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PERTENECES A MI

PERTENECES A MI

Status: Terminada
Genre:Completas / Mi novio es un famoso
Popularitas:3.2k
Nilai: 5
nombre de autor: Deanis Arias

Perteneces a Mí

Una novela de Deanis Arias

No todos los ricos quieren ser vistos.
No todos los que parecen frágiles lo son.
Y no todos los encuentros son casualidad…

Eiden oculta su fortuna tras una apariencia descuidada y un carácter sumiso. Enamorado de una chica que solo lo utiliza y lo humilla, gasta su dinero en regalos… que ella entrega a otro. Hasta que el olvido de un cumpleaños lo rompe por dentro y lo obliga a dejar atrás al chico débil que fingía ser.

Pero en la misma noche que decide cambiar su vida, Eiden salva —sin saberlo— a Ayleen, la hija de uno de los mafiosos más poderosos del país, justo cuando ella intentaba saltar al vacío. Fuerte, peligrosa y marcada por la pérdida, Ayleen no cree en el amor… pero desde ese momento, lo decide sin dudar: ese chico le pertenece.

Ahora, en un mundo de poder oculto, heridas abiertas, deseo posesivo y una pasión incontrolable, Eiden y Ayleen iniciarán un camino sin marcha atrás.

Porque a veces el amor no se elige…
Se toma.

NovelToon tiene autorización de Deanis Arias para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 10 – Lealtades Veladas

La invitación llegó envuelta en una caja negra con detalles en oro y sin remitente. Eiden la abrió con curiosidad. Dentro, una tarjeta dura, sin nombre, solo una dirección, la hora exacta y un código: NIV-11A. No había más detalles. Ni motivo, ni anfitrión.

Ayleen estaba sentada en el sofá, hojeando una libreta de cuero con papeles doblados que Eiden no había visto antes. Su mirada se alzó apenas cuando él le mostró la invitación.

—¿Tuyo?

Ella lo observó con ese brillo oscuro en la mirada que usaba cuando no quería revelar demasiado.

—No —dijo—. Pero deberías ir.

—¿Y tú no estás invitada?

—No necesito estarlo. Algunas respuestas se obtienen mejor desde la distancia.

Había un tono velado en su voz, como si la conversación fuera más una prueba que un intercambio honesto. Eiden sintió que había algo más detrás de esa invitación… y detrás del aparente desinterés de Ayleen.

—¿Y si es una trampa?

—Entonces sabrás si puedes caminar solo… o si aún necesitas mi sombra.

La mansión donde se realizaba el evento parecía salida de otro mundo. Fachada de piedra, gárgolas talladas en los marcos, ventanales altos, vigilantes invisibles. No había música desde el exterior, ni señales de vida. Solo silencio. Y eso era lo más inquietante.

Eiden llegó puntual.

En la puerta, una mujer vestida con uniforme blanco y una carpeta digital lo recibió. No lo miró a los ojos.

—Código —pidió con frialdad.

—NIV-11A.

La puerta se abrió. Nadie más habló.

Dentro, la atmósfera era densa y cuidadosamente elaborada. Mármol negro, candelabros de cristal, música clásica ejecutada por un cuarteto que no se detenía ni para respirar. La luz era tenue, los rostros elegantes y fríos. No había calor, ni siquiera en las sonrisas.

Eiden reconoció a algunos empresarios, un par de políticos, incluso a un periodista que solía atacar a las familias poderosas en columnas “anónimas”. Todos estaban allí. Y todos fingían no conocerse.

Él caminó entre ellos como si fuera uno más.

Y entonces la vio.

Samantha.

Apoyada contra la baranda del segundo nivel, con un vestido de satén negro que realzaba su figura y labios pintados de rojo oscuro. Su cabello estaba recogido en un moño elegante, y sus ojos brillaban con la intención precisa de una jugada ensayada. No parecía sorprendida de verlo.

Lo había estado esperando.

—Vaya… qué coincidencia tan elegante —dijo, bajando con una copa en la mano.

—No creo en coincidencias cuando se trata de ti —respondió Eiden sin moverse.

—Eso duele —sonrió ella—. ¿No pensaste que podía invitarte para arreglar las cosas?

—No.

—¿Por qué no?

—Porque no te interesa arreglar nada. Te interesa ver si aún puedes romperme.

Ella se acercó más.

—Entonces, ¿por qué viniste?

—Porque no huyo de lo que fui.

—¿Y si no solo vienes a mirar atrás, sino a volver?

Eiden negó lentamente.

—No puedes volver a lo que nunca fue real.

Samantha bajó la mirada, solo por un instante. Luego lo tomó del brazo.

—Ven. Vamos a hablar en privado.

Él dudó.

Pero fue.

La sala privada era pequeña, decorada con terciopelo gris, una lámpara cálida, y un sillón amplio. Samantha cerró la puerta tras ellos con suavidad.

—¿No tienes miedo de estar aquí a solas conmigo?

—Tu poder está en el pasado. Y el pasado ya no tiene dominio sobre mí.

Ella se sentó, cruzó las piernas y lo miró sin decir nada por unos segundos. Luego sacó una pequeña cajita de terciopelo negro de su bolso y la dejó sobre la mesa.

—¿Qué es eso?

—Una pulsera —dijo ella—. La compré con el dinero que alguna vez me diste. Pero nunca la usé. Porque algo dentro de mí sabía que no era mía.

Eiden tragó saliva.

—¿Y ahora qué quieres? ¿Devolverla?

—No. Quiero que se la des a ella. Así, cada vez que la vea… recordará que estuve antes.

—¿Estás enferma?

—No, Eiden. Estoy… herida.

—Herida por no poder controlar lo que dejaste ir.

Samantha se puso de pie, caminó hacia él y se detuvo apenas a unos centímetros de su rostro.

—¿Sabes qué es lo peor de ti? —susurró—. Que cuando te convertiste en alguien fuerte… me enamoré. Pero ya era tarde.

—Y yo me enamoré cuando era débil… y tú me rompiste.

—¿Y ahora?

—Ahora no quiero que te acerques más.

Ella acarició su rostro. Él no se movió.

—¿Ni siquiera un beso de despedida?

—Ni siquiera una palabra de perdón.

Ayleen observaba la transmisión desde su habitación privada. Tenía acceso a las cámaras internas del evento porque, claro, ella lo había organizado todo. No para espiar a Eiden. No exactamente. Quería ver si él resistía al pasado o si aún se dejaba seducir por la voz que alguna vez lo hizo sentir invisible.

Cuando lo vio rechazar a Samantha, no dijo nada. Pero sonrió.

No de satisfacción. De certeza.

Helena, sentada a su lado, cruzó los brazos.

—¿Y ahora?

—Ahora empieza la guerra real.

—¿Y él?

—Él ya eligió. Solo que aún no lo sabe.

Samantha salió de la sala con la cabeza alta, pero las manos temblando. Su rostro estaba impecable, pero por dentro ardía. No solo por la humillación. Por el miedo de haberlo perdido definitivamente.

Y por un segundo, la tentación fue más fuerte que el orgullo.

Sacó su teléfono y envió un mensaje.

“Tengo algo que puede interesarte. Información sobre ella. Muy personal. Precio negociable.”

Lo mandó a un número sin nombre.

Una señal.

Un paso que no podría desandar.

Eiden salió del evento sin decir adiós. La noche le parecía más liviana, el aire más limpio. Se subió a su auto con la mente revuelta, pero con el pecho más firme. No necesitaba reafirmaciones. Había hecho lo correcto.

Cuando llegó al departamento de Ayleen, ella lo esperaba sentada, descalza, con una copa de vino tinto en la mano. Llevaba una camisa suya, suelta, y el cabello recogido.

—¿Y cómo estuvo tu noche? —preguntó con tono casual.

—Interesante.

—¿Pasó algo que debería saber?

Eiden la miró. Se acercó, la besó en la frente y le susurró:

—Solo confirmaciones. No sorpresas.

Ayleen lo abrazó. Pero no dijo que lo sabía todo.

No todavía.

Porque el juego no había terminado.

Recién empezaba.

1
Yesenia Pacheco
Excelente
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