Capitulo 11

Había llegado la noche por completo. La luna iluminaba cada cabeza del reino y pueblo con una brillante luz reflejada en cada pozo de agua que hubiera en cualquier lugar visible. Las estrellas parpadean un brillo muy bonito. El sol que le faltaban pocas horas para salir por completo; ya estaba mostrando se un poco. Había pasado un tiempo desde entonces.

- Buenos días.- Sonó la voz de Roger.

- Papá.- Mencionó su hija volteando a ver a su padre.

- Oh, ya estás despierta.- Dijo el padre de la chica observando a su hija.- Mi hija está creciendo tan rápido.- Volvió a decir su padre con melancolía.

La chica dejó salir una risita observando la reacción de su padre.- Ya no tienes que hacer esto.- Dijo Mei refiriéndose a venir a despertarla todos los días. Aunque ya no lo hiciera constantemente.

- Oh, lo sé cariño, lo sé.- Dijo Roger conciente.- Pero eres mi única hija, aún no estoy preparado.- Terminó de decir su padre con una sonrisa nostálgica.

Ella le devolvió la sonrisa.

- Necesito nietos.- Dijo su padre de repente en voz baja. Su hija reaccionó sorprendida, pero luego terminó su reacción con una sonrisa. Sus mejillas estaban coloreadas de color rosa.- ¿Cómo te ha ido? - Preguntó.

Mei contestó con un sonrisa.- Está todo bien, gracias por preocuparte.- Agradeció.

- Eso es bueno.- Respondió Roger.- No quitó más tu tiempo, me retiro.

Mei le mostró una sonrisa llena de alegría.

Su padre beso su frente y se retiró del lugar.

- Princesa.- Ahora se escuchó la voz de Liliana, quién pasó tras aceptar la orden.- Vengo a peinar el cabello de la princesa.

- No te preocupes por eso Lily, puedo hacerlo por mí misma apartir de ahora.- Respondió Mei dejando salir otra risita.

- Pero princesa, pronto se casará y se mudará del palacio, ya no podré hacerlo.- Dijo Liliana un poco preocupada.

Mei sonrió ante sus palabras, y asintió permitiendo peinar su cabello rubio platino brillante.

- ¿Cómo le está yendo? - Preguntó mientras comenzaba a peinar un lado del cabello de Mei.- Disculpe mi intrusión.- Se disculpó antes de siquiera obtener respuesta.

Mei soltó otra risa al recordar que hace unos pocos minutos su padre había preguntado lo mismo y se había preocupado de igual manera.

- Está bien.- Aún seguía riendo un poco.- Es algo nuevo, pero estoy segura de que me acostumbraré, además, sé también que es una buena persona.- Sus mejillas se tornaron color rosa transformando su risa en una sonrisa muy alegre.

- Ya veo, me alegro por usted.- También respondió con una sonrisa.- Su futuro será brillante, como usted.- Siguió peinando su cabello.

- Gracias.- Dió un ligero movimiento con su cabeza a un lado mostrando una sonrisa y sus mejillas color rosa.

La princesa es muy hermosa, soy muy afortunada.- Pensó.

- Bendiciones a la familia imperial.- Dijo un hombre en otro lugar presentándose delante del emperador. Se inclinó.

Reinó el silencio por parte de Anastacius, quién demostraba una expresión de frialdad.

- Su majestad está feliz por verlos.- Dijo un guardia del emperador.

Se nota.- Pensó el otro hombre con una gota de sudor recorriendo su mejilla.

- Claro, fue nuestra culpa por venir sin previo aviso, pero es un asunto de suma importancia.- También dijo el hombre.

Anastacius lo observó nuevamente con frialdad y se retiró sin decir palabra. El otro hombre solo mostró una sonrisa un poco ligera. El guardia los invitó a pasar luego del emperador. El hombre fue tras él.

Todos pasaron a un lugar bastante pálido y privado. Anastacius se sentó sobre una gran silla echa de oro puro que brillaba ante los ojos de las personas codiciosas. Mantuvo su única expresión seria y fría. Decidió abrir su boca para pronunciar un nombre.

- Noah.

- Su majestad.- Se inclinó nuevamente.- Vine frente a su majestad por un asunto de suma importancia. Primero permítame presentarle a mi esposa. Ella es Ces.- Señalaba a una señora, está acarició su panza embarazada, al parecer le faltaban unos cuantos meses para dar a luz. La mujer tenía su cabello de color naranja y ojos verdes esmeralda.

- Su majestad.- Saludó la mujer al hombre sentado.

- Y ella es mi hija, Marianne.- El hombre llamado Noah presento a su hija, quién tenía un aspecto igual a de su madre.

La chica también se presentó de forma respetuosa ante el emperador Anastacius. Su aspecto describía una chica madura, hermosa e inteligente.

- ¿Puedo saber por qué la familia Frodium se presenta aquí? - Preguntó con frialdad y desinterés.

- Claro que sí.- Respondió Noah a la pregunta. se tomó unos segundos para responder.- Compromiso.- Dijo de repente.

Anastacius curvo sus labios con con una expresión fría. Ya sabía a dónde se dirigía tal conversación.

- Somos viejos amigos. Sé que tiene hijo mayor, dos años mayor que mi hija.- Decía con respeto.- También sé que aún no está casado.- La sonrisa del emperador aumentaba aún más con cada palabra.- Mi hija a sido cuidada y educada con disciplina desde su nacimiento, también tiene una buena etiqueta y clase. Con todo respeto, Mi hija estaría muy feliz de poder comprometerse.- Terminó por fin.

- Creemos que será un buen matrimonio.- Agregó su esposa Ces. Acarició suavemente su panza. Nuestra hija es un ejemplo para muchos, creo que será un buen ejemplo para su futuro hermano, y también creo firmemente que será ejemplo para el pueblo y el reino.- Terminó también su esposa con una sonrisa segura y firme. Su esposo sonrió al escuchar las palabras de su conyugue mientras la miraba con ojos orgullosos.

El emperador volvió a su expresión inicial, tanta charla innecesaria e interesada parecía provocar irritación.

- La familia Frodium es una familia conocida, creo que sería la familia más adecuada para un matrimonio con su hijo, su majestad.- Dijo con respeto.

Anastacius se tomó unos pocos minutos para responder, lo que hizo que la familia Frodium comenzara a demostrar nerviosismo. Después de unos segundos más, unas carcajadas llenas de ironía y frialdad se empezaron a oír en el lugar. La familia Frodium miró al emperador con sus rostros sorprendidos.

- Ya veo.- Dijo Anastacius al parar de reír.

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