Capítulo 18

—Así que el jefe de tu marido —dijo la psicóloga después de que su paciente le confesó todo lo que había pasado.

—Sí, yo no sabía que iba a ser el jefe de mi marido, es decir, conozco al señor Baillerés desde hace tiempo y por alguna razón nunca me presentó formalmente a su hijo. —Michelle exhaló sintiendo como un gran peso se le quitaba de encima.

—Tu matrimonio es muy complicado. Es normal que si el desempeño sexual de tu marido no te complace hayas buscado otra opción, pero debo decir que seguir con esa relación clandestina, no hará otra cosa que terminar de destruir la relación que tienes con tu esposo.

—Yo no sigo con esa 'relación clandestina' —aseguró Michelle—. Eso fue solo un encuentro de una noche.

—Ya veo. —La psicóloga se acomodó los anteojos—. Pero yo te aconsejo que seas muy clara con el señor Baillerés.

Michelle asintió y después de un rato terminó de contar lo bien que se estaba sintiendo desde qué inició con esas pláticas. Al pasar diez minutos la terapia concluyó.

Ese día más tarde, la joven mujer fue hasta la empresa en donde trabaja su esposo, pues, el señor Baillerés le dijo que tenía varias cosas que arreglar antes de iniciar el proyecto de caridad.

Entonces, Michelle fue hasta la oficina del señor Baillerés.

—Buenas tardes —ella saludó al entrar.

—Señora Lacari, un gusto.

—Dígame. —Michelle tomó asiento en una de las sillas—. ¿Para qué soy buena?

—Quisiera que usted se haga cargo de todo este proyecto, cómo verá, soy un hombre muy ocupado y confío en que hará lo mejor —dijo él con cortesía.

—Gracias por confiar en mí. —Michelle se aclaró la garganta—. Aunque, también me gustaría tocar otro tema.

—Dígame. —Él enarcó una ceja.

—Lo que pasó entre nosotros —hizo una causa tratando de encontrar las palabras correctas—. Yo no quiero que esté proyecto, nos lleve a malinterpretar las cosas, y también quiero disculparme por los mensajes que le mandé.

—No tiene nada que aclarar, señora Lacari. Usted merece mi respeto, y no va a pasar nada entre nosotros que usted no quiera —soltó Elián.

Michelle sintió un sonrojo hasta las orejas.

«No me gusta, o sea, no digo que no sea atractivo, pero no es mi tipo». Recordó lo que le había contado a su psicóloga sobre el señor Baillerés.

—Bien —respondió Michelle, luego de recuperar la voz.

—Le seguiré hablando del proyecto… —Elián continuó con su discurso, como si lo dicho por Michelle no le importara en lo más mínimo.

La mirada de Michelle se posó en los ojos de Elián. Él era un hombre muy elocuente, y al escuchar sus ideas, la joven mujer estaba hipnotizada.

—Por el momento es todo lo que tengo que decir con respecto al proyecto. —Elián masajeó levemente su cuello.

—Bien —respondió Michelle—. Si hemos terminado, me retiro.

—Ok.

Michelle se levantó de su asiento, acomodó su bolso y se encaminó a la puerta para salir.

—Señora Lacari, últimamente luce un mejor semblante. —Elian le dedicó una sonrisa.

Michelle se volteó.

—Estoy yendo a terapia —dijo ella con una pequeña sonrisa.

—La salud mental es importante —respondió él. Entonces miró como la señora Lacari volvía a tomar el picaporte de la puerta y salió de su oficina.

Los días siguientes fueron muy parecidos a ese. Se suponía que el proyecto era algo muy sencillo, y por eso le pidió a la esposa de Lacari que se encargará por completo; pero había algo que siempre lo hacía inventar cualquier excusa para entablar por lo menos una conversación de quince minutos con Michelle, y por si fuera poco, se le escapaban algunos comentarios subidos de tono.

Por su parte, Michelle se encontraba bastante preocupada por sus problemas hormonales. Anteriormente, su periodo tardaba hasta tres meses en llegar, el ginecólogo le había dado un tratamiento para regularlo, y funcionó los primeros meses. Pero de un tiempo para acá había vuelto a ser irregular. Para ese día Llevaba ya dos meses sin tener su periodo, pero también sumando a sus problemas hormonales, estaba las grandes cantidades de estrés a las que se había sometido.

En cuanto a Ramsés, este no notaba nada fuera de lo común en Michelle, y el tema del proyecto de caridad lo ponía de muy buen humor, pues creía que así podía posicionarse mejor en la empresa.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

Ese día, Michelle recibió un mensaje de texto de parte del señor Baillerés:

«Necesito tener una reunión urgente con usted, espero podamos vernos a las tres en punto de la tarde»

La fémina supuso que la junta se debía a alguna falla que había cometido, así que ese pensamiento la torturó por toda la mañana.

Al llegar la hora de la reunión, Michelle se dirigió a la oficina del señor Baillerés cómo de costumbre, pero antes de llegar Jade Harper la abordó.

—Cariño, debes de dejar de comer tantos pastelitos, te estás poniendo como un pig.

Michelle le dedicó una pequeña sonrisa e ignoró su comentario y siguió su camino a la oficina del señor Baillerés.

—Buenas tardes —saludó Michelle al entrar.

—Buenas tardes, Michelle —Elián respondió el saludo.

La mujer se quedó un tanto sorprendida, porque pocas veces el señor Baillerés la llamaba por su nombre.

—Puedes sentarte —dijo él luego de ver qué la mujer se quedó inmóvil.

—Gracias —respondió Michelle con torpeza, pues ella podía notar que la mirada que le estaba dedicando Elián era muy diferente a las anteriores.

Cuando la joven mujer se sentó, pudo notar que Elián tenía la mandíbula tensa.

—¿Qué necesita corregirse del proyecto ?

—Tranquila, todo lo referente al proyecto va muy bien… Yo solo quería tener un momento con usted —habló Elián.

Por primera vez Michelle lo escuchó titubear.

—Michelle —dijo saboreando el nombre de la mujer frente a él—, es más que obvio la tensión sexual que existe entre nosotros, muy independiente del encuentro que tuvimos.

La fémina escuchó atenta, mientras su vientre bajo se contraía.

—Eres una mujer hermosa, en toda la extensión de la palabra —soltó Elián un tanto avergonzado por su poco autocontrol.

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