Ayuda a pensar.

El olor  típico de la granja aún me disgustaba, después de pasar dos semanas todavía me era molesto ese graznido de patos y el olor de los cerdos, mi lugar favorito eran las caballerizas aunque el olor de los caballos tampoco era muy agradable; tenía que acostumbrarme ya que esa sería mi vivienda permanente a menos que se soltara una guerra y tuviéramos que irnos al bunker pero, eso era más que seguro que no pasaría.

Aunque HanLin intentaba pasar la mayor parte de su tiempo conmigo para que no me sintiera sola y pudiera adaptarme más rápido, siempre tenía cosas que hacer y podía entenderlo, ella tenía trabajo y yo no, ella era una parte importante de toda esta organización y yo no, yo sólo era un adorno, como un muñeco que a pesar de todo, no era de colección y aunque fingía que eso no me molestaba, lo hacía, pero me recordaba a mí misma que todo era por el señor Ishihara, por él y nadie más.

Por otra parte, la señora Hayakawa si estaba conmigo todo el tiempo, o más bien, era yo la que no la dejaba sola ni un solo momento, no me gustaba estarlo en aquella enorme casa, así que la señora Hayakawa me enseñaba a cocinar y también unas cuantas palabras y frases en japonés, lo demás tendría que ser por mi cuenta. Al llegar la tarde, me iba al invernadero, donde cosechan frutas y verduras que no son del tipo de clima de Japón, me gustaba el equilibrado clima que había entre un área y la otra, los últimos días el clima a estado muy cálido, así que prefería irme a la zona helada, y aunque muchos de los trabajadores me vieran como una persona rara, me llevaba una chamarra y me iba en bicicleta hasta el final del campo de la casa. Disfrutaba el viento en mi rostro y los pétalos de los árboles de cerezo enredarse en mi cabello. Que buenos días eran aquellos.

    Era diciembre, noche buena pronto llegaría y HanLin haría una enorme fiesta en la que los familiares de ella y del señor Ishihara estarían invitados, la señora Hayakawa se encargaba del buffet, ella decía que le disgustaba hacerlo en esas fechas, debido a que el alimento favorito de las familias japonesas era nada más y nada menos que el pollo frito de la cadena KFC, ella me decía que siempre era la mejor elección por muy tradicionales que fuesen, pero con la familia Ishihara ese no era el caso, la mayoría de los yakuzas prefería una cena tradicional como una familia tradicional al igual que la familia Han; así que la señora Hayakawa tenía que cocinar dos tipos de comida, China y Japonesa. Yo no sabía que haría en esa fecha, tanto la señora Hayakawa como HanLin me habían dicho que no había problema si yo me encontraba ahí pero ¿Qué tan vergonzoso es estar en la cena familiar? Familia que, si bien recuerdo, no es mía en ningún sentido.

Mi mente solía divagar siempre, y aunque estaba en la piscina del patio trasero para relajarme, lo único que conseguí fue que mi mente regresara a darle vueltas al mismo tema.

Estaba sentada en la orilla, con el tubo de los pantalones enrollado hasta las rodillas, movía mis pies con parsimonia en el agua fría de la piscina mientras veía mi reflejo oscuro en el agua, la luz de la luna me ayudaba un poco pero no lo suficiente para darme cuenta de la llegada del señor Ishihara, se colocó en cuclillas al lado de mí y me observó unos segundos, como yo a él, llevaba sólo unos pantalones de chándal, iba descalzo y no llevaba camisa puesta, su mirada siempre me había provocado escalofríos.

─Buenas noches, señor Ishihara, se me había olvidado que llegaba esta noche.

─Bueno, no importa, Emma. Igualmente no había avisado a nadie que me encontraba aquí.

─ ¿Cómo le fue en su viaje?

─¿Qué puede ser divertido en un viaje de negocios?

─La compañía del señor Kamijo es divertida ¿No le parece?

─A veces suele ser como un bufón personal, me agrada su entusiasmo combinado con su humor negro, pero a veces puede ser irritante que todo se lo tome a juego, sus comentarios me provocan dolor de cabeza.

─Lo he visto sonreír continuamente cuando está a su lado.

─Bueno, es como un perro que te sigue a todos lados y del que no te puedes deshacer pero que al mismo tiempo es divertido verlo perseguir su cola.

─¿El señor Kamijo sabe que se dirige de esa manera a él?

─No, por eso te lo estoy diciendo, porque sé que tú no dirás nada... o ¿Eres capaz de traicionarme?

—Claro que no señor.

─Buena niña, ¿Qué haces aquí afuera con este frío?

─Sólo divagaba, me gusta la tranquilidad de la noche, ahora yo le pregunto a usted ¿Qué hace afuera, con este frío y sin camisa?

─Claramente estoy acostumbrado a este clima, a veces me hace falta un poco de frío para poner a trabajar a mi cerebro.

─ ¿No es al revés?

Soltó una pequeña risa, enrolló el final de sus pantalones hasta sus rodillas y se sentó a la orilla de la piscina, a mi lado. Se veía relajado y al mismo tiempo alegré, me gustaba cuando no se encontraba a la defensiva como solía ser todo el tiempo.

─La geishas, antes de la segunda guerra mundial, solían meter sus manos en agua con hielo y tocar el shamisen cuando había invierno, todo esto, para que sus dedos tocaran con más rapidezlas cuerdas y sonara una melodía perfecta, sin los dedos engarrotados o lentos por el frío.

─ ¿Qué me está queriendo decir?

─Que debes de aprender a manejar tu cuerpo aun cuando haya dificultades, es decir, si tu sientes que no puedes pensar correctamente cuando hay algo que te moleste, debes de entrenarlo con ese método, el frío siempre me da ganas de dormir, pero no puedo darme el lujo de descansar cuando tengo muchas cosas en las que pensar y hacer; entreno mi manera de pensar saliendo al frío y enfrentarlo.

─No se lo tome a mal, señor Ishihara... pero es muy malo con las comparaciones ─reí─ aunque me gusto la anécdota de las geishas.

─Es una buena historia ─sonrío ampliamente─ la verdad, estoy aquí porque te extrañaba, Emma, de alguna manera extrañaba ver tu cara ─colocó su mano izquierda en mi mejilla derecha y la acarició ligeramente con el pulgar─ tus ojos tan expresivos y esa linda sonrisa.

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