Michelle estaba prestando suma atención a la plática de Marco.
—No puedo creer que seas tan mentiroso —interrumpió Kate. Pues su amigo alardeaba sobre su buena suerte en el amor.
—No es ninguna mentira, loca —respondió ofendido.
—Vamos, piensas que alguien te va a creer.
—Pues por más difícil de creer que sea, estoy diciendo la verdad —aseguró molesto.
Como era costumbre siempre que estaban juntos, Kate y Marco tenían esa especie de relación amor-odio, sobre todo cuando contaban sus líos amorosos.
—Yo, sí te creo —dijo Michelle.
—¿Por qué le crees?, siempre se la pasa de inventada —respondió una ofendida Kate.
—Porque yo sé lo que es tener una historia así de genial y que nadie te crea —soltó Michelle, acomodándose en el sofá.
—Cuéntanos —Kate y Marco, soltaron al unísono.
—¿Qué? —Michelle, se hacía la desentendida.
—Lo que tengas que contar… —animó Marco.
—Bueno, pues resulta que, Marco le mintió a Kate sobre un supuesto evento donde estaría gente muy famosa, y Kate, me obligó a ir a mí. —Respiró profundamente para proseguir con su relato—. Entonces conocí un hombre muy enigmático, ese hombre me ofreció sexo de una noche y acepté, para tiempo después enterarme, que es el jefe de mi marido.
—¿QUÉ? —Kate se levantó de su asiento, y tapó su boca para no gritar.
—Esto es lo más genial que nos ha pasado en mucho tiempo —dijo Marco, con una gran sonrisa.
—¿Por qué no lo habías contado? —preguntó Kate.
—¿En serio me creyeron?, solo bromeo.
—Esos grandes ojos no mienten —susurró, Marco, acariciando cada palabra.
—No sé de qué hablan.
Marco se levantó de su lugar para estar lo más cerca que pudo de Michelle. Para él ya no existía el espacio personal.
—¿¡Quién es!?, ¿¡cómo es!?, ¿¡qué signo es!? ¿¡está muy sexy!? —cuestionó exaltado.
—Ya lo dije, es el nuevo jefe de mi esposo.
—¿El anciano Baillerés, contrato a alguien más? —preguntó Marco.
—Es su hijo… oh, te acostaste con el hijo —murmuró Kate.
—¿Y qué más pasó?
—Pues nada, vino hace una semana a cenar a la casa, me propuso repetir el encuentro, lo rechacé y ya es todo. —Michelle sintió náuseas. ¿Qué tipo de poder tenía Marco?, qué la hacía confesar hasta sus más profundos secretos.
—Michelle, esto es genial. Los Baillerés son importantes… y el viejito se ve de buen ver y eso que tiene como setenta, así que el hijo debe estar muy bien. ¡Qué envidia! —Kate no podía ocultar lo orgullosa que se sentía por su amiga.
—Fotos. Debe haber algo en la red sobre ese tipo.
—Tranquilos, eso fue un desliz, que no volverá a pasar —aclaró Michelle.
—¿Por qué? —preguntó Marco, sin entender.
—¿¡Por qué!?, pues porque estoy casada, por eso.
—¡Ay, por favor!, cariño Ramsés, te es infiel hasta con el trapeador de tu casa —Marco no pudo ocultar su tono irónico.
—Marco, shh. —Lo interrumpió Kate.
—Es la verdad, y ahora tiene en sus manos la mejor venganza —declaró—. Y no la va a desaprovechar.
—Estás loco.
Marco se levantó de su lugar.
—Vamos, Michelle. Tu matrimonio está por los suelos. Ramsés se la vive babeando por otras. El Baillerés te va a sacar de tu zona de confort, no hay nada mejor para un matrimonio de mierda que un par de resbalones —dijo.
—Eso…
—Vamos, Michelle, es solo para divertirte un rato —interrumpió Kate.
—¿Te dio algún número para contactarlo?
—Tengo el número donde lo rechacé, pero ese no es el punto.
—Bien, mandémosle un mensaje.
—No, de verdad, no. —Esta vez, Michelle se puso seria—. Yo sé que su intención es buena, pero yo no deseo esto. Sé que mi matrimonio es horrible, pero yo no quiero hacer lo mismo.
—Ay —exclamó Marco, para después rodar los ojos.
—Olvidemos esto —suplicó Michelle—. Hace tiempo que no estamos los tres juntos, solo disfrutemos.
Marco y Kate asintieron.
Entonces que cambiaron de tema, Marco comenzó a contar los chismes más relevantes de su trabajo.
—Ya sé —dijo el joven cambiando el tema—. He aprendido a hacer unas bebidas deliciosas, se las voy a preparar y me dan su opinión.
Kate y Michelle no creyeron que eso era muy del estilo de Marco. Así que solo se quedaron en el sofá, mientras él comenzó a preparar sus bebidas.
—Les digo que esta bebida está buenísima, ¡quedarán encantadas!, —dijo mientras ponía las bebidas en la mesita de madera que estaba justo enfrente de su sofá.
—Gracias —dijeron las chicas al unísono.
Kate se acabó su bebida de un solo trago; mientras que Michelle se tomó su tiempo para saborearla.
Marco enseguida volvió a llenar sus vasos. Comenzaron una charla sobre política, al terminarla, Kate comentó acerca de un libro bastante interesante.
—"Fantasmas", se está convirtiendo en mi libro favorito de terror —aseguró.
—Eso es porque es hijo de Stephen King —dijo Marco, y volvió a llenar sus vasos.
—Eso no tiene nada que ver, puedes ser hijo de Einstein, no por eso ser un genio —refutó Michelle, dándole un gran trago a su vaso.
Fue ahí, cuando una gran idea cruzó su mente.
—Qué les parece si jugamos un poco.
—¿Jugar? —cuestionó Michelle, acomodando su cabello.
—Sí, hace mucho no jugamos Jenga(1).
—Jenga me parece perfecto —Kate parecía más animada que de costumbre.
Marco fue hasta la estantería de madera, dónde había cientos de libros que jamás leyó, pero que tenía, para fingir que sí. Buscó en la parte de abajo y allí estaba, su Jenga de madera. Entonces, regresó con las chicas. Se apuró a acomodar todo.
Pero antes de iniciar el juego, añadió: —Quien pierda deberá cumplir un reto.
Kate y Michelle, asintieron con la cabeza. Y así comenzaron la primera partida. Cómo siempre Kate fue la primera en perder.
—Tu reto es que le marques a tu ex y le digas que quieres volver con él —dijo Marco sin más.
—¿Qué?, ¡No!. —Kate se apresuró a negarse, se levantó de la mesa y fue al baño.
Cuando regresó, todas las piezas de Jenga estaban en su lugar. Marco le dedicó una mirada asesina.
—Está bien, lo haré —respondió al fin, pues esa era una regla inquebrantable de los retos, según Marco. Sacó su teléfono celular y marcó a su exnovio.
—Eres muy valiente —susurró Michelle, aguantando las ganas de ir al baño, ya que por nada del mundo se perdería el semejante espectáculo que montaría Kate y su expareja.
Mientras tanto, Kate moría de nervios con la bocina del celular en el oído.
—Pon altavoz —ordenó Marco.
Kate obedeció de mala gana.
—Bueno, ¿qué pasó?, creí que me llamarías cuando los zombies dominen la tierra —respondió en forma burlona Leo.
—Quiero que lo volvamos a intentar—soltó Kate.
—Yo no lo sé, esas cosas no se hablan a las diez de la noche, y mucho menos por celular. —exhaló—. Si quieres y puedes, quedamos de acuerdo mañana y pensemos bien las cosas —añadió.
—Bien —respondió Kate, y cortó la llamada.
—Dame esos cinco, muñeca —Marco la felicito y le extendió su mano.
—Vete a la mierda —dijo molesta, pues se había sentido humillada.
Michelle se quedó en su asiento, observando las piezas de Jenga, como si fueran la cosa más interesante.
—Siguiente partida —anunció el joven, dedicándole una sonrisa de complicidad a Kate.
Michelle salió de su trance, —Voy al baño —dijo y se levantó para ir de prisa al sanitario.
Al regresar, Marco y Kate la esperaban en el sofá.
—Ahora sí, siguiente partida. —Marco soltó una risita.
Así comenzó de nuevo el juego. Las manos de Michelle temblaban, no sabía si era por el alcohol en su cuerpo o por el miedo que tenía de tirar la torre. Pero como está escrito en un famoso salmo, su mayor miedo se hizo realidad, pues de un movimiento tiró toda la torre.
Marco, al ver eso, sonrió satisfecho.
—Tu reto es que le marques a Baillerés hijo, y le digas que quieres pasar una noche con él.
Michelle tragó saliva, y comenzó a sentir un remolino en su estómago.
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Comments
Nereida Hernández montes
está chica cómo que está embarazada?
2023-09-01
6
Alba Hurtado
me encanta tu historia divertida tienes mucha imaginacion segunda vez que la leo😂🤣😅😆😁😄😃😀🙂🙃🫠
2023-08-22
0
Irma Rocha Cruz
jajaja... así nomás...
2023-05-16
1