Para enfrentarse a un demonio, sea cual sea, o a un ritual, uno antes tiene que estar bien preparado. Eso le quedaba claro a Octavio, luego de leer el manuscrito y las instrucciones que Estela Córdova le había dejado. Estaba muy agradecido con la mujer por haber accedido a contar su historia, y orgulloso con él mismo por haber logrado su cometido, conocer más sobre la historia del hotel, ahora llamado Ocean Deluxe.
—¿Qué haces? –le preguntó Daniela aquella tarde en su oficina. Él había estado buen tiempo leyendo todo lo que había hallado sobre Irinam y la oración de Jesús, escribiendo en internet “La casa de todos”. Apenas y había encontrado información, pero un artículo pudo verificar la veracidad de la historia de Estela. El Duque, de seguro era él, parado junto con más gente a las afueras de una enorme casa. El artículo no era más que lo bien que la gente la pasaba en aquella estancia, una casa para todos.
Daniela siempre era así, llegaba de pronto y se ponía a ver en qué estaban trabajando.
—Nada importante –le respondió Octavio—. ¿Cómo va lo de los Torres?
—Pues esta tarde han depositado –sonrió Daniela—. Así que ya podemos decir que somos mayoritarios.
Daniela regresó a su escritorio justo a tiempo, pues su jefe entró a la oficina. Sin embargo en esta ocasión no lucía enojado, más bien llevaba una botella y tres copas.
—Vamos a brindar –les dijo—. Acaban de anunciar la aceptación del tercer edificio para el hotel.
—¡En serio! –soltó Daniela, y Octavio cerró un puño triunfante. Aquel proyecto al fin culminado significaba un gran avance para la compañía, posicionándolos como los más fuertes en el mercado.
—Les agradezco –les dijo su jefe. Y brindaron, contando anécdotas, recordando momentos.
“Ha sido la mejor temporada del año en mucho tiempo para Bahías. La ocupación hotelera ha visto un incremento de un quince por ciento a comparación del año pasado, y esto se debe mucho a la apertura del Ocean Deluxe, hotel que viene a unirse a los otros complejos y que pretende retomar, como lo fue en antaño su anterior: dueño y rey de los hoteles en el puerto”.
—Y mi padre estuvo detrás –soltó Ana en el sillón, luego de escuchar que Elisa, su madre, terminaba de leer el artículo. La puerta sonó tres veces—. Debe de ser él.
Y tal lo planeado Ana fue abrir la puerta mientras Elisa se paraba en medio de la sala con las manos por detrás. Octavio entró extrañado.
—¿Qué ocurre? –preguntó.
Ana le sonrió y cerró la puerta tras de él. Las buenas noticias continuaban. Elisa despegó sus manos y le mostró una prueba de embarazo que daba positivo. Ana aplaudió una sola vez al ver a su padre levantar a su madre y besarla en la frente. Se sentaron en el sofá.
—Lo he confirmado –le dijo Elisa—, y mañana tengo cita con el médico.
—Déjenme les preparo la cena –soltó Ana y se dirigió a la cocina.
—Espera, espera –le dijo Octavio—. Qué yo también tengo buenas noticias.
—¿Ah sí? –soltó Elisa.
—Han autorizado una tercera torre para el hotel. Inicia la construcción en tres meses.
—¿También iremos a la inauguración? –soltó Ana.
Hacía dos semanas de la cena de la inauguración. Aquel evento les había gustado mucho, y aunque se habían regresado temprano, Ana agradeció que sus padres le hubieran permitido invitar a Manuel. Se levantó para preparar la cena a la vez que ponía su celular en altavoz para darle la noticia a su novio. Sus padres se quedaron en la sala, abrazándose, olvidándose de todo.
Octavio había realizado dos viajes importantes en su vida. El primero para olvidarse de la muerte de su bebé con tres días de nacido. En aquel viaje partió a un país del sur del continente. Seperdió a sí mismo, como muchas veces se pierde el hombre. El segundo viaje de Octavio fue a la cabaña de Estela Córdova. Pero lo relacionado a aquel viaje aún no terminaba, y lo comprendió cuando, sentados en la sala comiendo los tacos que Ana había preparado, ella interrumpió para contar algo que hacía menos de tres días le había ocurrido.
—Creo que ahora que tendré un hermano… o hermana, tendremos que irnos de esta casa –empezó.
—¿A qué te refieres? –le preguntó su madre.
—El viernes, cuando me quede sola, sentí eso que preguntaste la otra vez. Sentí algo que estaba aquí… ¿recuerdas que me lo preguntaste?
Octavio giró a ver a su esposa y ésta asintió.
—¿Le has visto? –preguntó Octavio.
—Sí… ese día le vi, allí —Ana señaló a la cortina amarilla que tapaba una de las ventanas—. Sabía que estaba allí, esa cosa o lo que sea. Sentí mucho miedo papá. Y entonces miré hacia abajo —Ana ahora señaló a una separación que había entre la cortina y el piso—. Era como el pie de un humano, pero de piel oscura, como la ceniza. Y tenía unas pezuñas… muy grandes… con arañazos y cortadas llenas de sangre. Salí de la casa y por eso…
—Te encontramos afuera –dijo Elisa—. Nos dijiste que habías salido a mirar las estrellas. ¿Por qué no nos contaste?
—No lo sé… no quería que se asustaran, ustedes nunca han creído en esas cosas. Pero me pongo a pensar, recuerdo lo que me preguntaste. ¿Ustedes también le han visto?
—No –dijo Elisa, y giró a ver a su esposo, el cual lucía pálido.
—Se está… materializando –soltó Octavio.
—Es por eso que debemos abandonar esta casa –les dijo Ana—. Hay algo malo.
—No es la casa –respondió Octavio—. Este es nuestro hogar, y aquí seguiremos viviendo. Lo que es esa cosa… lo que pretende, no lo lograra. Sé como liberarnos.
Las dos mujeres de su familia le miraron esperanzadas, y él sintió más que nunca la responsabilidad. Cuando ellas se fueron a dormir llamó por teléfono al Ocean Deluxe y reservó una habitación.
Diario
de Ana
Esta es la última vez que escribo. Nuestro ejercicio ha terminado y no sabe la ayuda que me ha dado. Me siento limpia, como si hubiera soltado una gran carga. Aunque por supuesto el estar vivo significa lidiar, día con día, con nuevas.
* Mi madre luce radiante con la noticia de que será madre de nuevo, aunque claro le preocupa el hecho de que vuelva a ocurrir algo malo con el bebé. Es una mujer fuerte, y tanto su familia y nosotros le damos ánimos. Manuel me dice que estoy celosa, y claro que no, ¡tanto para mi padre y para mi es una larga espera!*
Él, mi padre, entró a verme el día de ayer. Entró a mi habitación mientras yo terminaba un trabajo de la profesora Lucía. Me entregó de regreso la libreta de pasta café y hojas amarillas que días atrás yo le había prestado. Al abrirla me di cuenta que ya estaba gran parte ocupada por escrituras. Mi padre me dijo que eran escritos de él y de una mujer, que juntos habían relatado algo en esa libreta.**
—Es sobre el hotel Córdova azul. Es la historia. –me dijo.
—¿Y quién te ha ayudado con la otra parte? –le pregunté.
*Las primeras páginas eran sin duda su letra, con pluma azul y en veces negra, pero había otra con una letra cursiva muy cuidada, de seguro la de la mujer.**
—Es de Estela Córdova.
*Al principio no me sonó, luego agrandé los ojos y mi padre lanzó su peculiar media sonrisa. Algo había escuchado yo de Estela Córdova, así que me puse a hojear la libreta.**
—Quiero
que me ayudes –siguió él—, a revisar y a pasar a limpio lo que los dos hemos
escrito…y lo mejores, con tu manera de revisar textos, tu gusto literario.
* Así que aquí me tiene profesor, apenas termino este diario que usted me mandó a escribirle, y mi padre ya me tiene otro trabajo. Me dijo, antes del salir del cuarto, que no estaba terminado, que muy pronto él me daría la última parte, pero que esa la escribiría luego, en otra libreta. No entiendo por qué, y hay muchas cosas que no me quedan claras. Él estudió periodismo, y de ahí viene ese instinto, aunque terminó dedicándose a otras cosas gracias a su primera carrera: finanzas internacionales. Empieza todo a cuadrar, ¿recuerda que le comenté que él estaba detrás del proyecto de renovación del hotel? La otra vez fuimos a una cena de inauguración y todo estuvo muy bien. Sin embargo, a lo que veo, él ha ido más allá. Ha desenredado el pasado de ese hotel, de aquella famosa familia de Bahías, y creo que ha logrado que Estela cuente lo que en realidad pasó.
Yo seguiré escribiendo, no sabe cuánto me ha ayudado todo. Me he ocupado, he limpiado mi mente, como tanto me pidió. Agradezco a usted, a mis padres, a Manuel y a ese bebé que viene en camino.
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