Presencia Maligna

Irina se levantó muy temprano esa mañana, tenía prisa por ir a buscar a Shanan.

Mateo abrió los ojos y vio que Irina ya se había levantado, ya estaba bañada y arreglada.

La anciana ya había preparado el desayuno.

Poco después, Irina y Mateo entraron al comedor al oler el delicioso aroma del desayuno.

Qué bueno que ya están aquí, siéntense enseguida le sirvo.

Gracias, señora. Es usted muy amable.

Bueno, le agradezco mucho las atenciones, señora, iremos a buscar a nuestra amiga. No quiero que le vaya a pasar algo malo.

Pues ojalá que ella siga viva, se los deseo de todo corazón.

Gracias, señora, con permiso.

La señora no les dio la dirección escrita, pero sí les dijo cómo llegar.

Llegarían a más tardar al mediodía porque estaba sumamente retirado.

La señora les había dicho que llevaran suficientes provisiones para el camino, y agua también porque no había una tienda en 5 km a la redonda.

Desgraciadamente, a varios kilómetros se encontraron una cerrada. Parece que hubo un accidente y estaba un retén de policías por ambos lados de la calle.

Por lo que el tráfico iba muy lento.

Dos horas después...

Dios mío este tráfico no avanza, ya me estoy desesperando mucho. Llevamos aquí 2 horas más las que nos faltan para llegar a la casona.

Irina, si quieres nos regresamos podemos venir otro día.

¿Y de dejar de buscar a nuestra amiga?, imposible.

Pues dime lo que haremos, nos regresamos o esperamos hasta que podamos pasar.

Irina se quedó en silencio un buen rato. Hasta que por fin contestó.

Ni una cosa ni la otra, no podremos salir de aquí ni para atrás ni para adelante, ¿ya viste toda la fila que tenemos atrás de nosotros?

Sí, ya vi, no nos queda más remedio que esperar.

¿Y cuánto tiempo tendremos que esperar?

Pues no lo sé, pero tal vez no podamos pasar nunca.

Una hora después, lograron pasar por fin.

Después de varias horas, la casa se erigía imponente y majestuosa.

Irina sintió temor al ver la enorme casona que lograron ver por fin.

¿Es ahí donde está metida Shanan?

Supongo que sí, dijo Mateo.

Dios mío y, ¿cómo vamos a entrar ahí?, dijo Irina, en su rostro se notaba la confusión y el desaliento.

La pregunta sería, ¿cómo entró Shanan ahí?, corrigió Mateo.

Pero, ¿es seguro que está ahí?

Irina, eso no podremos saberlo con seguridad, pero al menos hay que tratar de sacarla en caso de que esté ahí. Ya ves que la anciana dijo que nadie vivía ahí.

Tengo miedo, Mateo, ¿y si no la encontramos? Y, sí como dijo la anciana, ¿ella está muerta?

Por favor, Irina, no pienses en eso ella debe de estar viva siempre ha sido muy fuerte y decidida.

Sí, pero yo tengo mucho miedo de no encontrarla.

La encontraremos, ya lo verás, tranquilízate.

Irina respiró hondo, no sabía qué iban a encontrar en esa casa. La sola idea de que Shanan podría estar en peligro la tenía muy nerviosa.

Poco a poco se fueron acercando más a la casa.

El corazón de ambos chicos latía a 1000 por hora.

En realidad estaban bastante asustados.

El lugar donde estaba la casa se veía muy solo y sombrío.

No se veía ni un alma por los alrededores al parecer estaba completamente abandonado.

Parece que no hay vida en este lugar, tal vez no haya nadie en esa casona. Tal vez la señora tenga razón y Shanan no esté ahí o ya está muerta.

Cállate, Mateo, no digas eso, por favor. No me pongas más nerviosa de lo que ya estoy.

Perdón, solo fue un comentario.

Pues ahórrate tus comentarios, dijo Irina un poco molesta.

¿Y qué tal si le avisamos a la policía?

¿Y qué le vamos a decir?, que tenemos sospechas de que nuestra amiga está en peligro, se van a reír de nosotros.

Entonces, ¿quieres que entremos los dos solos arriesgándonos a algún peligro?, no podemos saber.

Tienes razón, ya no sé ni qué pensar.

Bueno, vamos a concentrarnos y pensar bien lo que vamos a hacer.

Mateo se estacionó a varios metros de la casa, no quería ponerse mero frente por temor de que si había alguien los fuera a ver.

Ya eran las 5 de la tarde cuando llegaron. Todavía había luz del sol, pero estaba próximo a extinguirse.

Irina y Mateo empezaron a caminar con mucha cautela hacia la casa.

Iban tomados de la mano como medida de protección de ambos.

A medida que avanzaban la casa parecía un monstruo gigantesco a punto de caerse encima de ellos.

Dios, es enorme, dijo Irina.

Con los nervios a flor de piel siguieron avanzando.

El camino se le hizo muy largo a Irina, ella sentía que en lugar de acercarse se alejaban más.

Ya casi llegamos, no te desesperes, dijo Mateo tratando de tranquilizar a su amiga.

Irina sentía que se le iba el aire. Trató de serenarse, pero era casi imposible. La sola vista de esa casa enorme la hacía sentir una especie de pavor.

Mateo le apretó la mano en señal de apoyo y calma.

Necesito agarrar aire, ¿nos podemos parar un momento, por favor?, dijo Irina casi sofocada.

Claro que sí, pero piensa que mientras más tardemos en llegar a la casa más tarde se nos va a hacer. Ya casi se esconde el sol y nos va a dar la noche. ¿Qué haremos entonces?

Yo sé que tienes razón, Mateo, pero es que no aguanto más esta incertidumbre.

Siguieron avanzando y cuando ya estaban a pocos metros de la casa, un hombre pareció salir de la nada.

¿Quiénes son ustedes y qué andan haciendo por estos lugares?, espetó.

Irina casi lanza un grito de susto, pero Mateo la consoló pasándole la mano por la espalda.

Tranquila, amiga. Déjame hablar a mí.

Buenas tardes, señor. Nosotros somos Irina y Mateo para servirle, venimos aquí en busca de nuestra amiga que al parecer se puso a trabajar en esta casa.

No me diga, en esta casa no hay nadie. Y lo mejor será que tomen el camino de regreso antes de que los pesque la noche, sería muy peligroso permanecer aquí.

Irina se puso más nerviosa y empezó a temblar.

Lo siento, hemos venido por nuestra amiga y no nos vamos a ir sin ella, dijo Mateo muy envalentonado.

Ya le dije que en esta casa no hay nadie, está desocupada desde hace muchos años.

Eso es imposible, insistió Mateo, tengo entendido que Shanan vino hace dos meses, y en ese tiempo no hemos sabido nada de ella.

Amigo, no se exponga, por favor, váyanse antes de que sea demasiado tarde.

Una, no soy su amigo, otra, ya le dije que no nos vamos a ir de aquí sin nuestra amiga. Así que déjenos entrar o se arrepentirá.

Los que se van a arrepentir van a ser ustedes si deciden entrar a la casa por la fuerza.

Y usted, ¿quién es para decirnos eso?, preguntó a Mateo.

Yo soy el mayordomo, casi el dueño de la casa y no ha venido absolutamente nadie en muchos años.