Cuando el mundo se dio cuenta de que la diferencia entre un mito y una verdad es solo la época en la que se cuenta, los hombres empezaron realmente a temer.
Cuenta la leyenda del malvado Rey Dragón, que antes de desvanecerse en los confines del universo, afirmó con sus últimas palabras, que los Devoradores regresarían y terminarían lo que él había comenzado.
El tiempo había pasado volando, la comunidad del Divino se había extendido a cada rincón del planeta, preparándose para la oscura realidad que estaba por venir, pero esta vez sin la ayuda de los grandes dioses.
El cielo se partió, formando un agujero de gusanos a la altura del centro del planeta, y desde ahí llegaron los siniestros seres. Su primer destino fue Rafterflon, una horda de pequeños devoradores asediaron esta histórica tierra, devorando la energía viva de cada ser. Los jinetes de dragón no tardaron en intervenir, enviando a ciento veinticuatro valientes caballeros montados a dragón para purificar esta tierra, pero los pocos que sobrevivieron, dijeron no haber tenido la posibilidad de defenderse contra esas oscuras criaturas, definiéndolo no como una batalla, sino como una masacre.
Los grandes bosques se convertían en yermos sin vida, las ciudades eran arrasadas de la noche a la mañana, la gran universal de Temopler y su castillo eran utilizados como refugios que apenas podían defenderse.
El Divino, desde la torre de los dragones, enviaba jinetes, caballeros y soldados a cada rincón del planeta. Cuando el Divino se enteró de su devastadora derrota en Rafteflon, decidió enviar su mejor carta al combate, la Deidad de la Magia. Pero Rafteflon no era la única tierra que estaba por caer, justo al Sur en la torre que unía el cielo con la tierra, una gran horda de devoradores se acercaba a toda velocidad, si esa torre caía, los grandes secretos del cielo y la comunicación con los seres que estaban justo arriba se perdería para siempre.
El Divino viajó personalmente hasta la torre, llevando consigo una legión de jinetes, al llegar reposaron a los pies de esa torre justo como se había hecho hace cientos de años en la primera gran guerra contra los Devoradores esperando a que llegara, no tardaron mucho que a la distancia se los podía ver, era una enorme horda de bestias oscuras hambrientas mostrando sus feroces dientes.
El Divino se puso su cascó plateado, lo ajusto para que no callera durante su viaje, tomo su larga lanza y marcho directo a los Devoradores con sus jinetes, antes que ellos pudieran tocar tierra.
Poco después de haber terminado la batalla, en la cual el Divino con sus valientes jinetes habían ganado, llegaban buenas noticias desde el Norte, Rafteflon estaba segura, la Deidad de la Magia lo había logrado.
Pero al Divino algo le llamaba la atención, la velocidad en la cual los devoradores atacaban los reinos sin verlos llegar desde los cielos. Las dudas rápidamente se aclaraban cuando llegaron noticias de que una tropa de jinetes, había perseguidos a los devoradores heridos tras un combate hasta una isla justo en el centro del océano. Los jinetes definieron a esa isla como su nido. Una gran montaña con cientos de agujeros que llegaban hasta su interior y desde ellos cientos de miles Devoradores entraban y salían patrullando.
Si esto era cierto, ese era el lugar donde los oscuros Devoradores planifican sus ataques, así que el Divino planificó una última batalla, pero esta vez en territorio enemigo.
El Divino junto a la Deidad de la Magia fueron justos a esta misión, el Divino atacaría desde los cielos con la patrulla de dragones rojos, mientras que la Deidad de la Magia navegaría por los mares con los dragones azules para poner explosivos justo los pies de la montaña, el derrumbe que causaría la gran explosión los mataría a todos.
El prepararse para esta misión le tomo tres días, tres días de terribles batallas por el mundo, pero de una forma u otra el gran día había llegado, preparados cada uno en su puesto correcto, el Divino surco nuevamente los cielos con doscientos jinetes en dirección a la gran montaña, armados de valor y coraje, estaban dispuestos a morir por defender su tierra, poco antes que los dragones rojos llegaran a la gran montaña, se escuchó un gran rugido desde las cuevas que casi paralizan hasta los mismos dragones, una gran horda de Devoradores salió de la gran montaña del mar y voló en dirección a los dragones que comandaba el Divino, la batalla solo duro un instante, como un cardumen de pirañas hambrientas se abalanzaron sobre su presa, el único, pero malherido en poder sobrevivir a los devoradores fue el Divino, que decidido en seguir peleando entro a las terribles cuevas, para ganar tiempo a la unidad de los dragones azules.
La deidad de la Magia ya casi llegaba a las costas de la gran montaña, gracias al sacrificio de los dragones rojos, pero justo en ese momento una nueva horda de Devoradores salió de la montaña y poco antes de llegar a los dragones azules, los grandes dragones marrones se interpusieron para darle aún más tiempo, a toda velocidad surcando los mares con dragones y barcos se apostaron en la costa de la gran montaña, pero desde las orillas grandes bestias alargadas, como los gusanos de mar, salían para defender la isla, era el turno de los dragones azules, debían mantener la posición hasta que los explosivos estén en el lugar adecuado.
El Divino seguía matando esas asquerosas criaturas dentro de la gran montaña, si era necesario para darles tiempo llegaría hasta su núcleo, y así fue, pudo ver con sus propios ojos el gran nido de los Devoradores y justo en el centro una nueva reina, idéntica a la que había asesinado hace miles de años, sin pensarlo el Divino y su valiente dragón se abalanzaron a la batalla contra esa gran bestia y todos los devoradores allí presente, la oscuridad se abalanzó contra el Divino haciendo que el valiente héroe y protector muera por la causa que defendió con su vida.
Un estruendoso ruido se escuchó desde dentro, como una explosión de energía, que se pudo escuchar hasta los confines del mundo, y aunque no lo habían visto, todos los seres vivos que escucharon ese sonido sabían que el Divino había perdido su vida en aquella última batalla que definiría la guerra.
La Deidad de la Magia seco las lágrimas de sus ojos y con su unidad terminaron de colocar los explosivos en grandes barriles, montaron sobre los dragones que aún estaban de pie y se alejaron tan rápido como les fue posible de aquella isla, la explosión encandilo a los jinetes que había sobrevivido, la gran energía con la que exploto fulminó por completo a todo tipo de vida en aquella maldita isla, los pocos devoradores que aún seguían revoloteando por la zona, volaron hacia espacio, abandonado por completo la tierra.
Todo por fin había acabado, creando nuevas leyendas y mitos que tarde o temprano serán olvidados, grandes héroes como el Divino o aquella gran legión de dragones rojos, serán recordados hasta que nuevas leyendas ocupen su lugar, pero había una realidad si aquellos devoradores que lograron escapar encontraran otro reina, tarde o temprano regresarán
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