Te encontré.

Había un molesto pitido en mi oído izquierdo y el ruido se escuchaba como un eco, no podía comprender que era lo que realmente sucedía, quería entender la situación, pero el dolor en mi pierna izquierda no me dejaba levantarme; el sabor de la sangre en mi boca era muy fuerte, al parecer me había roto el labio, pero... ¿Con qué? Miré a mi alrededor, todo era escombros y fuego, el sonido de las armas de fuego siendo disparadas una tras otra y el ligero eco de gritos. A mi lado, el cuerpo inerte de una de las personas que estaba conmigo hace tan solo quince minutos, intenté identificar quien era pero no lograba distinguir los rasgos quemados de su rostro, era poco claro.

A lo lejos vi el resplandor de las sirenas de la policía, algunos hombres con el uniforme del ejército japonés disparaba hacia mi dirección, a la dirección de la casa. Quería moverme, de verdad que quería cambiarme de posición y tratar de ocultarme para encontrar un poco de protección, pero no me podía mover, sentía mi cuerpo pesado, como si algo o alguien se encontrara encima de mí.

No había escapatoria, no tenía lugar a donde huir y mucho menos si sentía a mi cuerpo como un impedimento, el dolor en mi cabeza combinados con el líquido que salía de mi oído izquierdo me tenían aturdida, sin saber absolutamente nada de nada.

Me aferré a mí misma, tomé mis propias manos e intenté aferrarme a la idea de que todo era una pesadilla o una broma de mal gusto.

O así era hasta que desperté en una horrible y helada sala construida a base de puro concreto.

─La cafetería tiene pastel de carne.

Lucy vino a mí, caminando lentamente con la bandeja de su comida en manos, miraba con extrañeza el plato con comida que tenía en su bandeja, para después sentarse en frente de mí y observar a aquella cosa con forma de albondigón  podrido.

─ ¿Estas segura de que es pastel de carne?

─Sí, de lo que no estoy segura es de la clase de carne con la que está hecho.

─No es restaurante cinco estrellas así que no creo que sea con carne de perro.

─Si así fuera, moriría de gusto por poder probar carne de verdad desde hace años.

─Lucy Gray no tiene tan buena suerte como para que eso le suceda.

─Lamentablemente eso es cierto ─miró unos segundos más su plato y tomó la cuchara que tenía al lado para probarlo─ tiene mal aspecto, pero sabe a puerco.

─La carne de humano sabe a puerco.

─Ángela se fue a la "cangreja" hace una semana y no ha regresado ─levantó los hombros para no darle importancia y siguió comiendo.

─Ángela era muy delgada, su carne no alcanza para alimentar a todas las mujeres de la prisión.

─Da igual, no sabe mal.

Suspiré, miré hacia el patio de la prisión y mi vista se detuvo en la sombra de la guardia de seguridad que cuidaba la entrada; lo que me hizo pensar en una mujer que se paraba así todos los días que se encontraba en la casa de Ishihara; siempre estaba de pie y en la posición de descanso de un guardia, la maestra del sarcasmo y las armas. Ishihara Yuki, la hermana mayor de Kaito, una mujer que siempre estaba pendiente de todo lo que pudiese suceder, siempre atenta, nunca divagando, era su propia jefa de seguridad y la jefa de seguridad de HanLin, aunque nunca estaba presente al cien por ciento, siempre estaba tratando de proteger a HanLin.

Nunca le agradé, siempre estaba sospechando de mí, siempre siguiéndome con la mirada y escuchando todas las conversaciones privadas que tenía, nunca estuvo de acuerdo con que Kaito me tuviera en la casa, siempre le decía que yo estaba mejor en la casa de la servidumbre o en la casa de los empleados de la granja ya que era muy peligroso que yo escuchara conversaciones sobre los negocios. Podría decir que era molesto el que siempre se la pasara hablando de mí como si yo no estuviera, vaya que lo era, pero hasta yo reconocía que me sentía mal por no poder encajar ahí, era la única persona en esa casa que no tenía nada importante que hacer más que vagar y darle un poco de cariño a los animales de la granja.

Pero a pesar de eso, Yuki no me desagradaba, no era una mala persona, era muy bella y tenía una sonrisa hermosa, se veía como la perfecta francotiradora sexi de un videojuego de armas; su cara era como la de una Barbie, además de que su larga y abundante cabellera le daba el aspecto de una muñeca de colección, sus largas piernas la hacían ver estilizada y como una modelo de pasarela, una mujer hermosa que desperdiciaba su vida en la Yakuza; tenía pretendientes a montón, desde jóvenes hasta viejos pervertidos que le ofrecían todo tipo de regalos y tratos con tal de que se casara con alguno de ellos, sin embargo, Yuki estaba totalmente entregada a la vida militar; muchos se referían a ella como una parte importante y especial del ejército japonés, ella nunca hablaba de ello y mucho menos si yo me encontraba presente. HanLin solía referirse a ella como "Kitsune", esto no tenía nada que ver con su aspecto y no entendía la razón de su sobrenombre, solo tenía como referencia al lobo de 7 colas que tenía tatuado en la espalda, un enorme tatuaje que ocupaba toda su espalda y al que cada cierto tiempo iba a retocar y a agregarle una o media cola más a su zorro. Esa era Ishihara Yuki, alguien que a mi vista era indescifrable... aunque nunca intenté entenderla, no era mi fuerte.

Cuando regresamos a nuestras celdas y estas fueron cerradas, me di cuenta de que la chica de todos los días no había ido a verme, mi primer pensamiento fue que se había cansado de que le diera vueltas al mismo tema de siempre en la entrevista, o tal vez, el hecho de que ya no le interesaba nada de lo que decía después de que le cerré la puerta a saber más de mis relaciones amorosas y mis deslices, así me sentía mejor, más segura de mi misma.

Antes de que apagaran las luces, una guardia se acercó a mi celda, me llamó con fuerza y me entregó una carta, era algo raro ya que después de cierta hora ya no me podían entregar nada; la tomé y regresé a mi cama, ahí abrí el sobre y saqué una hoja de color blanco, venía el nombre de la chica que me entrevistaba y en la hoja me pedía que rellenara las preguntas que quisiera contestar y lo enviara de vuelta. Eran preguntas triviales, así que las contesté todas, metí la hoja en el sobre y la guardé debajo de mi almohada para regresarlo el día de mañana.

A la mañana siguiente, después de las duchas, entregué la carta a la dirección y regresé a mi celda a esperar la hora de visitas, más que nada porque yo sabía que aquella chica no vendría el día de hoy, así que esperaba que alguien llegara a visitar a Lucy para que me contara una de las historias que le venían a contar a ella.

Pero las cosas no fueron de esa manera, la guardia que siempre venía por mí llegó a decirme que tenía visita, pero al conducirme por los pasillos me di cuenta de que no era la sala normal de las visitas, sino que era la sala de la dirección, eso podía significar dos cosas; la primera: me había engañado y más bien, la directora quería hablar conmigo y me trajo a base de engaños, la segunda: era alguien que podía permitirse el lujo de pedir una visita especial y pagarle a las personas para que no dijesen nada y le dieran la oficina de la directora; el problema era el hecho de que tenía una lista pequeña de personas que podían hacer eso... y ninguna de esas personas sabe que estoy en prisión y mucho menos en Londres, así que mientras más me acercaba a la puerta custodiada por guardias, más miedo me daba, no significaba nada bueno.

La  puerta fue abierta y una vez que entré, fue cerrada con seguro por fuera, mi vista estaba en el suelo, pero tenía que mirar a la persona que había descubierto mi paradero.

Sentado en el escritorio, estaba Kamijo Aki, con su clara sonrisa de despreocupación, su traje negro azabache y sus guantes de seda que cubrían sus manos, entre sus dedos giraba un encendedor y sus pies estaban encima del escritorio, sus ojos estaban cubiertos por unos lentes de sol que no venían al caso con el clima nublado y frío de Londres; su cabello estaba alborotado, de su color negro no había nada, ahora estaba rubio oscuro, tenía unas pequeñas ondulaciones que lo hacían ver despreocupado y como todo un playboy. Tragué con fuerza el nudo en mi garganta y me acerqué a pasos lentos.

─Creo que... cierta mandrágora se enterró muy abajo en la tierra y se negó a dar sus flores ¿no es así? No sabes cuánto tiempo llevo buscándote y ahora que al fin te encontré, no sé qué decirte.

─Podrías empezar diciéndome la razón por la que me estabas buscando.

─No hace falta... yo sé que tú sabes la razón por la que alguien como yo vendría a buscarte a un lugar como este.

─Lo sé.

─Yo quiero una explicación.

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play