Capítulo 7
No me confundas con otra persona
El hombre le habló con mucha paciencia, hasta con un poco de ternura como si estuviera engatusando a un niño travieso, cualquier persona que haya conocido a Sebastián Montañez pensaría que fue poseído por otra persona, pues, él nunca ha sido una persona amable, a excepción de su madre, nadie ha escuchado un tono cálido salir de sus labios desde que era un niño…
De esa manera Sebastián le hizo algunas preguntas intentando comprender la razón de tanta desesperación, además del obvio momento incómodo que les trajo el fuerte aromatizante en el ambiente, pero… fue olímpicamente ignorado por la mujer, ya que en este momento solo estaba concentrada en no lanzarse a los brazos de este Duque pervertido que seguramente en cualquier momento la violaría sin piedad y la castigaría encerrándola en los calabozos del palacio por atreverse a huir de él.
De pronto, al mirar las manos de Sebastián que sostenían fuertemente sus muñecas, notó el cambio de color en ellas y lo sucias que habían quedado sus manos solo por tocarla; sonrió, sintiéndose muy satisfecha al ver que estaba tan sucia que no se distinguía el color de su piel, de la tierra que había caído sobre ella cada vez que escapaba por una ventana pequeña, eso solo le garantizaba que el hombre no la tocaría momentáneamente, pero nada le decía que a este hombre apestoso no le importaría que estuviera tan sucia y decidiera darle una lección a pesar de eso.
Pero, de todas maneras ¿Cuándo ha sido ella una mujer que se rinda tan fácilmente? No podía simplemente morir sin luchar ¿verdad?, por lo que, al saber que no podía golpearlo y que esta persona no era ningún hombre de mediana edad como todos decían, no encontró otra opción que seguir rogando humildemente por su libertad.
“Mi señor Duque, sinceramente lamento mucho que mi papá me haya ofrecido para que sea su esposa con la intención de ayudarlo a ascender en el palacio a cambio de sus buenos oficios y ayuda económica, pero… como puede ver, en mi estado actual no puedo casarme, espero que esta vez sea magnánimo y me pueda comprender.
Usted es un miembro importante de la realeza, aunque ahora pertenezca a la segunda familia, debe conocer mejor que nadie el árbol genealógico de Northumbria, y los títulos que se pueden obtener cuando hay una unión matrimonial, definitivamente yo no soy la pieza que usted necesita para lograr sus objetivos y tampoco estoy preparada para asumir la responsabilidad tan grande que conlleva ser su esposa, la que de a luz sus herederos… espero que pueda comprenderme y perdonarme está vez."
La mujer continúo con la cabeza gacha sin atreverse a mirar al hombre frente a ella, al ver que no respondía ni una sola palabra, sintió que había hablado demasiado y no pudo evitar tragar saliva cuando sintió sus pechos endurecerse de nuevo... En ese momento, al verla tan dócil frente a él, aunque realmente no es ningún Duque y sabe bien que no está obligándola a nada como para merecer su humilde súplica, Sebastián fue invadido por una fuerte ola de deseo, ya la toalla en su cintura no podía continuar ocultando las enormes ganas que tenía de hacerla suya sin importar que en este momento la chica parecía estar cubierta por un camión de basura… y es que, esta mujer es realmente hermosa, no solo tiene un cuerpo perfecto, sus delicados rasgos, su piel morena en contraste con esos ojos azules, su lacio cabello color azabache...
“¡maldita sea Sebastián!, no es momento de ser tan explícito con lo que miras”
Se reprendió a sí mismo en su mente, suspiró intentando mantener en calma sus instintos primitivos, se mordió el labio interno y recuperó de nuevo un poco la cordura, se acercó mucho a ella mirando como su piel sucia se estremecía con su cercanía sintiéndose muy satisfecho con esta reacción sin importar que solo fuera por el efecto del maldito difusor.
Justo en ese instante levantó su barbilla obligándola a mirarlo, cuando sus ojos se encontraron, se acercó más a ella y le habló al oído de nuevo
“Gatita, quiero que me mires bien y no me confundas con otra persona, yo no soy ningún Duque y no te voy a obligar a hacer nada que no desees hacer, mucho menos a casarte, mi nombre es Sebastián Montañez, soy el presidente de la compañía Montaña Alta, a partir de hoy serás mi mujer y no tendrás que temer a nadie, y mucho menos esconderte, te prometo que sin importar lo que hayas hecho anteriormente, podrás tener todo el poder y el dinero que necesites para deshacer cualquier compromiso si te quedas conmigo”
La mujer separo su rostro de su oído, retiró los largos dedos que permanecían sosteniendo su barbilla y lo miró fijamente, sus ojos claros en este momento estaban llenos de asombro; pues, definitivamente comprendió sus palabras, pero…
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