Capítulo 5

Marcos:

La he vuelto a seguir. Desde la mañana he venido a su casa a esperar a que vaya a algún lado y poder hablarle… Ha ido al centro comercial, recorre varias tiendas, no parece del tipo de chicas que se la pasan todo el día pensando en que ponerse pero, ha comprado varias prendas… prendas muy cortas para mi aprobación.

—Vamos hermano, tienes que tomarlo con calma, terminará poniendo una orden de restricción —dice Lois riendo, pero yo lo ignoro.

—No lo hará— digo molesto. La veo caminar hacia los helados. Está chica no ha comido nada desde aquel pequeño almuerzo de hace ya 4 horas y ahora se comprará un helado…

—De chocolate por favor —dice a la mujer que despacha. Toma el cono y comienza a pasar su lengua por el helado haciendo que mi asquerosa mente piense de más…

—Basta— me digo a mi mismo. Suena mi móvil

—¿Si? —contesto

—Vaya, vaya, te apuesto 20 dólares a que la has vuelto a seguir —bufo

—¿Qué quieres Douglas? —sus carcajadas me dejan sordo

—¡Si, la está siguiendo! —grita mi amigo al teléfono y yo gruño

—¡Basta! —mi hermano sigue perdido en su risa y eso me está frustrando.

—Tendrás que comportarte hermano, si no quieres que ponga una orden de restricción en tu contra —gruño una vez más y entre risas me dice—. Solo te hablaba para decirte que Key ha venido a ver a mi padre.

Me pongo de pie casi de un salto

—¿Qué?, ¿Cómo se atreve ese hijo de puta? —digo alejándome de la gente, ese asqueroso chupasangre me las va a pagar

—Quiere hablar contigo, ofrecerte otro trato… ya sabemos a lo que se refiere —niego con la cabeza y comienzo a andar de un lado a otro.

—No quiero que lo vuelvan a dejar pasar, nuestro padre no está en condiciones para recibir esa clase de visita, debiste haberme llamado —comienza a disculparse y trata de tranquilizarme vanamente.

—No volverá a pasar, tendrás que quedar para verse y que deje de buscarnos —suspiro fuertemente.

—Yo me encargo de esto —termino la llamada y doy un golpe a la pared.

—He ¿Qué pasa? — le explico lo sucedido a Lois y puedo notar que está molesto—. Ese idiota la pagara.

Key sabe perfecto por donde atacar, le hemos prohibido acercarse a nuestros dominios y por supuesto, les hemos prohibido cazar en Arizona. Hasta el momento lo han respetado, pero hace varios años que hemos tenido esta riña llegando a pequeños encuentros violentos debido a sus caserías tan escandalosas. Roban la paz de mi manada y eso no lo permitiré.

Sé que dije que no soy el Alpha pero las decisiones las tomo yo, mi padre hace un año y medio sufrió un ataque al corazón y yo no he tomado el mando de la manada por no tener a mi mate… aunque eso no es necesario, solo falta hacerlo oficial, la ceremonia y esas cosas, lo hemos postergado debido a la enfermedad de mi padre. Suspiro y me ubico de nuevo, estoy en el centro comercial.

—Mierda, Alice— digo dando la vuelta para buscarla pero no la encuentro—. ¿No viste a donde se fue?

Mi amigo también la busca sin resultado. Nos dirigimos hacia el piso de arriba subiendo por las escaleras eléctricas pero no hay rastro de ella.

—¿Cómo pude haberla perdido? —gruño para mí mismo y continúo en su búsqueda. Terminamos de recorrer todas las tiendas

—Está allá —dice Lois, apuntando hacia una tienda de ropa interior, la marca es prestigiosa. Sin darme cuenta mi entrepierna se endurece al verla con varios sostenes y bragas en sus manos.

—Deja de mirarla —le ordeno. Si yo pude imaginármela con esas pequeñas prendas él también y solo de pensarlo quiero volarle la cabeza a mi amigo—. ¿Para qué quiere eso?

—Tal vez solo quiere verse bien —y son juegos… la rabia se apodera de mi solo de pensar en para quien o que ocasión está comprando tanta ropa íntima ¿tendrá novio?, no se lo he preguntado, pero no puede tenerlo, ella es mía.

Carraspeo tratando de componerme y controlarme para no salir a arrebatarle todas esas cosas que lleva en la mano. Y la miro contestar su celular… tal vez es su novio, mi lobo gruñe.

Se dirige a la caja aún con el móvil en el oído y paga en efectivo. Nos ocultamos en un pequeño puesto de joyería hasta que ella se ha alejado lo suficiente. ¿Hasta cuándo pretenderé seguirla?, hasta que esté a salvo responde mi lobo y suena bastante convincente.

—Vamos —la sigo hasta que llega a su casa, ha ido en taxi. La veo entrar con las bolsas de compras y cerrar la puerta con la cadera.

—Pon los seguros— digo entre dientes y mi amigo ríe.

—Sí, mi amor— y pone los seguros de mi Camaro negro. Le doy un golpe en el brazo.

Aspiro mi cigarrillo tratando de que este calme mi ansiedad y mis ganas de tenerla aquí ahora. Pero no ayuda.

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