Capítulo 11: Lluvia

Era un día nublado, y mientras estaba en clase, miraba por la ventana.

—Parece que lloverá— Dije.

—¡Sí! —sonrió Luna, justo a mi lado.

—Hace mucho que no llueve —respondí, sintiendo cómo una sonrisa se dibujaba en mi rostro.

Nobu y Kaori nos observaban.

—Ustedes dos siempre se alegran cuando llueve —comentó Nobu con su habitual curiosidad.

—Si fuera por ustedes, todos los días llovería —agregó Kaori, con una sonrisa.

Ambos soltamos una risa.

—¿Por qué les gusta tanto la lluvia? —preguntó Nobu.

—Hmm... me gusta el sonido de la lluvia —dije, recordando las veces que me sentía relajado escuchándola caer.

—Sí, y el aroma a humedad en el aire —añadió Luna, y no pude evitar asentir.

—Oh, y las chocolatadas que prepara mi madre cuando llueve —dije, ilusionado.

—¡Cierto! Ella siempre prepara eso y vemos películas todo el día —replicó Luna.

—Sí, sí. Pero eso no es lo mejor.

—Cierto —dijimos al unísono—. ¡Lo mejor es caminar bajo la lluvia!

Nobu y Kaori se miraron entre sí.

—Vaya —dijo Nobu—. Realmente ustedes tienen una rutina para todo.

—¿Rutina? —pregunté, extrañado.

—Sí —respondió Kaori—. Parece que siempre hacen lo mismo cuando llueve o cuando hay un festival.

—Hmm… no me di cuenta —dijo Luna.

—Ni yo —admití.

Nobu y Kaori suspiraron.

—Entonces supongo que solo se dejan llevar —dijo Nobu.

—Eso parece —asintió Kaori.

Al final de las clases, comenzó a llover. En la entrada de la escuela, Luna se emocionó:

—¡Kazuki! ¡Lluvia!

—¡Sí! ¡Extrañé tanto que llueva! —exclamé, sintiendo que la alegría me inundaba.

—Jeje, yo también —respondió ella, y su risa era contagiosa.

Nobu sacó su paraguas y cubrió a Kaori.

—Oigan, ¿trajeron paraguas? —preguntó.

Ambos respondimos que no.

—Tengan el mío si quieren —ofreció Kaori, mostrando su paraguas.

—No, gracias, Koizumi —dije, sintiendo que no necesitábamos paraguas.

—Siempre que llueve nos gusta caminar sin usar paraguas —agregó Luna, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

—Hmm… van a resfriarse —advirtió Kaori.

—Descuiden, no pasará nada —le respondí.

—Está bien… —aceptó, y Nobu agregó:

—Bien, entonces nos vemos mañana.

Ambos se fueron, y al instante, Luna y yo comenzamos a caminar bajo la lluvia.

—Ahhh, qué agradable —exclamé.

—¡Mo! ¡No es justo que te vayas sin mí! —dijo Luna, siguiéndome.

—No pensaba irme sin ti. Solo quería sentir la lluvia —sonreí.

—Mo… está bien —respondió, y ambos nos dirigimos hacia nuestras casas.

—Realmente extrañé mucho esta sensación —dije mientras caminábamos.

—Yo también —respondió Luna, y al ver un parque con juegos, exclamó—: ¡Oh!

—¿Hm? ¿Qué ocurre? —pregunté, curioso.

—Eso —señaló hacia el parque.

—Ya veo…

Los columpios estaban vacíos, y corriendo hacia ellos, nos subimos. Luna sonreía mientras se balanceaba.

—Siempre quiero venir aquí, pero está lleno de niños jugando —comentó.

—Es una de las ventajas de que llueva; no hay casi nadie en las calles —dije, disfrutando del momento.

—¡Por eso amo la lluvia! —exclamó.

Después de jugar un rato, Luna se subió a un tobogán.

—¡Kazuki! ¡No vendrás? —me llamó.

—No, no. Te esperaré aquí abajo por si te resbalas y te caes.

—Mo, eso no pasará.

—Siempre dices lo mismo.

—Mo, ¡ya lo verás! —dijo, y al intentar sentarse, se resbaló y cayó de frente por el tobogán. Justo al llegar abajo, la atrapé y la ayudé a levantarse.

—Te lo dije —comenté, aunque no podía evitar sonreír.

—Mo… pero fue divertido —respondió, sonriendo.

—Sí, es divertido, pero puedes golpearte. No me preocupes así.

—Lo siento —dijo, sonrojada.

Desvié la mirada, sin poder evitar sonrojarme también.

—¿Qué ocurre? —preguntó Luna, curiosa.

—Tu uniforme… —dije, mirando hacia otro lado.

—¿Qué tiene? —inquirió.

—Está todo mojado y se ve todo…

Luna se dio cuenta de que su camisa estaba transparente y se cubrió, sonrojándose de inmediato.

—¡Ah! ¡Lo hubieras dicho antes!

—Lo siento —dije, sintiéndome culpable.

—¿Quién te dio permiso de ver mis pechos? ¡Mo! ¡Tontozuki! —se cubrió aún más.

—¡No fue mi intención! ¡Lo siento! —exclamé mientras me quitaba mi chaqueta.

—Ten, cúbrete —dije, dándole mi chaqueta.

—Gracias… —respondió, sonrojada.

Yo también me sentía algo avergonzado.

—Descuida… será mejor que nos vayamos ya —le dije.

Luna asintió y ambos nos dirigimos a nuestras casas. Al llegar, ella dijo:

—Iré a cambiarme y luego vendré —sonrió.

—Lo suponía. Te esperaré.

—Gracias —respondió, sonriendo, mientras me daba la chaqueta y se iba a su casa.

Después de un rato, escuchamos a Reiko.

—¡Ahhhh! —gritaron ambos.

—Cielos, ¿tienen que reaccionar así siempre que les hago chocolatada? —preguntó ella, divertida.

—¡Sí! —respondimos al unísono.

—Bien… solo ya no caminen bajo la lluvia. ¡Van a resfriarse!

—No pasará nada, mamá —le dije, sonriendo mientras bebía el chocolate.

—Estaremos bien —agregó Luna, sonriendo también.

—Bien… —suspiró Reiko.

Nos sentamos juntos en el sofá y nos cubrimos con una manta. Reiko se sentó en otro sofá y también se cubrió, mientras comenzábamos a ver una película.

—Ahh… nunca me canso de esto —dije, disfrutando del chocolate.

—Ni yo —respondió Luna, con una sonrisa.

Ambos teníamos expresiones de satisfacción en nuestros rostros.

—¿Tanto les gusta que hagamos esto cada vez que llueve? —preguntó Reiko.

—¡Sí! —respondimos.

—No preferirían hacer otra cosa?

—¡Nop! —dijimos.

—Hmm… y si un día no hay chocolate para hacerles?

—Compramos —contestamos sin dudar.

—¿Realmente no quieren cambiar nada de sus vidas? —preguntó Reiko.

—Pues, yo estoy bien con que siempre hagamos esto —dije.

—Siento que ya es una costumbre de los tres hacer esto —comentó Luna, sonriendo.

—Jeje, pues desde pequeños empezaron a hacer esto. Y siempre me ignoran cuando les digo que no caminen bajo la lluvia —dijo Reiko, sonriendo.

—Pero es divertido —replicó Luna.

—Sí, esperé mucho para que llueva y hagamos esto —dije, sintiendo nostalgia.

Mamá nos recordó:

—Aunque saben que pueden hacer esto siempre que quieran.

—No queremos —respondimos.

—Bien, bien… no insistiré más —dijo, mirándonos—. ¿No creen que están muy juntos?

—Hace frío… —respondimos a coro.

—¿Sienten frío por haber jugado en la lluvia?

—Mo… —dijo Luna, mientras yo asentía.

—Sí, sí, lo sé… —respondí, sintiendo que la culpa comenzaba a asaltarme.

Mamá suspiró.

—Ya pasó. Esto pasa siempre que llueve, así que estoy acostumbrada.

Luna se acercó más a mí, y al sentir su cercanía, murmuró:

—Siento mucho frío…

—Sí… —dije, mientras ambos nos cubríamos aún más con la manta.

—Lo que falta ahora es… —nos miró.

Y en ese momento, ambos estornudamos al unísono.

—¡Se los dije! ¡Idiotas! ¡Se resfriaron! —gritó Reiko, exasperada.

—¡Mo! —dijo Luna, mientras yo agregaba:

—Valió la pena… —y estornudé nuevamente.

Reiko suspiró, resignada.

— Lo sentimos… —Dijimos ambos al unísono.

Capítulo 11 – Fin

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