La dinastía Dickens ha estado viviendo con una maldición de procrear un solo heredero, pero no de cualquier persona. El final del hilo rojo de cada heredero de esta familia está conectada a alguien especial, que es destinada por los cielos, no importan los años que pasen, las situaciones en las que están, estás parejas se encontraran sin importar como. ¿Christopher será la clave para acabar con esta maldición que han tenido por casi 200 años? O ¿Sera el final de esta familia y su descendencia?
El hilo rojo conecta a todos aquellos que están destinados a estar juntos sin importar las circunstancias.
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Christopher
En medio del ambiente frio del quirófano, la ginecóloga toma la palabra con autoridad: "Vamos a comenzar," anuncia con una voz firme que resuena en la sala.
"1, 2, puja", dice la ginecóloga, y mi cuerpo responde con un gemido de esfuerzo.
"Ahhhhh," respondo entre gemidos, sintiendo la presión del trabajo de parto.
"¡Vamos, Andy!", me alienta con firmeza, y mis esfuerzos se multiplican.
Pero el dolor se intensifica y una sensación abrumadora de incapacidad me invade. "No puedo," murmuro con desesperación, sintiendo cómo la ansiedad me amenaza.
"No, Andy, tú puedes hacerlo. Uno, dos, puja de nuevo," insiste la ginecóloga.
Con cada empujón, mi esfuerzo se hizo más intenso. "¡Vamos, ya veo la cabecita, sigue así!", exclama la ginecóloga.
Un grito de asombro irrumpe cuando por fin la cabeza de mi primer bebé hace su aparición.
"¡Qué hermoso!", exclama mi madre, con lágrimas de alegría en los ojos.
"Es un niño," anuncia la ginecóloga, y una ola de emoción llena la sala ante la llegada.
"Pero ahora vamos por su hermanita," agrega la ginecóloga, y el desafío se renueva mientras me preparo para el siguiente esfuerzo.
Con el aliento entrecortado, mi madre me alienta: "Tú puedes, hija," sus palabras llenas de amor y apoyo en este momento crucial.
"Vamos, ya tengo la cabecita en mis manos, un poco más," de nuevo es la voz de la ginecóloga.
"Felicidades, son gemelos," revela finalmente, sumergiéndonos a todos en un mar de asombro y gratitud.
"¿Qué no era una niña?" pregunta mi madre, sorprendida por el giro inesperado de los acontecimientos.
"Se nos volteó," responde Miri, revelando el inesperado giro del destino.
"O tal vez no… veo otra cabecita, jefa," dice la ginecóloga, y el asombro se apodera de la habitación.
"Hija, son trillizos," exclama mi madre, abrumada por la emoción y la sorpresa.
“Okey Quetza, aquí vamos de nuevo. Tu puedes, “vuelve a pujar," me ordena, y el dolor vuelve a envolverme mientras me sumerjo en la oscuridad.
"¡Tenemos dos príncipes y una princesa!" escucho antes de perder el conocimiento.
Al despertar, miré a mi alrededor y vi a mi madre recostada en un sillón. "¡Rayos, mamá! Parece que te acostaste con un mastodonte y te dio trillizos", bromeó Chema mientras entraba, sin percatarse de la presencia de mi madre. Ella, sin abrir los ojos, respondió con calma: "Ya vas a empezar con tus comentarios de doble sentido, Chema."
"Ya habíamos elegido los nombres, pero ahora debemos elegir otro", dijo Chema, interrumpiéndola.
"Usted, madre mía, eligió Félix, en honor a María Félix", recordó Chema. "Mi hermana se decidió por Sofia, así que creo que ahora me toca a mí", mencionó pensativo.
"¡No, me toca a mí!", intervino Miri desde atrás.
"Está bien, hermano, ¿cómo quieres que se llame tu segundo sobrino?", le pregunté con una sonrisa.
"Ayer estaba haciendo una lista de posibles nombres", dijo Chema mientras sacaba una lista de la bolsa de su blazer. "Me decidí por Christopher, es un nombre muy cool. Nunca he conocido a alguien con ese nombre."
"Me gusta", asintió Miri.
"A mí igual", añadió mi mama.
"Félix, Christopher y Sofía. Quiero verlos", anuncie. Chema salió un momento y regresó acompañado de mi Sofía y dos enfermeras con mis hijos.
Félix tiene el mismo color de cabello que su padre, un tono castaño claro que destaca bajo la luz tenue de la habitación. Sus ojos son de un café profundo, brillando con curiosidad y calidez a medida que observa su nuevo entorno.
Christopher, en cambio, contrasta con su hermano mayor. Su cabello es de un negro, un poco alborotado a pesar de su corta edad. Sus ojos son un azul claro, parecidos al mar en un día despejado, reflejando una calma mientras duerme.
Y Sofía, su cabello es suave y sedosa que me recuerda al de su padre, con un tono castaño claro con reflejos dorados cuando la luz incide en el. Sus ojos son de un azul suave y profundo, que exploran el entorno con curiosidad y tranquilidad. Es sin duda es la versión mujer de su padre.
Mi alrededor se encontraba llenó de emociones
Los días simplemente pasaron uno tras otro. Hace unos días, recibimos una llamada de mi abuela informándonos que nuestro tío había sufrido un accidente. Aunque mi madre no ha regresado a su país en mucho tiempo debido a la oposición de mi abuelo a la relación entre mis padres, ella siempre ha mantenido contacto con mi abuela y mi tío.
Lamentablemente, mi abuelo falleció hace ya seis años.
A pesar de haber construido su vida aquí, aprendiendo tanto como pudo, mi madre tomó la decisión de regresar a su país para cuidar de mi abuela y ayudarla con nuestro tío. Buscó una vacante en un hospital en su ciudad natal y afortunadamente la encontró. Durante este tiempo, venía a visitarnos cuando podía.
Han pasado casi tres años desde que comencé a trabajar para la empresa, pero el día del recorte de personal, me despidieron.
Aquel día fue como una brusca interrupción en mi vida laboral, un giro inesperado que me obligó a replantear mis siguientes pasos. Busque nuevas oportunidades profesionales.