Entrevista. Segunda parte: El engaño.

Puedo recordar lo solitaria que me sentí el día en que llegué a aquella casa; dormí sola, como si estuviera viviendo en mi apartamento, sólo que estar ahí completamente sola en aquella habitación absurdamente grande para una sola persona hizo que sintiera mucho miedo, tenía mucho frío, el concreto de las paredes y el techo combinado con el aire acondicionado hacía parecer que el clima estaba helado, el cielo nublado, lloviendo y aparte con un aire helado corriendo por todo lados en diferentes direcciones. Tenía las mantas hasta las mejillas tratando de mantener mi calor corporal, mi nariz estaba fría y aún cubierta con todos esos edredones me sentía congelar.

Algo que había que agregar a toda esa soledad era el silencio, un silencio infernal como si estuvieras en un cementerio, en mi apartamento al menos sentía el ruido del perro que corría en el apartamento de arriba, siempre las mismas uñas en el suelo a las 4 de la mañana, cuando yo regresaba de trabajar; el ruido de mis vecinos gritándose o el de gemidos cada vez que tenían sexo. Ahora no había nada de eso, solo había silencio.

Tanto silencio me dio cosas en que pensar, y lo primero que llegó a mi mente fue Sara. Esperaba que estuviera bien, y quería, por un momento pensar en que la extrañaba y en cuanto me hubiera gustado que estuviera en mi boda; así que traté de enfocarme en las cosas buenas que había hecho por mí o en otras cosas que pudiera sacar de ella, pero no había nada, mi madre nunca fue un modelo a seguir, nunca hizo nada bueno por mí ni me regaló nada, solo llegaban a mi mente las ideas de todas esas cosas que hicieron que mi vida se convirtiera en un completo fiasco.

Me levanté de la cama para poder sacar esos pensamientos de mi mente, y al ver el paisaje artificial de luna y cielo estrellado, me hicieron recordar a HanLin y al hecho de que ella era la verdadera esposa de el hombre que amaba. Me la imaginé, en su boda, con un vestido blanco magnifico, una sonrisa en su rostro mientras sostenía un ramo de flores, decía sus votos y después colocaba el anillo en el dedo anular de su esposo, quien sonreía ampliamente y le regalaba un beso en la mejilla.

Alejé de mi mente esos pensamientos y tomé la sábana que estaba a los pies de la cama, la coloqué en mis hombros, y descalza, me fui a dar un paseo por toda aquella casa tratando de encontrar consuelo o si me iba bien, al hombre con el que me había casado.

Fui y vine de todos lados, me había perdido en los amplios pasillos y las grandes puertas iguales. Llegué a la entrada de la biblioteca pensando que era la sala principal, al menos, el olor a libros y madera me relajaban bastante; me paseé por los pasillos con grandes estanterías y libros perfectamente colocados. Libros en inglés, chino mandarín y japonés, colocados en distintas estanterías para diferenciar el uno del otro. Al final de la gran biblioteca, un enorme cuadro pintando al óleo se encontraba colgado con un marco color dorado que lo hacía resaltar; era el retrato de bodas de HanLin y Kaito Ishihara. Ambos sostenían sus manos y se miraban con una gran devoción, sus ojos brillaban porque se encargaron de retratarlo perfectamente, el vestido de HanLin era tradicional y no lo sabía por conocer las costumbres japonesas, sino que, en la parte inferior del marco, había una pequeña tarjetilla escrita que decía "Boda tradicional japonesa".

Kaito tenía puesto un kimono de hombre color verde oscuro en la parte superior y en la parte inferior era blanca con ligeras líneas negras y zapatos tradicionales.

HanLin, en cambio, tenía un kimono completamente blanco con ligeros adornos negros en las costuras, una especie de capucha o gorro blanco en la cabeza con el interior rojo, algo que me recordaba al sombrero del líder del vaticano.

Aunque sonase egoísta, me encontraba aliviada al saber que su vestido no era hermoso, no fue tan grande y elegante como el mío, pero al mirar los rostros de ambos, no podía evitar pensar en lo felices que se veían juntos, con sus manos unidas, sus anillos de bodas y esas enormes sonrisas en su rostro.

Suspiré, y al ver la repisa debajo del cuadro, encontré un libro con la portada que al abrir, pude darme cuenta de que era un álbum de fotos de boda. Las primeras 10 páginas eran de sus fotos tradicionales de boda japonesa. Al terminar esas páginas, encontré un apartado que decía: "Boda Tradicional China". Era prácticamente lo mismo, sólo que los altares era diferentes y me sentí celosa al saber que tuvieron dos bodas diferentes, sus atuendos cambiaban mucho esta vez, ya que eran de color rojo intenso con adornos dorados, pequeños adornos a lo largo de las mangas y la falda de HanLin, sumando un extravagante tocado con muchos colgantes de color dorado, algo que podía asegurar, era de oro o baño de oro, Kaito tenía un gorro muy extraño en la cabeza de color negro, con grandes aletas a los lados, como si fuese un avión.

Al observar la foto con mucho detenimiento, pude ver como sostenían sus manos con fuerza y miraban a la cámara con sus enormes sonrisas y una luz hermosa en sus ojos.

Y así fue con 15 páginas en total.

Hasta que encontré el apartado: "Fiesta de boda internacional" y me tragué mis palabras de que mi vestido había sido hermoso, ya que el de ella... el de ella era como el de una verdadera princesa. Su vestido era de un blanco tan perfecto, tan liso y tan pulcro, era como una burbuja en la falda, algo tan grande y ampón que hacía parecer su cintura mucho más pequeña de lo que ya era, la manga era bombacha y empezaba por de bajo de sus hombros, tenía un bello collar en su cuello, un velo enorme, incluso más largo que la cola de su vestido que parecía una alfombra por lo larga y ancha que se encontraba, en el dobladillo de su vestido, tenía encaje, se veía hermoso, sumando a todo eso... una corona de princesa en su cabeza que sostenía su velo, era color plata y brillaba por las muchas gemas que poseía.

Su vestido era enorme, como el de una princesa pero al mismo tiempo era tan sobrio, como el de alguien que le gustan las cosas hermosas y extravagantes pero que al mismo tiempo, era elegante y me sentí estúpida por todo.

En esas fotos, se veían más serios, pero a pesar de todo, emocionados... y lo comprendía cuando leía la nota debajo de la foto de bodas en un palacio japonés.

Ella no era una princesa, se había convertido en una reina. La reina de la Yakuza de Tokio, no importa si mi matrimonio fuese real o no, si el de ella es falso y el mío real. Ante el mundo y la sociedad, ella era la reina, la esposa real, la que valía ante todos y no habría otra. Yo sólo era una consorte. Alguien de baja categoría que quería alcanzar el trono, pero ni a limpiar llegaría.

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