un hombre al que han provocado lo suficiente para perder los estribos.
Al abrir la puerta del palco quedó atónito, mirando una menuda figura femenina trepando con extrema dificultad la pared externa intentando entrar a su balcón, pero, era imposible que esta fuera la mujer que esperaba ver aquí.
Frunció el ceño, porque, aunque parecía una cosita sucia y desordenada colgando de la pared, de hecho, era una mujer muy atlética y seguramente tiene algún tipo de entrenamiento para poder escalar de esa manera, si bien no había terminado de subir, podía comprender por su simple osadía de trepar a un balcón ubicado en un séptimo piso, que tiene una excelente condición física, desde su ángulo, solo podía ver su piel morena y su vestido que alguna vez fue rojo, lleno de polvo y desgarrado… estaba tan impresionado que por un instante no supo que hacer, ni que pensar, únicamente, dejó caer el cinturón de su mano.
Quedó con la boca abierta de la estupefacción cuando la chica sin importarle que su vestido estaba tan desgarrado que casi no le cubría nada por debajo, haciéndolo quedar como una minifalda, o su presencia en el lugar intentó subir una pierna por el barandal para lograr su cometido, pero seguía estando muy abajo y su pierna no alcanzó llegar, era obvio que no le interesaba en lo más mínimo su presencia como tampoco le importó cometer el delito de entrar a su habitación de esa manera tan particular aunque por el momento ¡no lo logró!
Pero, antes de que saliera una sola palabra de su boca tuvo que tragar saliva cuando notó que, en efecto, la cosita invasora tenía tan buena condición física que los músculos de sus piernas están perfectamente marcados, aunque no podía ver su rostro que estaba cubierto por un abundante y desordenado cabello largo hasta la cintura, solo con mirar su delgada cintura, su ancha cadera, sus bien proporcionadas y trabajadas piernas, sintió mucha sed, acompañada de la exagerada reacción de algún lugar de su cuerpo, bajó la vista, miró el bulto en forma de carpa de circo que se hizo debajo de la cintura con la toalla, negó con la cabeza y se pellizcó el muslo con fuerza, pues sintió que estaba perdiendo la cordura en este momento, necesitaba obligarse a comprender la situación actual antes de tomar el control…
Recordó la astucia de la mujer que dentro de unas horas se verá en la obligación de hacer su esposa para atraerlo a este lugar y obligarlo a casarse, por más que lo pensaba no podía comprender
‘¿en qué le podría favorecer a esa mujer, o a mis padres que me acueste con otra esta noche? ¿en qué demonios está pensando Diana? ¿no se supone que esta es la víspera de nuestro supuestamente feliz matrimonio? No, definitivamente es esa maldita droga que me volvió estúpido además de libidinoso’
Negó con la cabeza, volvió a ver a la mujer a la que ya no le faltaba mucho para lograr su cometido y continúo pensando
‘¿fue esa demonia quien me envió a otra mujer? ¿Por qué rayos haría eso?’
Sintiéndose un poco inquieto por no tener idea de lo que desea esa bandida, decidió seguirle el juego, esa era la única manera de conocer sus planes, notó que a la mujer invasora le estaba costando mucho esfuerzo terminar de subir, con un vistazo a la planta baja supo que si se resbalaba la caída sería mortal para ella y definitivamente un desastre para el hotel, ya que la atrevida no traía consigo ninguna protección, por lo que, con un jalón desde la parte trasera de su vestido, justo donde se encontraba una prominente almohada de carne ayudó a la chica a entrar en su balcón, pero, al sentir su tacto la pequeña mujercita comenzó a comportarse como un gato salvaje, cuando logró percatarse de que fue ayudada a terminar de subir por un hombre, instintivamente lo empujó con todas sus fuerzas haciéndolo caer aparatosamente de nalgas en el suelo, no obstante, ella tampoco estaba totalmente firme de pie, y al empujarlo con tanta fuerza rebotó con la medio pared del balcón cayendo vergonzosamente sobre el...
Sebastián Montañez es un hombre con un grave problema de germofobia debido a un trauma de su niñez, por lo que se sorprendió muchísimo al notar que, aunque el delicado, sucio y desordenado cuerpo femenino que yacía jadeando sobre el suyo sudaba profusamente, no le molestó en absoluto, de hecho, estaba realmente complacido de escuchar esos jadeos de cansancio, que para él, en este momento sonaban como una sexy seducción sobre su cuerpo, sin saber , ni interesarle en absoluto si esta mujer es un arma para destruirlo o no, tomó una rápida decisión y en lugar de quitársela violentamente de encima como seguramente haría si sintiera el rechazo que suele sentir por las demás personas, envolvió sus brazos con fuerza alrededor de su delgada cintura, así, cuando ella quiso alejarse, ni siquiera haciendo un gran esfuerzo podía separarse de él ni un centímetro.
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