12

Pasaron dos días, en las que todo estaba extrañamente tranquilo, el Conde había salido de viaje al día siguiente de haberle contado todo, por lo que estaba un poco relajada, pero a la vez temía su regreso, los nervios me ganaban pues a pesar de mi tranquilidad debía apresurar unos planes que apenas había desarrollado, solo podía pensar en salir de aquí. 

No estuvo tan mal… Sin embargo, no quería llegar a mayores, ya no deseaba ser una simple herramienta de los demás, estaba cansada que toda mi vida hayan querido usarme de una u otra forma y cuando sentía cierta libertad, de alguna manera siempre la sentía perdida en poco tiempo.

Mis pequeños niños estaban jugando mientras yo leía un poco sobre construcción, para saber sobre la arquitectura de la época y su ingeniería, aunque, a pesar de no poder concentrarme, quería hacer como que todo estaba bien, no deseaba preocupar a mis dos niños, pero en eso nos avisaron de que el Conde ya había llegado, con el corazón latiendo rápido me dirigí a la entrada para darle la bienvenida junto a todos, pero para mi sorpresa no venía solo. 

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Adriel

- ¿Padre?, bienvenido… - Dijo Adriel algo incómodo por la presencia de más personas. 

Conde

- Adriel, Karra, les presento a la señorita Alice Tiffone, hija del Duque Tiffone, del Imperio Abalone. Recibanla bien, estará representando a su padre para quedar de acuerdo en un negocio, así que no quiero problemas - Habló con seriedad - Mina, encárgate de que sus cosas estén bien y su habitación preparada. 

Mina

- Como usted ordene Conde - Habló dirigiéndose a cierto lugar - Sígame Señorita Tiffone 

Margaret

- Espero haya tenido un buen viaje Conde

Conde

- ¿Cómo va el negocio? - Habló dirigiéndose a su habitación

Margaret

- Hubieron varios pedidos, pero 

Conde

- No quiero errores, arregla cualquier cosa

Margaret

- Si - Hable con un silencio pausado - Que descanse…

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Con un extraño sentimiento, lo observé ignorarme… me causaba molestia que lo hiciera, pero pronto todo dejaría de importar, eso esperaba.

Era de noche, y Dalha me ayudaba a peinarme mientras permanecía enojada y se quejaba por el reciente comportamiento del Conde.

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Margaret

- Cálmate…

Dalha

- ¡Es que no me explico!

Margaret

- Fue solo una pequeñez, no te fatigues con cosas que no tienen importancia

Dalha

- Si fue una pequeñez ¿por qué sigue enojado? 

Margaret

- Démosle tiempo…

Dalha

- ¿Darle tiempo?, ¿darle tiempo mi señora?, ¿por qué? 

Margaret 

- Por que fue algo sin importancia, ahora por favor

Dalha

- ¿Si fue algo sin importancia por qué está así? 

Margaret

- Dalha... - Dije exhalando con profundidad - No tiene importancia, además, la cena es para su invitada… ¿por qué estaría yo ahí sí soy una simple concubina? 

Dalha

- No es una simple concubina, es hija del Duque Kontho, además… ya le había dicho que usted se reuniría en cada desayuno, almuerzo o cena que se realizará con el Conde presente… 

Margaret

- Pero esta es una cena de negocios ¿Qué haría yo ahí? 

Dalha

- ¡Con más razón! 

Margaret

- Ya, ya… mejor dime si comerás conmigo o no

Dalha

- ¡Señorita! - Dijo de manera asustada  

Margaret

- No me dejarás comer sola, ¿verdad? 

Dalha

- No podría negarme si es una orden de mi señorita - Dijo sonrojada y de manera tímida 

Margaret

- Jajaja… entonces es una orden mi querida Dalha… - Le dije observando como su rostro se volvía más rojo aún

No le había dicho la razón del enojo del Conde, así que traté de evitarlo lo más posible, no me sentía preparada de hablar sobre esto con ella, especialmente por ser tan cercana a la verdadera Margaret. 

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Un niño incómodo, una mujer en silencio, otra hablando y un hombre interesado en lo que ella le estaba ofreciendo. 

En el comedor de la mansión del Conde Spanos, cuatro personas compartían la comida bajo la oscura noche, los empleados, muy silenciosos y firmes permanecían, pues era bien sabido que si se cometía algún error en alguna visita o negocio del Conde, definitivamente ya no volverías a ver la luz del día. Y aunque les cause un poco de sorpresa el rumbo que había tomado la conversación, definitivamente todo seguiría igual, o incluso podría ser peor, ¿peor?, no todas las mujeres a boca suelta se ofrecerían a casarse con un hombre mucho mayor a ellas si no tuvieran algo más allá de las manos, que en este caso era tener el título de Condesa, ¿en qué beneficiaría a su señor?, se preguntaron los sirvientes que permanecían estáticos para ofrecer algún jugo o vino cuando su señor lo requiera, definitivamente era una buena pregunta, ella ofreció un acuerdo comercial entre el Ducado Tiffone, y el Condado Spanos, además de apoyo en la seguridad. Ambos considerados territorios poderosos, sin embargo, el Ducado lo supera mil veces, pues aunque el Condado contaba con una creciente mejora, además de contactos, no poseía tanto poder, entonces ¿qué ganaban ellos?, en pocas palabras, contactos. El Conde requería mayor seguridad para exportar sus productos, aunque en su margen de ganancias siempre se contaba la parte de pérdidas de su mercancía al momento de la exportación, los caminos se hacían cada vez más peligrosos, por lo que eso era necesario, y el Duque, deseaba transportar esclavos de tierras extranjeras, sabía que aunque el actual Conde no se dedique a eso, poseía los contactos que el antiguo Conde, su padre, tenía, además de los que él a conseguido con el tiempo, sabía como convencer, lo querían. 

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Adriel

- No lo hagas padre - Habló tembloroso 

Conde

- ¿Por qué no? - Dijo de manera interrogante su padre

Adriel

- Usted sabe el por qué… padre 

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Con mirada seria el Conde solo se disculpó y se dirigió a su oficina con su hijo por detrás, entendía a lo que se refería, su padre había dejado un último deseo en tumba, y a pesar del odio y resentimiento que le tenía, sabía que en parte tenía razón… 

Había prometido a su padre, el antiguo Conde, que la futura Condesa no sería cualquiera, debía ser inteligente, elocuente, con gran belleza, astuta, etc. Pero internamente había añadido "una buena madre" a la lista, pensaba que la había encontrado, pero se encontraba decepcionado con la mujer que creyó conocer… 

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Conde

- Dime tu verdadera razón - Habló seriamente 

Adriel

- ¿Verdadera? 

Conde

- Quieres que ella sea la Condesa 

Adriel

- Es cierto, pero mamá dijo que el puesto lo obtendrá si lo merece… Pero padre… aún si usted decidiera que no es así, hay algo que no me gusta, esa mujer… 

Conde

- Esa mujer ¿que? 

Adriel

- … Da miedo… - Habló con un suave susurro, uno que dejó pensando a su padre

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Tras una extensa conversación, parecía que todo iba bien, que estaba logrando convencer a su padre de no poner a esa mujer como la Condesa, deseaba que su mamá lo fuera, sabía que ella lo haría bien, pero tanta insistencia de su parte fue lo que su padre descubrió, no era tanto el miedo a esa mujer, era mas su deseo por que Margaret ocupara el puesto… esto enfureció de sobremanera a su herido corazón.

Gritos se escucharon, el bullicio inundó el campo, y el llanto de un niño resonó en la residencia Spanos. La invitada ya estaba dormida, y estaba fuera del alcance de esos sonidos, pero los demás miembros lo escuchaban perfectamente, trabajadores y concubinas.

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~ ¤ ~ ¤ ~ ¤ ~ ¤ ~

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Estaba decidida a dormir cuando escuché un alboroto, no era muy ruidoso, pero si curioso especialmente por la hora en la que se estaba desarrollando, apenas me destapé y me puse una bata ligera para poder salir. 

Mientras me acercaba escuchaba el llanto de un niño pequeño, cada pasó incomodaba mi pecho, así que me apresuré con el temor ahogándome. Cuando lo ví con ese miedo en los ojos, tratando de retrasar lo más posible lo que se venía por delante no lo pensé y simplemente corrí para liberar el pequeño brazo de mi angelito, agachandome a su altura y sosteniéndolo con mi brazos, me fijé en su cara llorosa y el temblor en su cuerpo, solo lo abracé lo suficientemente fuerte para no lastimarlo, pero para hacerle sentir que yo ya había llegado, mi pequeño hijo tenía miedo… 

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Conde

- ¿Qué haces? - Habló con la voz notablemente más elevada y el ceño fruncido

Margaret

- ¿Ibas a golpearlo? - Traté de controlar mi voz

Conde

- Debo enseñarle quien manda aquí… castigarlo

Margaret 

- ¿Quién manda? - Y sin pensarlo solo le lancé el golpe más fuerte que mi rabia pudo sacar. Ahí en el suelo solo lo miré, y escupí cada palabra sin arrepentimiento - ¿Qué clase de alimaña golpea a su hijo?, escúcheme bien… se atreve a tocar un solo cabello de este niño, no lo pienso dos veces y lo mato, ¡A mi hijo nadie lo toca! 

Conde 

- ¿Darías tu vida por él? - Me preguntó dolido y enojado

Margaret

- Lo daría mil veces sin pensarlo

Conde

- Entonces ¡Sujetenla! - Con la furia reflejada en el rostro, solo vi como se paraba para sostenerme la mandíbula mientras unos hombres me sostenían - Mi querida Margaret… aprenderás a temerme, sabrás por qué aquí mando yo - Dijo para luego soltarme con agresividad - Ya saben donde llevarla 

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Mientras me empujaban para que acelere mi paso, solo podía oír los gritos desesperados del pequeño Adriel que me llamaban.

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...《¡Mamá, mamá!, ¡No vayas mamá!》...

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Aunque esos gritos me partían el alma, trataba de decirle que todo iba a estar bien mientras me empujaban, pero solo podía confiar en que iban a estar distraídos conmigo en vez de hacerle daño a él, fue lo único que podía pensar cuando era niña, proteger a los más pequeños, aunque nunca nos hayamos visto como verdadera familia, era mi familia, creía que eso era importante, pero cuando debes salvarte, muchos prefieren entregar a los otros con tal de sobrevivir un día más, comprendía ese miedo, nunca lo juzgué, no me gustaba, pero lo entendía, ¿Cómo pasaron las cosas?,  ya no importaba, no me lamentaría jamás de esto, ver ese miedo en sus ojos, es algo que realmente jamás desee ver, pero lo que si detestaría es ver su cuerpo marcado, si tengo la posibilidad de hacer algo por mis niños, lo haré, no importaba si debía dar mi cuerpo con tal de que estén bien, aunque ahora realmente me daba terror todo esto. La oscura habitación me trae amargos recuerdos, aquellos objetos que estaban por doquier me hacía imaginar lo peor, más ahora que me encontraba sujetada de manos y piernas, haciéndome recordar las torturas que se desarrollaban en tiempos medievales en mi mundo, y provocándome un temblor por el miedo de lo que se avecinaba, lo cierto es que mi fortaleza se había perdido hace mucho… ni siquiera yo sabía de dónde había venido. 

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Escuchaba los pasos en la silenciosa habitación, aquellos que con su lentitud me avisaban de una tétrica y sádica manera que iba a ser torturada. Con fuerza cerré los ojos tratando de alivianar un poco mi miedo, y de la nada sus pasos se detuvieron provocando el surgir de su resonante voz.

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Conde

- Mi adorada Margaret, es decir… Andrea - Habló mientras una tenue luz alumbraba su figura y reflejaba un poco al hombre que me entregó a él - Odio las mentiras - Dijo suavemente mientras se acercaba mas a mí. Mi miedo aumentaba, no podía dejar de temblar...

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Comments

Rosario Dzib Canul

Rosario Dzib Canul

como supo que ella no es Margaret??

2024-03-29

3

Rebecca H

Rebecca H

yo me llegaría. me iría muy muy lejos con mi suegra y empezaría de nuevo.

2024-03-01

3

Rebecca H

Rebecca H

creo que dalha es más sensata

2024-03-01

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