Herencia de dioses capitulo 2

Cada palabra del pasado resuena en nuestro presente, negar la verdad es solo tapar el mundo con la palma de nuestras manos.

Pero si es verdad que en algunas ocasiones tienden a confundirse, pues el dragón que se recostaba frente a Tom era también una reencarnación y solo a través de una conexión eterna que sobrepasa cualquier cuerpo físico pudo reconocerlo.

Aquella enorme criatura de color roja era el dragón dorado, el regalo de los dioses al divino, por lo tanto, Tom no era una deidad azul, era el gran Divino la unión de todas las deidades azules.

Tom se recostó junto al enorme dragón, explotó en llantos y dijo.

-     Te extrañé todo este tiempo mi fiel dragón\, pero parece que las ruedas del destino no te han tratado bien\, ahora eres un simple dragón rojo.

-      Y tú eres mortal y algo flacucho, contestó el dragón.

Tom se levantó de un salto del piso y dijo.

-     Cierto que sabías hablar nuestro idioma.

El dragón sonrió con una mueca de alegría, el jinete Divino con su dragón dorado habían vuelto, o algo así.

Tom subió sobre el dragón y más pensamiento llegaron a su mente, su corazón palpitaba fuerte esperando volver a sentir el viento en su rostro.

El dragón sopló fuerte escupiendo un intenso fuego, abriendo aún más la cueva por donde había entrado Tom, la bestia corrió por toda la pasarela y al llegar al borde de la montaña saltó.

El viento los hacía sentir vivos, las manos del divino en el lomo del dragón, el tacto con las escamas, el sentirse devuelta ese viento en su rostro era inexplicable.

En dirección al reino de Drakons, Tom con todas sus memorias, abrazo al dragón recordando durante el largo viaje todos los recuerdos de su antigua vida.

El dragón voltio su cabeza en dirección a Tom mientras seguía volando y dijo.

-     Cuando navegamos el universo entero\, para cazar a todos los devoradores que quedaban\, poco después de tu muerte por un devorador\, busque a esa criatura por cientos de mundos\, con los jinetes que quedaban. Cuando había terminado mi venganza\, me di cuenta de que solo quedaban unos pocos jinetes\, así que decidimos volver a la tierra. Por sorpresa la inmortalidad de los jinetes término al entrar a la tierra y murieron en el acto\, pensé que jamás te volvería a ver.

Tom y el dragón surcaron el reino volando, los ciudadanos corrían de un lugar a otro buscando refugio, mientras el gran dragón rojo descendía en el centro de la ciudad.

-     Lo lograste\, dijo el mentor abrazando a Tom.

Todo el pueblo se reunía alrededor del dragón, como las leyendas lo decían, no era el fin del hombre, sino el principio de la esperanza, el divino había vuelto para proteger a toda la humanidad.

Tom le contó todo lo sucedido a sus mentores y a sus padres, con un enorme abrazo le mostraron lo orgulloso que estaban de él. Su hijo era el héroe de los héroes, el Divino.

Tom les enseñó a todos su dragón, sin importar que antes lo habían despreciado, pues su corazón era el de un dios.

Después de varios días de festejar, la realidad volvía a tomar lugar, tarde o temprano una guerra nueva iba a empezar y debían estar preparados, debían fortalecerse.

Uno de los grandes mentores de Tom dijo.

-     Debes buscar refuerzos\, debes viajar a cada reino y prepararlos para el destino que oscurecerá el mundo. Pero debes saber que jamás te creerán si apareces así de la nada\, aunque montes un dragón\, las leyendas hablan de cientos de ellos\, debes buscar a todos.

Tom se preparó para su viaje, tomó su arma, su armadura, raciones y se despidió con un largo abrazo de sus padres y mentores, la realidad es que no sabía si volvería a verlos. Esta vez no viajaría solo, su fiel dragón estaría a su lado para protegerlo de todo mal.

Su viaje comenzó la siguiente mañana, su destino era la gran montaña, se cree que ahí dragones y ángeles conviven para aprender el uno del otro.

Montando a su dragón y surcando los cielos, mantenía la mirada hacia abajo para presenciar el enorme paisaje que le ofrecían los cielos, solo cerraba los ojos para sentir la fuerte brisa de las alturas, era un sueño hecho realidad.

El viaje fue muy rápido en dragón, ya se podía alcanzar a ver la gran montaña, a los pies había un pequeño pueblo, pero para no causar conmoción en una sociedad tan pequeña, decidieron asentarse en la cima y justo cuando estaban por llegar, ahí estaban ellos, los enormes dragones surcando los cielos a metros de la cima y caminando por el enorme valle a metros de distancia.

Cuando el Dragón Rojo descendió, miró a todos como si hubieran pasado solo un día, pero en verdad fueron miles de años. Aquellos dragones lo reconocieron y se postraron ante él cómo los valientes caballeros a un Rey.

El Dragon del Divino conto a todos el mal que se acercaba a la tierra, en un acto de preocupación, pero mostrando seguridad pidio nuevamente la ayuda a todos los dragones presente. Los dragones aceptaron sin oponerse a las órdenes del Dragón Divino, los dragones azules, los rojos y los de tierra. Solo un dragón sé animó a preguntar de entre todos.

- Oh Dragón Divino\, permíteme preguntar\, sin oponerme a tus órdenes\, ¿Qué le ha pasado a tu forma divina\, por qué ya no eres como el de antes?. Pues a los dragones que viajamos al eterno universo se nos obsequió el don de no envejecer.

La respuesta del Dragón Divino fue:

- Viaje una y otra vez en los ciclos de la resurrección para encontrar a mi jinete.

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