La manzana de Satán.

El calor de la habitación subía poco a poco, sentía que la ropa me quemaba y tenía una enorme necesidad de quitármela lo más rápido posible. A él le gustaba verme sufrir de esa manera, siempre se había regocijado en el dolor ajeno, pero no de una manera sanguinaria, sino que le gustaba ver rogar a los demás por su atención. Me había dado cuenta de que sabía como tenernos en la palma de su mano, o más bien, siempre me di cuenta, pero no quería aceptarlo; el clima estaba a cero grados centígrados, pero yo sentía que me estaba quemando, que la sensación sofocante era demasiada.

Hubo un tiempo en el que no creí que me llegaría sentir de esa manera, pero después de acostumbrarme y de que él llegara, era como si sintiera las llamas de un horno caliente cada vez que lo sentía pegado a mí de aquella manera.

Sus manos se paseaban con lentitud por mi cuerpo, delineando cada curva, sus labios rozando los míos, llevándome a la desesperación por querer probarlos, su sonrisa por la frustración que causaba en mí. No le gustaba que yo tomara el control, siempre quería tenerlo todo él, siempre quería ser el primero en besarme, el primero en tocarme y sólo con su permiso podía tocarlo.

Yo tenía una obsesión por su espalda, los músculos que sobresalían dependiendo el esfuerzo, rasguñarla e incluso delinear los tatuajes de la misma, tatuajes que me sabía a la perfección, cada línea, cada trazo.

Amaba la manera en la que acariciaba mis piernas y las levantaba para poder tener mejor acceso a mi sexo, sus besos lentos desde mi cuello hasta mi ombligo, le gustaba dejar marcas en mi en partes no visibles de mi cuerpo, como en el abdomen o en la cara interna de mis muslos.

Nunca fue del todo amable a la hora del sexo, siempre fue rudo, sus embestidas eran fuertes, duras y sin piedad, no sabía si le gustaba el como mis gemidos salían desgarrados de mi garganta o el dolor que le provocaba mis uñas clavadas en la piel de sus brazos o espalada, el fuerte jalón de cabellos de su nuca, nunca lo sabré. Pero a mi si me gustaba la forma tan ruda en la que me jodía; la manera en la que jalaba mis cabellos, como sostenía mis brazos como palanca para empujarse lo más dentro de mí. Sus dedos marcados en mis caderas y brazos, los gruñidos en mi oído y las mordidas en mi hombro.

Nunca fue delicado, incluso, cuando intentábamos serlo e ir despacio terminábamos haciendo las cosas demasiado rudas. Solo había calma al terminar, cuando todo estaba en silencio y sólo se sentía el humo del cigarrillo y podía escuchar el parsimonioso palpitar de su corazón, su brazo por debajo de mi cuerpo y su mano acariciando mi brazo hasta quedarme dormida, no sabía cuanto tiempo se estaba conmigo, si sólo hasta que me quedaba dormida o hasta la mañana siguiente, si dormía conmigo o se iba lo más rápido posible, pero me encantaban sus detalles, como la carta en la mesita de noche con un caramelo de cereza o a veces de uva. 

Incluso cuando no intentaba serlo, para mí era un hombre sensible y tierno.

 

—Ayer no llegaste.

—Si bueno —rió nerviosa— he estado viniendo todos los días y quería darle un respiro, que avanzáramos un poco en la historia.

—De acuerdo ¿A qué punto quieres llegar?

—¿Cuál era su relación específica con el señor Kamijo Aki?

—¿Mi relación exacta? Realmente no la sé, era alguien cercano, no sé si un amigo en sí pero cuando las cosas se volvieron complicadas con Ishihara, él, por alguna extraña razón, siempre se encontraba ahí para ayudarme. Para brindarme algún consejo, para hacerme reír, para coquetearme descaradamente, no importaba... aunque si lo pienso mejor, era raro verlo todo el tiempo ya que según yo tenía entendido... a él le gustaba Yamashita Koaru.

—¿Enserio?

—Claro, recuerdo haberlo hablado con HanLin, ella me lo había dicho y por ende siempre estaba muy pendiente de lo que el chico hacía o no.

—¿Usted se acostó con el señor Kamijo?

—Sí, esa semana me había sido muy pesada, Ishihara no volvía del lugar al que había partido con HanLin, así que me encontraba sola y aburrida... y él estaba ahí, siempre pendiente, me llevó a cenar, paseamos y hablamos de cosas triviales, tal vez fue la soledad que sentía combinado con le hecho de que sólo era una amante más y me acosté con él.

 

"—Pero hablando muy enserio, Emma. ¿Cómo no te diste cuenta de que Ishihara estaba casado?

—¿Acaso tu le ves un anillo en el dedo anular, una fotografía de HanLin o acaso se le ve hablando con ella?

—Siempre se la pasa hablando con ella.

—No es cierto.

—Ishihara usa nombres clave para todos, el de HanLin es Veneno de Wuhan, suele decirlo en japonés o en chino, no importa, siempre lo dice.

—No hablo a la perfección ninguno de los dos.

—Estás avanzando en el japonés, eso es bueno.

—El caso es que —suspiré cansada y me desparramé en el sillón—, nunca lo supe, nunca me lo dijo, tuve que llegar aquí, casada con él y ver como le decía a HanLin que se había casado conmigo, sentí tanta pena no sólo por mí sino también por HanLin.

—LinLin lo entiende, ella sabe que alguien como Ishihara nunca le será fiel, siempre habrá alguien más importante que ella.

—No digas eso, ¿Cómo es que se siente HanLin ante ello?

—Ella es bastante fuerte, y aunque sea una persona muy importante para él, nunca será el amor de su vida... y tu tampoco —sonrió con sorna y bebió del vino en su copa.

—Vaya, tenías que decírmelo justo hoy, gracias ­—exclamé con un tono de voz lleno de sarcasmo.

—Ese es mi trabajo, preciosa, hacerte ver la realidad, sólo existirá alguien más importante que todo su harem de amantes y esposas.

—¿Quién es? —me acomodé en el sillón y me senté más cerca de él, interesado por el tema que estábamos tratando.

—Sonrió satisfecho y dejó su copa en la mesita de centro para acercarse a mi rostro— ¿Qué me vas a dar a cambio si te digo?

—¿Eso importa?

—Como no importa ¿Aceptarás lo que yo te pida?

—Sí, ahora dilo.

 

 

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