Se podría decir que los días que transcurrieron después del funeral fueron normales y tranquilos. Todo iba bien, hasta un mes antes de que Renata cumpliera su primer año. Gustavo apenas y estaba en casa por sus eventos de política, y tenía tres meses lanzado como el candidato oficial de su partido. Me había dicho que yo no me mortificara tanto, pero la casa estaba llena de panfletos, volantes, llaveros y mochilas con su nombre o rostro. El partido al que pertenecía estaba agarrando mucha fuerza. No parecía preocuparse mucho por ganar, pues una parte de él sabía que lo haría. Y yo también, pues para ser sincera los otros dos candidatos no eran muy fuertes.
Sin embargo el primer día del onceavo mes de nacimiento de Renata me enteré de una publicación que sus enemigos habían lanzado con tal de despotricarlo y quitarle fuerza. Esa publicación no sólo hablaba mal de él, sino que se habían tomado una sola columna para hablar de mi persona. Fue la señora de la tienda, cuando fui por la mañana, quien me estiró el brazo para lanzarme el periódico. Había sido publicado ese día. Me asusté al vernos en portada, aunque al principio creí que se trataba de promoción para su partido, hasta que leí el titular: Gustavo Sánchez y la ayudadita de su esposa. Se me hizo un hueco en el estomago, no entendía a qué se refería todo aquello. Pagué a la señora y caminé aprisa a casa, en parte porque había dejado sola a Renata.
Al abrir el periódico busqué la columna donde estaba una fotografía que nos habían tomado hacía días en un evento, yo incluso con Renata en brazos. El titular del interior, en cambio, era
diferente:
Estela Córdova, un pasado lujoso pero
turbulento.
El pasado 8 de agosto se llevó a cabo la presentación a la alcaldía de Bahías del
Sr. Gustavo Sánchez, perteneciente al partido Institucional Nacionalista del Norte,
el cual busca obtener por quinto año consecutivo el gobierno del puerto. Presenta
así pues no solo a un joven con poca experiencia y notable poco conocimiento de
los procesos de gobernar una ciudad tan bella, turística y lujosa como lo es
Bahías, sino que también lo utilizan como títere para gastar menos en sus
recursos. Es la esposa de Gustavo, la joven heredera del hotel Córdova azul, donde
un escalofriante asesinato fue llevado, quien está prácticamente aportando todo
el dinero para la campaña. La misma chica que hace casi siete años vivió la
conocida tragedia en el hotel.
En un ámbito muy reducido se sabe que
el joven candidato saca provecho de la fortuna que goza su ahora esposa. El
hotel abandonado debe de tener ya compradores a la vista. Y no cabe duda de que
Sánchez está lo más que interesado porque la venta suceda pronto. ¿Querrá la
gente de Bahías votar por alguien que se está aprovechando de la inocencia
ajena? ¿De una chica que vivió uno de los peores momentos que se pueden vivir,
cuando unos desconocidos irrumpieron en la fiesta del hotel donde vivía y
mataron a casi todos los miembros de su familia? Quién pues, sino otro, pudo a
ver contactado tan fácil con la chica que prefería, hasta hace algunos meses
atrás, mantenerse en el anonimato.
Hablemos entonces de un Gustavo
Sánchez frío, calculador, lleno de avaricia y ganas de poder; qué bien algunas
de estas cualidades ayudarían al puerto, pero hablemos mejor de los otros dos
candidatos, que sin recurrir a métodos oscuros han logrado llegar adonde están,
gastan dinero de sus propios bolsillos y sus intenciones no son otras más que
la mejoría del puerto y sus reglamentos. Estimado lector, ¡no se deje engañar!
Estela Córdova es la única nieta sobreviviente
del famoso empresario Ramsés Córdova, quien fundó, cerca de sus cincuenta, y
con el sacrificio de sus años, el hotel Córdova azul, uno de los primeros en el
puerto. Se llevó a vivir a su familia a la parte alta, como algunos lo sabían,
y fue donde Estela tuvo una vida llena de lujos. Bien es sabido que no había capricho
que esa familia que no se cumpliera. Y ahora que, se dice que Estela vive en
una casa común y corriente con Gustavo, donde esos lujos han quedado atrás, la
alcaldía de su esposo supondría la riqueza que antaño vivió. Véase las fotos
del lujoso hotel y los Córdova, en una fiesta de bienvenida a las hermanas
Córdova, Patricia y María.
El artículo terminaba allí, y venían al final dos fotografías más. Una de una limosina a las afueras del hotel, y la otra la foto de mi familia en la fiesta de mis tías. Cayeron mis lágrimas sobre el artículo y lo dejé en la mesa. Me moría de tristeza, frustración y enojo. Estuve allí sentada buen rato llorando, odiando a la persona que había escrito todo aquello. Así me encontró Gustavo al llegar a casa, y se acercó a mí, tomando con sus manos el artículo. Me dio un abrazo y se sentó a mi lado, haciendo que le mirara a la cara.
—Lo siento mucho –me dijo—. Haré todo lo posible porque paguen por lo que han hecho.
—¡No es justo! –le dije—. Todo allí… son…
Iba a decir mentiras, pero sabía que al menos un cincuenta por ciento del artículo era real.
—No tienes que decirme nada –me dijo él—. Sabes mejor que nadie que yo no busco nada en ti, sólo tu amor, el tuyo y el de nuestra hija. Yo nunca… nunca he hablado contigo acerca de tu pasado. Tu hotel me importa un comino.
—¡El hotel! –le corregí, y me puse en pie. Él se levantó también sin dejar de sostenerme de las manos—. No fueron… no fueron unos desconocidos –terminé, y él me miró con seriedad, sin comprender del todo.
—¿A qué te refieres?
—No fueron unos desconocidos los que asesinaron a mi familia… fue mi familia.
—¿Qué? Cálmate, estás muy mal.
—¡Fue mi sangre! ¡Fue mi tío Ricardo! Él… ¡disparó desde lo alto!
Me dejé llevar por su abrazo, lloré en su pecho.
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