Ramsés estaba recostado en la cama, Michelle parecía muy despreocupada mirando un vídeo en su celular.
—He estado sometido a mucho estrés, no sé si sabías, pero eso también influye en en todo.
Michelle asintió, sin regresarlo a ver.
—Aunque no me creas, mi estrés está en aumento desde que el hijo del señor Baillerés se anunció como futuro dueño de la empresa.
—Que mal —respondió, sin apartar la mirada del móvil.
—Sí, ese tipo es… ahg, estoy seguro de que si lo conocieras entenderías cómo me siento. Es tan ególatra, presumido, sabelotodo, nunca me había caído tan mal una persona. —explicó mientras se masajeaba la sien.
—¿Es por eso que has estado tan malhumorado?
Michelle prestó atención a su esposo.
—Sí, es por eso, y como cereza del pastel, la tonta de su noviecita, piensa que estamos en la preparatoria, y está organizando una estúpida fiesta, para celebrar a nuestro nuevo jefe.
—Sé que eso te hace salir de tu zona de confort, pero trata de estar tranquilo —animó.
—De verdad, lo intento. Pero es tan imbécil, ayer, me hizo repetir unos planos, supuestamente por no estar bien estructurados. No soy nuevo, llevo años trabajando para esa empresa, sé hacer bien mi trabajo.
Al escuchar las incesantes quejas, Michelle supo que ese nuevo jefe se había convertido en el némesis de su marido.
▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃
Tres semanas habían pasado de aquella visita al club swinger 'Libido', esa experiencia ahora parecía más un sueño, que un recuerdo.
El matrimonio de Michelle, era un sube y baja de emociones. Un día podían estar felices y al pasar unas horas, discutir como perros y gatos.
La mujer, parecía ya haberse resignado a las nulas conversaciones maritales, y a su decadente vida sexual.
Ahora todo su estrés se resumía en un vestido, pues este, tenía que ser el atuendo perfecto para quedar bien con el nuevo jefe de su marido.
Observó a Kate quien parecía poseída, mirando cientos de vestidos.
—Es necesario que pongas mirada de loca, cada que encuentras un vestido que te gusta.
—Ja, ja, muy graciosa —respondió Kate, sin apartar la mirada del vestido beige que sostenía en sus manos.
—Lo siento, sé que estoy más amargada de lo normal. Ramsés cada vez me pone más ansiosa.
—Creí que ya habían llegado al punto en el que no les importaba lo mal que este su matrimonio.
—No, no se trata de nuestro horrible matrimonio, al menos no está vez —explicó—. Es más bien, que Ramsés jura que su nuevo jefe está en su contra.
—¿Y tú qué opinas?
—Que exagera demasiado. Lo peor es que está obsesionado con caerle bien. Con decirte que un día le preparé el almuerzo, cuando regresó a casa, me dijo que le dio por cortesía al jefe y que le encantó, y ahora me obliga a prepararle doble almuerzo cada tercer día.
—¡Ay amiga!, siento tanto que tu esposo actúe como un lamebotas de primera.
—Aunque suene gracioso, esto es una pesadilla.
Kate, ya no quiso añadir más a la conversación, pues sabía que sus comentarios sarcásticos, pondrían de peor humor a Michelle. Así que enfocó toda su energía en encontrar un refinado vestido para su mejor amiga.
—Mira, este es muy lindo —dijo, después de examinar varios vestidos del estante.
Michelle miró el vestido, y creyó que estaba demasiado entallado para su gusto, pero el color azul turquesa era uno de sus colores favoritos. Arrugó los labios y negó con la cabeza.
—Tiene más estilo, una roca que tú.
Kate, aún no entendía el mal gusto de su amiga.
—Lo siento, ayer tuve un ataque de colitis horrible, no puedo usar vestidos entallados ni de broma.
—Michelle, si no le paras a tu estrés, te quedarás calva —soltó, observando el lindo cabello de su amiga.
La mujer asintió, ya que reconocía, que si su colitis nerviosa había empeorado, tenía que cuidarse.
Después de observar más vestidos, al fin se llevó un par de ellos al probador.
Y el ganador fue un vestido a la rodilla, con escote redondo y manga larga, en color azul eléctrico. Lo eligió porque estaba suelto de la cintura, lo que sería su mejor aliado para sus problemas gástricos.
Cuando se subieron al auto, Kate vio la oportunidad perfecta, para preguntarle sobre lo ocurrido en el club swinger.
—No pasó mucho —respondió Michelle.
—Vamos, no has querido contarme nada. Ya pasó casi un mes.
—Kate, no hay algo relevante que contar. Lo único que pasó fue que me metí con un desconocido, tan guapo como un actor de cine, nada interesante —explicó despreocupada.
Los ojos de Kate parecían querer salirse de sus cuentas.
—¿¡Qué!? Debes contarme todo —chillo emocionada.
Michelle se aclaró la garganta y comenzó su relato.
Contó lo cohibida que se sintió en ese momento, y como la mirada de ese hombre la hizo sentir como si ella fuera una mujer sensual.
—Lo eres —interrumpió Kate.
Al escuchar esa afirmación, Michelle fijó su mirada en ella, y le dedicó una pequeña sonrisa.
—¡Sigue contándome!
—Pues eso es lo más relevante —se encogió de hombros—. Y ahora, me doy cuenta de que mi vida sexual siempre fue un asco.
—¡Estoy tan orgullosa de ti!
—Y te pondré aún más orgullosa, porque… iré al psicólogo —suspiró—. Y no por una 'terapia de pareja', iré por mi salud mental.
—Michelle, eso es fantástico.
—Sí…, ¿me puedes dar ride?
—Claro, dime a dónde tengo que ir.
Michelle, le indico la dirección del consultorio de la doctora Helen.
Pese a querer asistir a una terapia de pareja, debía reconocer que siempre había tenido un temor absurdo de ir al psicólogo. Era como si no quisiera que nadie supiera cuán inestable estaba su mente, pero esas últimas semanas, fueron la gota que derramó el vaso, y se dio cuenta de que solo tenía dos opciones, la primera era dejar las cosas tal y como estaban, y conformarse con su vida, y la segunda, era tratar de mejorar y según los artículos que había leído, ir al psicólogo, era algo que te ayuda a tener una mejor perspectiva de las cosas y sobre todo a sanar.
Cuando pudo ver el enorme letrero que decía 'Encontro' y la puerta color café, comenzó a sentir retortijones en su estómago.
Sintió que todo a su alrededor le daba vueltas, respiró profundamente y salió del auto.
—¿Quieres que pase por ti? —preguntó Kate.
—Sí
Y entonces Michelle se encaminó hacia la puerta color café.
«Esto no es para salvar un matrimonio» se repitió mentalmente «Esto es para salvarme a mí»
Fue entonces que tocó el timbre, pasaron cinco minutos, y la secretaria de la doctora Turner le abrió la puerta.
—Muy buenas tardes, bienvenida. ¿Me podría dar su nombre, para verificar el horario de su cita?
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Comments
Maigualida Ramirez
que se salve a si misma y dejé a ese imbécil
2025-03-27
0
Victoria Ruiz
👏👏👏☺️Que buenooo, me encanta que quiera mejorarse... 👏👏👏👏
2023-09-30
1
Victoria Ruiz
Jala bolas ese hombre 🤦♀️, no le da pena .. 😏😏🤔🤔
2023-09-30
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