En el vasto y enorme planeta en el cual las leyendas se hacen realidad, donde los dragones surcan los cielos y aterradoras criaturas se ocultaban en las profundidades del mar, existían los bosques oscuros, pocos podían deducir porque se lo llamaba así. Algunos decían que su nombre se debía a la gran vegetación que cubría el cielo, haciendo que el sol no pueda iluminar la tierra, otros decían que la oscuridad de aquellos bosque no era proveniente de esta tierra, si no que eran portales a mundos distantes, lugares donde la luz no podía brillar para esconder los secretos de miles de años de antigüedad. Pero la verdad solo la sabían unos pocos y no se alejaba mucho de las teorías anteriores, pues las enormes raíces de los árboles ocultaban una parte muy antigua del mundo, una raza que había perdido el derecho, su lugar en el mundo.
En el pasado, en una época donde las razas vivían en armonía, un elfo decidió apropiarse de la vida de una niña humana. La tierra en cierta forma se dividió ese dia, los errores de ese elfo codicioso llevó no solo a una guerra entre las razas Humana y Élfica, si no también, desató una serie de guerras que terminaron con ciento de razas a lo largo del planeta como así lo fue la de los Trasgos en Rafteflon.
Se creía que los Elfos mantenían alianzas con otras razas, como los Orcos, Trols y Trasgos. Su posible alianza que jamás fue comprobada trajo guerra a toda la tierra, pero también este fue el paso fundamental para que todas las disputas y guerras Humanas terminaran, a excepción de la guerra del continente del Este.
Detrás de enormes árboles y raíces se ocultaban las grandes ciudades élficas, aquellas que desaparecieron de los ojos del hombre, con sentimiento de culpa a causa de los actos impuros que su ancestro había hecho. Los elfos a pesar de vivir ocultos y negarse a salir fuera de los bosques, mantenían una próspera y avanzada civilización, en armonía con la naturaleza.
Los hogares eran construidos con los minerales más preciosos que le daba la tierra, las grandes arquitecturas élficas llegaban a la copa de los árboles más alto, imponiendo respeto y honor. La agricultura prosperaba a cada paso y su raza era cada vez más grande.
A los elfos desde que nacían se les enseñaba el sentimiento de culpa, que se clavaba como afilada cuchilla en su pecho, haciendo que cada respiración, cada movimiento de sus músculos sea doloroso. Quizás Tmin fue el primero en querer quitar esa afilada cuchilla de una vez por todas.
Tmin tenía un plan o por lo menos así lo llamaba frente a sus hermanos elfos, quería disculparse con los humanos llevando regalos a sus tierras, la idea de Tmin no fue muy bien recibida, pues se creía que los humanos jamás volverían a aceptar a los elfos o aún peor, que se inicie una guerra.
Tmin convenció solo a un pequeño grupo de sus hermanos, los más cercanos a él, pidió que cargasen sus enormes bolsos con cientos de obsequios y así una noche sin despedirse se marchó con su pequeño grupo que compartían su idea, llevando ciento de regalos élficos a tierras más allá del bosque oscuro.
Cuando Tmin cruzó el bosque con su pequeño grupo, frente a él vio otro mundo, por más que el césped sea verde y la vegetación muy similar, su corazón no se sentía como en casa. Pero sin perder demasiado tiempo siguió su viaje, el reino de Lgon era el más cercano a su gran bosque, así que decidió empezar por ahí.
Los elfos utilizaron capuchas y grandes trajes para esconder sus orejas largas, pues la única forma de reconocer a un elfo eran sus orejas y en algunos casos su color de ojos.
Tras dos días de viaje con mariposas en el estómago, entraron al gran reino de Lgon, sus murallas eran tan altas como el cielo, sus guardias armados con enormes lanzas en la puerta, las carrozas entrando y saliendo del reino cargadas de riquezas y especias. Era algo que Tmin jamás había visto, no tuvieron demasiado problema en entrar, solo tuvieron que cambiar sus nombres por algo más humanos.
Una vez dentro estaban aún más nerviosos, Tmin sacaba libros, telas finas y algunas pequeñas joyas que repartía a todos los que pasaban a su lado, pero Tmin solo quería una cosa, poder hablar con ellos, de alguna forma quería disculparse con todos ellos, pero nadie se interesaba en las palabras de los elfos, solo tomaban su regalo y corrían tan rápido como el viento.
Existe una realidad, si querían ser escuchados en verdad debían hablar con el Rey del reino. Tras largas filas para conseguir una audiencia, la respuesta siempre era negativa, por más que pagarán monedas de oro como soborno jamás obtenían la posibilidad de una audiencia.
Una noche, luego de otro fallido intento de hablar con el Rey, de vuelta a su hospedaje con los grandes bolsos cargado de obsequios, tentaron a un grupo de personas, que rápido corrieron hacia ellos. Se presentaron como amigos y por algún motivo ellos estaban enterados de su interés en hablar con el Rey y se ofrecieron a ayudarlos.
La oferta era llevar a los Elfos con el líder de estos hombres que recién habían conocido y si podía convencerlo a él, les daría una audiencia con el Rey de Lgon.
Quizás no era lo que los elfos querían, pero era algo por donde empezar. Esa misma noche conocieron al jefe, así lo llamaban todos, no tardaron mucho en descubrir que estaban en el centro de una comunidad de adoradores de un antiguo dragón que había abandonado a la humanidad a su suerte iniciando una terrible guerra, sus creencias eran fuertes, lo llamaban el Rey dragón, era adorado por su poder para destruir reinos jugando con los pensamientos humanos, esta comunidad estaba compuesta por bandidos, asesinos y gente de muy bajo nivel económico que buscaban no pagar más tributos al Rey. Su dogma era que no existía otro Rey que el Rey Dragón.
Los elfos cada vez estaban más convencidos de que ellos no eran lo que buscaban, pero era demasiado tarde, rodeados por toda esta comunidad y sabiendo de todos los regalos que tenían para ofrecer, fueron hostigados a entregarlo todo, muchos elfos se negaron pero otros temian por su vida, Tmin sabía que no deberían compartir su sabiduría y regalos con estas personas. Un bandido se abalanzó sobre el elfo que estaba parado a la izquierda, arrebatando las cosas de sus manos, de repente otro bandido aún más feroz apuñaló por la espalda al primero y tomó los regalos que estaba en el piso.
Todos los elfos quedaron conmocionados de la maldad humana y decidieron marcharse, pero no fue posible, toda la comunidad demandaba algo, se abalanzaron sobre ellos y entre la disputa uno de ellos perdió la capucha que tapaba sus orejas.
- Son Elfos\, grito el bandido.
Tmin sujeto al bandido por la pierna, y les gritó a sus hermanos que corrieran tan rápido como pudiera, una daga afilada atravesó la espalda de Tmin para que suelte al hombre que sostenía por la pierna, pero sin importar el dolor Tmin intentaba sujetar a todos esos malditos como le sea posible, repitiendo una y otra vez a sus hermanos, que corriesen.
- ¡Elfoo!
- ¡Es un elfo!.
- Los elfos han vuelto.
La gente del pueblo gritaba descontrolada, llamando la atención de los guardias, mientras la comunidad perseguía a los elfos con sus armas desenfundadas.Sin darse cuenta, habían provocado una batalla en el centro de la ciudad cuando los guardias del reino se abalanzaron sobre los hombres armados.
Uno de los elfos voltio para ver el desastre que se encontraba a sus espaldas diciendo.
- ¿Acaso nosotros traemos esto a la humanidad?
Siguieron corriendo sin detenerse hacia la puerta, los guardias de la entrada se abalanzaron sobre los veloces elfos tapándoles el paso, el elfo más pequeño de nombre Jlim se escabulló por debajo empujado a uno de los guardias y pudiendo escapar mientras veían como sus hermanos eran detenidos por los soldados.
Rápido y sin descanso, corrió hacia su hogar, para contar lo que había sucedido, en el reino humano.Sus hermanos habían sido capturados por los hombres, pero nadie quería salir a ayudarlo, tampoco los grandes ministros a cargo de los valientes elfos guerreros, pues los elfos, querían evitar a toda costa a los humanos, y por más que Jlim quería volver, nadie lo acompañaba en su peligroso viaje. Por más dura y cruel que fue la lección, los elfos entendieron que cada ser tiene su lugar en el mundo.
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