Todo tuyo

La reunión de la madre de Diana con el amigo y abogado del Conde fue muy triste,  ya que dentro de las cosas que él le entrego había una carta le escribió el Conde y  que le hablaba de su amor por ella. Las lágrimas caían sin remedio por sus mejillas mientras leía las palabras que le había escrito Rupert mientras vivía. 

Su amor había nacido gracias a un error, a ella la habían enviado a esa casa por  equivocación, se suponía que ayudaría a una anciana mientras convalecia después de una caída, pero enviaron a la enfermera a cuidar  de la anciana y a ella que era sólo una estudiante a cuidar a la esposa del Conde. 

A la mujer no le importó quién era sino que hiciera lo que ella le decía, le importaba poco quién fuera, de todas formas tendría que soportar sus gritos y caprichos.  Loise siendo tan joven y sin familia lo que debía hacer era obedecer. Al llegar el Conde a su casa halló exhausta a la muchacha dormida fuera de la habitación de su esposa, se veía tan bella dormida  que en lugar de despertarla se quedó contemplandola y al notar que no se despertaba la tomó en sus brazos y la llevó a su habitación, la puso en su cama y él se durmió en el sofá.

Al despertar ella se quedó mirando al atractivo hombre que dormía y suspiró dejando escapar una frase que se metió en el alma del Conde  -- ¡Sí fueras mío!

Los días siguientes la esposa del Conde se volvía cada vez más impertinente y Loise la toleraba y la trataba con paciencia y esa actitud no pasaba desapercibida para el Conde.

Una noche de tormenta las luces se apagaron de pronto y la casa quedó  muy oscura, Loise tenía miedo y la mujer del Conde dormía plácidamente mientras ella esperaba entre el frío pasillo y la puerta de la habitación por órdenes de la condesa.

Rupert vino a buscarla desde su biblioteca y la halló temblando, abrazandola buscó calmarla, pero el que  no halló calma fue él.  Su corazón empezó a latir con tal fuerza que empezó a sentir sed de algo que se negaba a aceptar, pero entre más  temblaba Loise su cuerpo sintió contagiarse de aquel temblor y cuando la luz volvió él se halló besando apasionadamente a Loise.

Se alejó de ella y con un gesto  se marchó a su habitación con el corazón en la mano y aunque trataba de dormir no podía pensar en nada más que en la bella jovencita y levantándose de golpe de su cama y sin pensar más que en lo que estaba deseando,  entró en la habitación de Loise y metiéndose a su lado en su cama desbordó sus sentimientos hasta que no pudo más y dijo: ¡Ya no puedo mentirme más! ¡Me enamoré como un loco de ti! -- Y amando a la muchacha la tomó por su mujer.

Cada noche mientras su esposa le gritaba y la humillaba, él la consolaba y la amaba cada vez más.  Rupert se había enamorado de la muchacha y se lo confesó a su amigo y abogado -- ¡Te juro que trate de evitarlo! Pero es tan bella y tan dulce que ¡No pude! -- Esa noche que hubo el apagón yo sólo pensaba en lo asustada que podría estar allá arriba por capricho de Julia, y fui a buscarla, la abracé y ella temblaba y de pronto sentí que su temblor no era de miedo  sino por mí  -- Y busque sus labios y me adueñe de ellos y ¡eran un manjar exquisito! -- Cuando vino la luz, mis manos estaban en sus caderas y mi corazón me pedía a gritos que la amara -- Me fui a mi habitación tratando de calmarme y dormir, pero a cada segundo mis deseos subían hasta que ya no pude más y me meti en su habitación y en su cama y la hice mía -- Fui su primer hombre  -- ¡Y no dejaré que ningún otro la posea! ¡Ella es y será solo mía!

-- Te pido que guardes mi secreto y que si algún día no puedo defenderla o ayudarla ¡La ayudes tú por mí! -- Eres mi amigo ¡y yo la amo más que a mi vida!  y  no sé que voy a hacer, de lo único que estoy seguro es que no renunciare  a ella.

El Conde mantuvo su relación con Loise en secreto y justo antes de marcharse de viaje con su amigo y abogado la amo con tal pasión que al día siguiente Loise no se sentía  bien, algo le causaba náuseas y no comprendía qué porque ella había visto sus dos periodos y estaba segura de no estar embarazada.

Pero mientras ayudaba a la esposa del Conde a ponerse de pie, Loise se mareo tanto que cayó a los pies de la cama de la condesa desmayada. Lo que la despertó fueron los golpes de la condesa y sus gritos -- ¡Es de Rupert! Y no me digas que no, porque e visto como te come con los ojos -- ¡Esta enamorado de ti desgraciada! Pero tú y ese engendro salen  de esta casa hoy mismo -- La condesa echó a la calle en plena lluvia a Loise y ésta no sabía a donde ir.

En su corazón no culpaba a la esposa del Conde por echarla así, ella había estado disfrutando de un amor prohibido. Sin importar que el matrimonio del Conde hubiera sido por conveniencia y no por amor, él estaba casado y ella debía desaparecer de su vida.

Pero al llegar el Conde y enterarse de lo que había pasado por boca de su mayordomo salió a buscarla a dónde éste le dijo que estaba. Llevaba consigo  las llaves de una hermosa mansión que compró para ella en  otra cuidad. Si él tenía que tener una doble vida por amor a Loise, ¡Lo haría!

Y por años fue así, un hombre feliz con una hija preciosa que lo amaba mucho y a la cual él le puso Diana y  con un pequeño niño de cinco años que llevaba su nombre.  Rupert era un hombre aparentemente sano al que la muerte lo sorprendió sólo en su habitación después de estar un fin de semana con su amada familia.

Su fría mansión que había sido testigo de la boda de su hija con el barón y un día después  se vio opacada con su muerte.

Todo se vino abajo para Loise y sus hijos y todo quedó para ella en un dulce recuerdo y en una vida de luchas  y sufrimiento. 

Mientras leía la carta una y otra vez leía la frase que Rupert solía  decirle:  ¡Siempre seré todo tuyo!

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