Así como se predijo en la antigüedad, una leyenda entre el bien y el mal se esparcía en el cielo anunciando su llegada, cuarenta años después del nacimiento del Divino, los Devoradores regresaron.
La primera señal fue cuando la luz de la luna y todas las estrellas dejaron de brillar, las noches eran oscuras, solo se iluminaba por el fuego de las antorchas. Los diferentes pueblos que no compartían religión ni pensamientos, llegaban a la misma conclusión, era el fin del mundo.
Creyentes o no creyentes de la antigua leyenda, era verdad. Poco después de perder la luz nocturna, la siguiente señal fue la gran sequía, los ríos se extinguían, al igual que los mares, revelando más misterios y preguntas que nacieron en el mundo.
La gran batalla entre el tritón oscuro y el jinete del mar era una de ellas. No era una leyenda, era un hecho que había sucedido hace no más de diez años. El Gran Gusano de Mar, que azotaba mares y océanos al oeste del mundo, junto a su padre, el tritón, habían sido asesinados, aunque eso le costó la vida al jinete del mar.
Poco después de las grandes sequías, las bestias empezaron a migrar, a dejar sus tierras y simplemente desaparecieron de los ojos del hombre, esto al principio era un alivio, las terribles criaturas de los bosques, desaparecen de la noche a la mañana. Poco después de los festejos y de entender las profecías al pie de la letra, se dieron cuenta de que las bestias no se marchaban a otra región por placer, sino que huían de lo que estaba por llegar.
El ganado dejó de comer, y todo intento por alimentarlo era inútil, los caballos dejaron de correr, la comida perdía su sabor. El fin estaba cerca mostrando sus feroces garras. Desde una colina al norte de la tierra, la última esperanza de la humanidad se hacía más fuerte. Cientos de dragones con sus jinetes eran liderados por el Jinete Divino.
El Divino sabía que no solo necesitaba dragones, necesitaba jinetes, guerreros que no le teman a la oscuridad, ni a montar en los cielos.
A los pocos días que el Divino llego a la gran montaña, donde se ocultaban los dragones, bajó al valle, justo a los pies de la gran montaña, encontrándose con un pequeño pueblo, lentamente y con delicadeza, contó quien era y su deber con los seres humanos.
Al principio costo prestarle atención, pues justo detrás de él se encontraba su enorme Dragón Rojo que inspiraba miedo. Por más distraídos que estaba el pueblo, entendían quien era él, la religión y cultura de esa pequeña comunidad hablaba de dragones y ángeles que protegen al hombre del mal.
Empezó una campaña de reclutamiento, para ser jinetes de dragones, también se necesitarían una gran cantidad de herreros capaces de trabajar minerales preciosos y semi preciosos, con los cuales se formarian armas, armaduras y amuletos para defenderse de los devoradores.
La campaña del Divino con su dragón se esparcia por todo el mundo, los dragones anunciaban en el idioma del hombre su regreso y el gran mal que se acercaba.
La repuesta en los reinos no eran siempre iguales, algunos creían en el llamado y otros no, cuestionaban las palabras de los dragones y en ocasiones se les intentaba cazar.
Pero en poco tiempo, pudieron formar una enorme comunidad, con un solo objetivo, la supervivencia del ser humano.
Los más feroces guerreros entrenaban para convertirse en jinetes de dragón, los arqueros eran puestos a pruebas milimetradas para lanzar flechas a metros de distancia, los agricultores y ganaderos, eran los encargados de mantener un flujo de alimento abundante, los herreros, se encargaban de fabricar armas dignas de los jinetes, revestían a los dragones de enormes armaduras que se mezclaban entre sus escamas.
La comunidad tenía una orden, un motivo para vivir, la supervivencia de su raza, el nombre de la orden era. Jem Drakon, Jinete Dragón.
Los Jem Drakon se extendieron por años en la región y luego en el mundo, buscando más y más reclutas, construyendo fortalezas, armamento y métodos para detener a los devoradores.
El Divino sabía que lo que había sucedido miles de años atras, esa antigua civilización guerrera, no pudo frenar a los devoradores, sino por la intervención de los dioses, así que decidió emprender un camino religioso para encontrarse con los únicos que podían parar esto, Los Dioses.
Durante tres años se sentó solo a en la cima de la montaña, a reposar en paz, se decía que ahí había ángeles, los fieles servidores de los dioses, en algunas ocasiones los hombres que llegaban a la cima tras días de un largo viaje, decían que escuchaban las voces de seres de otro plano, que les invitaban a descansar en paz en la cima.
Los meses pasaban y el Divino había encontrado una meditación extrema donde su cuerpo se unía a cada gota de agua y a cada centímetro de la tierra. Las primeras imágenes llegaban a la mente del Divino, podía ver a dos seres azules, que lo llamaban diciendo hermano.
La meditación seguía y seguía hasta que pudo tener un contacto directo y estable con los seres que se querian comunicar con él y tan pronto se elevó a una conciencia más alta, pudo entender con claridad su total naturaleza.
También pudo entender que los cinco dioses ya no volverían a defender a las razas, pero en el mundo existía una forma de encontrar un poder muy similar al de ellos, la magia de los elementos.
Hace un tiempo atrás, la deidad de la magia atacó a los humanos quitándole su magia entregada por los dioses.
Si lograba convencer a la deidad de la magia que otorgue nuevamente sus poderes a los hombres, podían defenderse de los devoradores.
Así que ese mismo día el Divino, junto a cinco jinetes más viajaron al sur, la tierra donde se ocultaba la Deidad de la Magia.
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