—No, no. Habíamos hablado sobre esto —soltó la joven con voz temblorosa.
—Son retos, Kate cumplió el suyo —refutó Marco.
—Sí, así es, así que tú debes cumplir el tuyo —aseguró Kate.
Michelle se levantó del sofá, cerró los ojos y respiró profundamente.
—No puedo hacerlo —dijo en un hilo de voz.
—¡Oh, Michelle!. —Kate sintió pena al ver a su amiga tan aterrada.
Estaba a punto de levantarse del sofá para abrazarla, cuando Marco la detuvo, —Todos vamos a cumplir los retos, y a los que se hagan las víctimas les va a tocar reto doble —dijo.
Michelle abrió los ojos, esta vez molesta.
—Ya sé, creo que tienes miedo de marcarle y que no te responda. —Retó Marco.
—¿Qué? — Michelle frunció su nariz y sus ojos se estrecharon.
—Lo que oíste, tal vez tenemos que si le marcas él te bateé.
—Claro que no, yo no temo eso —dijo Michelle, subiendo un poco su tono de voz
—Entonces márcale, y veamos que sucede —sugirió Kate.
—No.
—Solo es un juego —aseguró el joven, rodando los ojos.
—Y yo cumplí mi reto —Kate le hizo segunda.
Michelle pensó la situación por un momento, es decir; podía marcar y cumplir su reto y después, confesar que solo era una broma.
—Bueno —dijo, para volver a su lugar en el sofá. Tomó su bolsa y sacó su móvil —. Borre el mensaje, y no guarde el número.
—Queda en papelería del celular por treinta días —aseguró, arrebatándole el teléfono.
—Ya, aquí está… —canturreó Marco, dándole el teléfono a Michelle.
Ella lo sostenía con manos temblorosas.
—Bueno, señora Lacari, quiero suponer que por la hora, que esta llamada, es de suma importancia —habló Elián, con extrema educación.
—Yo…
—Dile —susurró Marco.
—Yo, quería decirle que aceptó su propuesta —la voz de Michelle sonaba entrecortada.
—¿Propuesta?, discúlpeme, pero no entiendo a que se refiere —contestó Elián.
—Quiero… pasar otra noche con usted —declaró, mientras mordía su labio tan fuerte que estaba a punto de sangrar.
—Señora Lacari, tiene, no sé si, una semana que le dije mi propuesta, pero el día de hoy ya no está vigente, así que me temo que tendré que negarme. No sé preocupe que los caballeros, no tenemos memoria. Que pase una linda noche —dijo y cortó la llamada.
Kate y Marco por primera vez en mucho tiempo, no tenían idea de qué decir.
Michelle tenía la cara roja como un tomate, y sus ojos comenzaron a lagrimear. Nunca se había sentido tan humillada en su vida.
—¡Es un imbécil! —escupió Kate, levantándose de su lugar, para ir a consolar a su amiga.
—Sí, es un estirado que no vale la pena ni hablar de él. ¿Por qué no voy a calentar la pasta que trajiste? —Marco preguntó a Kate, tratando de cambiar el tema.
—Sí, buena idea —contestó Kate.
Marco se fue al refrigerador, y con suma lentitud acomodó la pasta en platos, no es que estuviera huyendo de Michelle.
Mientras tanto, Kate, le contaba otras cosas a Michelle para hacerla olvidar ese trago tan amargo.
—Iré a Starbucks mañana, sé que no te gusta gastar tanto en un simple café, pero si tienes tiempo puedes acompañarme.
—Tal vez…
Poco a poco Michelle se tranquilizó. El timbre de su celular sonó. La joven miró la pantalla, era su esposo Ramsés, que la estaba esperando afuera del departamento de Marco. Michelle se despidió de sus amigos, salió de la casa y fue hasta dónde se había estacionado su esposo. Entendía que él y Marco, no tenían muy buena relación y lo que menos querían era verse el uno al otro.
Cuando la joven abrió la puerta del copiloto y se subió al asiento,Ramsés la miró asombrado.
—Te ves muy tomada —dijo tocando la frente de su esposa.
—Sí, lo siento —los ojos de Michelle, comenzaron a cerrarse.
—Solo te pondré el cinturón de seguridad, descansa un poco. —las manos de Ramsés, pasaron de la frente de la joven a su rostro, quitando algunos cabellos rebeldes que se le habían pagado por el sudor.
Michelle cerró los ojos, quedándose profundamente dormida.
Cuando llegaron a su casa, Ramsés apretó las mejillas de Michelle, para que despertara. En cuanto la joven despertó, Ramsés la llevó adentro de la casa, y le ayudó a acostarse en la cama.
Dos horas pasaron y la joven mujer se levantó de golpe, dándose cuenta de que Ramsés no estaba a su lado en la cama. Se paró para ir a buscarlo al comedor. Avanzó despacio, pues aún se sentía algo mareada por el alcohol y entonces lo vio, el pobre tecleaba a toda prisa su laptop. Sin duda vivía lleno de trabajo.
—¿Quieres que te prepare un café? —preguntó Michelle.
Él negó con la cabeza.
—Siento que el café ya perdió efecto en mí —dijo mirando a su mujer.
—Descansa un poco, te puedes enfermar —la voz de Michelle aún sonaba temblorosa.
—No pasa nada, mejor descansa tú, pequeña alcohólica —Ramsés volvió a poner su mirada en el portátil—. Por cierto, mañana en la tarde el señor Baillerés quiere hablar contigo.
—Ah, sí—ella trató de sonar despreocupada.
—Sí, ahora duerme —ordenó Ramsés en forma amable.
—Sí, nos vemos en un rato —bostezó y volvió a su cuarto. Esta vez más tranquila, pues el Baillerés junior, ya le había dejado claro que no quería nada con ella.
Al recostarse en su cama, empezó a recordar el día que conoció a Ramsés, el cómo él se la pasó adulando sus ojos. El día que él declaró sus sentimientos hacia ella. Cuando se lo presentó a su mamá y la mujer estaba más que encantada con que un joven tan apuesto, trabajador y sobre todo de buena familia, fuera el novio de su hija.
Recordó también el feliz día en el que Ramsés le pidió matrimonio, su rostro tenía una amplia sonrisa, que por alguna razón no llegaba a sus ojos, sus ojos parecían tristes, o tal vez eran ideas suyas.
El cansancio invadió a la joven mujer, y por fin, pudo conciliar el sueño.
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Comments
VM M
jajaja como se hace el difícil
2023-05-24
3
Adriana Trejo
que mal se sintio , este marcos y su capricho por un juego
2023-05-12
0
Mora-azul
Esta, jugando a hacer e del rogar
2023-05-08
2