Luna de Miel.

La boda, la noche de bodas y la luna de miel deberían de ser esa clase de cosas que nunca olvidas, esas cosas que se guardan en tu mente y corazón para que sean recordadas por siempre; la primera vez en la que sabes que estas unido a alguien más, que eres parte de alguien más como ese alguien más también es parte de ti. Una ocasión perfecta e inolvidable.

Mi caso no fue ese. En mi caso fue una de las cosas que tanto desearía borrar de mi mente, algo que, sin lugar a dudas no quería en mi mente. La noche de bodas fue lo pero de toda la situación. Recuerdo que cuando llegamos, yo temblaba de la cabeza a los pies, me sentía muy mal por lo que vendría a continuación, tenía una especie de sensación de alegría, emoción, tristeza y también miedo. Había sido una mujer violada, alguien que no tiene ni la más mínima idea de como tener relaciones sexuales con alguien, una relación consensuada en la que ambas partes están de acuerdo; mi mente era virgen pero mi cuerpo no, él sabía lo que había pasado, tanto antes de conocerlo como después, pero nunca me preguntó como es que me sentía al respecto, si estaba lista o no.

Me dio una hora. Durante esa hora, estuve preparándome mentalmente para lo que tenía que pasar, no me daba asco el que fuera un hombre más grande que yo, lo que sentía era nerviosismo al saber que probablemente no le gustaría, se supone que el acto es para que ambas partes lo disfruten, pero yo tenía todas en mi contra. Era primeriza y además, tenía un gran trauma al pensar en alguien encima de mí, tocando mi cuerpo... mi cabeza dolió en esos momentos y sentía que explotaría en cualquier momento, sentía que el techo sobre mi cabeza se caería encima de mí.

Cuando el tiempo finalizó, él estaba desesperado en todo aspecto, tanto así que fue demasiado brusco al aventarme a la cama, no me dejó decir nada, no me dejó hacerle saber que tenía miedo, que estaba asustada y que no sabía que es lo que tenía que hacer, muy dentro de mí sabía que a él le daba igual lo que estuviera sintiendo, que no le importaba y que como estábamos casados, el podía hacer lo que se le venía en gana. Eso no era correcto y lo sabía, ojalá hubiera tenido el valor para decirle que se detuviera o que me estaba doliendo, que la cabeza me iba a explotar y que mi entrepierna ardía. Pero, así como no tuve las fuerzas ni el valor de replicar, así tuvo el la amabilidad de detenerse cuando me vio llorando.

No hubo disculpas, no hubo un abrazo, un beso o unas palabras dulces que me hicieran sentir bien, que me hicieran sentir querida y que todo eso fue sólo una mala experiencia. Mi mente me dijo que finalmente, daba igual lo que yo sintiera y que, aunque se haya sentido así, eso no había sido una violación... porque era mi esposo.

También recuerdo que, a la mañana siguiente, el no estaba a mi lado, el no estaba junto a mí como debería de ser cuando las personas tienen su noche de bodas, es más, no estaba en toda la casa y no apareció hasta la tarde, hasta que el sol se ocultaba y dejaba una luz rojiza en el mar. Recuerdo lo fuerte que me latía el corazón porque él no se encontraba ahí y lo fuerte que lo abracé cuando llegó... también, puedo recordar lo fuerte que me empujó cuando lo toqué.

-Entonces, continuemos, señora Worrell.

-Ya qué.

-Durante toda su luna de miel ¿Cuánto reforzó su relación con él?

-Nada. Si lo ves desde mis ojos cuando tenía 22 años, mi relación con él era más fuerte que el de cualquier otra pareja de la televisión, nos amábamos, estábamos tan enamorados, me regalaba cartas, aunque viviéramos en el mismo lugar, me daba rosas y dulces y teníamos sexo, mucho sexo.

-¿Era romántico?

-Claro que lo era, cuando le convenía serlo. Por cada carta que me escribía, me tiraba al suelo cada vez que lo abrazaba. Por cada ramo de rosas, había un hematoma en mi cuerpo, o un jalón de cabellos, y de todas esas veces en las que tuvimos sexo... solo 2 fueron consensuadas... a la fuerza.

-Disculpe la indiscreción, pero... Si ya abusaba de usted ¿Por qué se quedó?

-Reí estruendosamente ante la pregunta- Mi cerebro no reaccionaba, no había otra forma de decirme a mi misma que la situación no me convenía, que estaba mal, que no había salido de la calle y de aquel burdel como para que ahora llegara a una casa con un hombre que decía amarme pero que aún así me golpeaba.

-¿Alguna vez le quiso dar a entender que no le gustaba la situación?

-Mas veces de las que crees, y siempre era ignorada o golpeada. Los últimos días de la luna de miel las cosas cambiaron un poco así que por eso mi mente me decía que la turbulencia había pasado y que ahora solo quedaba que yo pusiera de mi parte tanto como él lo estaba haciendo.

-¿Puede explicarse mejor?

-Verás -me acomodé en aquella silla de metal que hacía que me doliera la espalda y el trasero después de 20 minutos de estás ahí sentada- Tres días antes de que partiéramos de Australia y de que yo me haya curado de mi infección estomacal, durmió plácidamente conmigo mientras me abrazaba, a la mañana siguiente fue él mismo el que me preparó el desayuno y durante el resto de la tarde estuvo conmigo, como si realmente fuéramos una verdadera pareja de esposos enamorados recién casados.

-Pero eso es lo que ustedes eran.

-Casi, eso es lo que yo quería que fuéramos y lo que mi mente decía que éramos, ahorita yo se que las cosas no eran así y que solo era la calma antes de la tormenta.

-¿Cuál cree que fue la razón de todo eso?

-Que iríamos a Japón, a una de sus locaciones escondidas y ahí se encontraba su verdadera esposa.

Lo recuerdo como si hubiera sido ayer, y no es mentira; recuerdo sus caricias, sus besos y abrazos, las palabras cariñosas que salían de su boca cada vez que fingía quedarme dormida, y claramente eso era porque él sabía que estaba despierta, sino, nunca me hubiera dicho esas palabras estando dormida.

Aún recuerdo lo electrizante que fue el que me tomara de la mano y besara el dorso de la misma, ese anillo de matrimonio que le gustaba colocarme siempre que no lo llevaba puesto. Había muchas razones para creer que realmente me quería, aunque hubiese sucedido todo aquello, había razones en sus acciones, sus sonrisas y la forma tan linda en la que acariciaba mi cabello que tanto repetía que le gustaba.

Tal vez, eso último no era mentira, tal ve era cierto y sólo tal vez, era la única cosa que de verdad le gustaba de mí. Mi cerebro no dejaba de engañarse con todo eso, con recordar todas esas cosas buenas, borrando las cosas malas, y es que, en la luna de miel, fue la última y primera vez que sucedió... o al menos en un muy buen tiempo.

Ese hombre, era la clásica persona que era "perfecta" en casi todo, su manera de andar, de vestir, la forma en la que se comunicaba con los demás y sonreía, su sonrisa era la que más me encantaba de todas esas cualidades que yo trataba de relucir por encima de todos esos defectos que eran muchos, demasiados comparados a sus cualidades. Pero a partir del día en el que fuimos a Japón, todo cambió, incluso fue como si algo se hubiera roto dentro de mí y no específicamente el corazón.

Me había sentido, defraudada.

-¿Qué sucedió cuando ustedes llegaron a Japón?

-No recuerdo la locación en sí, nunca supe a que aeropuerto habíamos llegado ya que yo no leía sus letras y mucho menos entendía a los residentes así que el lugar de mi llegada a permanecido desconocido para mí desde siempre. Fuimos en auto hasta la primera parada, "La mansión Kuro" que en español quiere decir negro, era la mansión negra y con esto no se refería al color o algo así, más bien era por la zona en la que se encontraba y porque todo estaba siempre a oscuras y alumbrado con velas y candelabros para no llamar tanto la atención de las personas que llegasen a pasar por ahí.

-Pero una mansión siempre llama la atención.

-Así es, era grande, como un castillo, pero al mismo tiempo, por fuera era como una casa de dos pisos común y cualquiera, pero por los distintos adornos llamaba la atención y siempre parecía estar desocupada. Fue ahí donde la vi por primera vez.

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