La petición de una madre

Después de que a la madre de Diana le fueran entregadas todas las posesiones que el abogado del Conde rescató para la familia de su amigo a quién le había prometido cuidar de Loise y de sus hijos, había algo en el corazón de la madre de Diana que la inquietaba.

No sabía como decirlo, pero no quería que ni el abogado ni su hija se fueran sin hacerlo. Acercándose al Marqués le pidió hablar con él por unos minutos -- Su excelencia, durante toda mi vida me sentí culpable por vivir el amor con un hombre casado. Yo sabía que ya no vivían como pareja y que lo único que los unía era su hija. También sabía que al igual que usted y Amelia fingian ante los demás y de la misma manera que entre usted y Diana, cuando usted se enamoró de ella él empezó a pasar más tiempo en su casa.

-- El Conde y yo no pretendíamos hacerle daño a nadie ¡sólo queríamos amarnos! -- Él murió amando a su mujer y a sus hijos -- Ahora mi hijo ya no está para disfrutar de todo lo que un día su padre soñó para él y para nosotros -- La vida me lo arrebató y todo lo que sufrí valió la pena al contemplar a mi hija tan feliz -- Como su padre y yo lo deseamos.

-- Su excelencia, si el Conde hubiera tenido la oportunidad que usted tiene no habría dudado en -- En hacerme su esposa -- Usted ama a mi hija y yo lo sé, y le agradezco que la valore y la cuide tanto, pero, ¿No cree Marqués que aunque siga siendo un secreto su relación, podría hacerla su esposa?

La petición de Loise sacudió a Francis quién se sintió avergonzado ante la madre de Diana al reconocer que no había pensado en el asunto -- ¡Usted tiene razón señora! llevamos tantos años juntos que no pensé después de la muerte de Amelia en formalizar nuestra relación. Sólo e movido piezas de aquí para allá tratando de acomodar las cosas para que nadie se entere de mi secreto y puedan lastimar a mi familia que se me olvidó este gran detalle -- ¡Reconozco que he fallado en eso! Pero no queriendolo señora ¡Se lo aseguro! -- Yo amo a su hija con toda mi alma y al igual que el Conde la amo a usted, yo daría mi vida por Diana -- Y le prometo que en un mes, reunire a todos mis hijos para que estén presentes en la unión de sus padres.

-- Se lo agradezco su excelencia, Rupert y yo siempre deseamos casarnos y él solía decirme que aunque fuera ya muy viejo al enviudar pondría en mi dedo el anillo que me señalaria como su esposa. La mujer a quién él amaba -- Usted ya es libre y aunque sólo los más cercanos a usted lo sepamos en el corazón de mi hija que usted la haga su esposa sella una herida que siempre deja vivir entre las sombras del hombre que se ama. Le agradezco que escuchara mi petición.

-- Soy yo quién le agradece señora que me lo dijera y que me despertara a algo que no vi y que no comprendia lo importante que podría ser para ella. ¡Créame! Voy a ser el hombre más dichoso al poner en su dedo el anillo que la unirá a mí por siempre, aunque para mí el amor de Diana es un lazo irrompible en mi corazón.

Después de que se diera la conversación entre el Marqués y la madre de Diana este pidió ante el abogado la mano de Diana en matrimonio a su madre. Diana al escucharlo lloró de la emoción y para Francis fue otra prueba de que se había equivocado al pensar que para Diana no era importante el hecho de seguir como hasta ahora. Ella deseaba sentirse su esposa y no sólo su amante.

Para Francis ella lo era todo, y por eso no imagino que necesitara legalizar nada entre los dos. Pero la madre de Diana tenía mucha razón, para una mujer que ama las sombras pesan en el alma. Aunque nadie se podía enterar de que eran marido y mujer, ¡Ella lo sabría! Y eso valía para Diana mucho y era una prueba más de lo mucho que la amaba el Marqués.

Así que convenido el tiempo Arthur vino con su prometida de Escocia y su madre la baronesa los acompañaba. Estaban presentes William y su hija Lizza quienes estaban a pocos meses de darse el sí y el príncipe enamorado como nunca de Isabel estaba con ella de la mano en el salón.

Sólo faltaba alguien que le tenía una sorpresa a sus padres. August se había comprometido en matrimonio con una de las damas de compañía de su hermana Isabel. Una baronesa preciosa que lo traía cautivado desde que la conoció y con el aval del Rey su relación terminaría en boda seis meses después del matrimonio de su hermana Lizza.

Y para que ella pudiera entrar en la vida de August debía conocer la verdad sobre sus padres. Algo que a la chica enamorada le pareció tan romántico que en lugar de preocuparle, prometió guardar por siempre el secreto.

Toda la familia del Marqués estaba allí cuando pronunció sus votos matrimoniales -- Desde que te vi sentí que mi corazón había encontrado a su dueña -- ¡He sido tuyo desde esa noche! ¡Y cada año juntos e aprendido a amarte cada vez más! -- Admiro tu fuerza y te agradezco tu apoyo y tu confianza. Eres la mujer más maravillosa que halla existido y que hoy tengo el honor de llamar mi esposa, ¡aunque mi amor siempre has sido eso para mí!

Las lágrimas de Diana hicieron que Francis rompiera el protocolo y besando a su esposa le dijo: ¡Te amaré siempre! Y el sí de Diana y sus votos matrimoniales los dio en los brazos de Francis.

A todos los presentes les pareció tan romántico que las mujeres presentes ¡todas! Derramaron lágrimas emocionadas con lo que veían. La boda de Diana y el Marqués trajo dicha y alegría a todos en el castillo y su fiesta duro una semana, mientras Francis y Diana disfrutaban de privacidad y amor en otras paredes lejos del castillo, de sus hijos, sus parejas, sus amigos y sus criados.

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