Cheryl solía ser una chica común, adicta a las novelas románticas y a una vida sin sobresaltos… hasta que murió. Ahora ha despertado en el cuerpo de la mujer más odiada de su historia favorita. Pero ella no piensa repetir el final.
Entre seducción, traición y poder, Cheryl jugará con las reglas del imperio para cambiar su destino. Porque esta vez, la villana no está dispuesta a caer.
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El puesto de emperatriz ya tiene dueña
Rhazir despertó poco después del mediodía. El aire olía a incienso y flores secas. Al intentar incorporarse, Masel, su fiel Sanador, lo detuvo con una mano firme sobre el pecho.
—No debería levantarse de inmediato, Su Alteza. Su cuerpo aún está en proceso de recuperación.
Rhazir asintió suavemente, su voz aún ronca pero decidida.
—Tranquilo, Masel. Me encuentro bien. Necesito hablar con mi madre… cuanto antes.
El Sandor no discutió más. Lo ayudó a vestirse con sus ropas de príncipe, aquellas que habían sido resguardadas en un cofre sagrado en el templo. Su silueta, aunque más delgada, aún irradiaba fuerza y dignidad. Cuando Rhazir cruzó las puertas del templo, su figura dorada por el sol captó la atención de todos los presentes. Los rostros se iluminaron con esperanza, y las reverencias no se hicieron esperar. El pueblo, los sirvientes, hasta los guardias... todos se detenían al paso del príncipe, como si presenciaran el regreso de un dios caído.
En el palacio, las cosas no eran tan armoniosas. El Consejo Imperial se había reunido de urgencia junto a la Reina Soberana, madre de Rhazir, para debatir sobre su inesperado regreso. Varios nobles alzaban la voz, molestos, incrédulos, furiosos incluso. Algunos habían apostado todo a la coronación del tercer príncipe, otros deseaban que sus linajes fueran fortalecidos con una emperatriz elegida por conveniencia.
—Esto es un capricho de Su Majestad —decía uno—. El pueblo necesita estabilidad, y nosotros hemos sostenido el imperio en su ausencia.
—El tercer príncipe estaba listo —agregó otro, con tono duro—. No podemos dejar que las emociones nublen el juicio.
La Reina no decía palabra. Su mirada se mantenía firme, aunque sus dedos tamborileaban con nerviosismo sobre el reposabrazos de su trono. Entonces, las puertas se abrieron. Y Rhazir entró. Su sola presencia hizo que el salón entero quedara en silencio. Caminó sin prisa, sin vacilar, y se detuvo frente al trono, con la cabeza en alto.
—Yo, Rhazir Primero con el Nombre, príncipe y futuro emperador de este imperio —declaró con voz firme—, les pido que si alguno se opone o está en contra de los designios de los dioses… se retire ahora mismo de esta sala.
La amenaza flotó como cuchilla en el aire. Hubo un silencio pesado, tenso, hasta que uno de los nobles se atrevió a hablar con una sonrisa ladina.
—Disculpe, Su Alteza... solo procurábamos la prosperidad del imperio. Durante su desaparición, muchos pensaron que... no regresaría. Actuamos con el pueblo en mente.
Rhazir entrecerró los ojos. Ya había escuchado excusas como esas en Diamond, donde lo trataron como esclavo. Ya conocía las palabras envenenadas tras la sonrisa de un noble. Suspiró.
—No me interesan sus excusas baratas. He regresado, y tomaré el trono que me pertenece por derecho.
La Reina, desde su trono, sonrió con orgullo. Sus ojos brillaban por primera vez en mucho tiempo.
—Ya lo han escuchado. Mañana mismo se realizará la coronación del príncipe.
Los consejeros asintieron, algunos con respeto, otros con resignación. Fue entonces que el noble más ambicioso dio un paso al frente.
—En vista de que pronto será coronado, Su Alteza deberá elegir una emperatriz. Mi hija ha sido preparada desde la niñez para ese papel. Es la más apta para usted.
—Mi hija también lo es —añadió otro con rapidez—. Ninguna ha recibido mejor instrucción que ella.
Los murmullos se esparcieron por toda la sala. Rhazir golpeó la mesa con fuerza. El eco del golpe silenció cualquier otra palabra.
—Ninguna de sus hijas es de mi agrado. Y, sobre todo, ninguna de ellas es digna del trono.
El primer noble frunció el ceño, ofendido.
—Alteza… debería reconsiderarlo. Al menos evaluar a las candidatas, pensar con mente fría. Es lo correcto para el futuro del imperio.
Pero Rhazir no se dejó intimidar.
—No necesito evaluar a nadie. El puesto de emperatriz ya tiene dueña.
Y sin decir más, giró sobre sus talones y salió del salón, dejando a los nobles atónitos y a su madre sin aliento. El silencio que quedó atrás no fue de respeto… fue de temor.
Esta novela está muy buena
Gracias por el capítulo 🤩🫶🏻
De ahí en fuera ese imperio debía desaparecer ya que así es la vida real cuando atacas no hay compasión
Gracias por los capítulos, espero más 🤩 muy buena esta esta novela
Ahora veremos como le irá a aery en el imperio de rhazir
Gracias por la actualización
Que bueno que volviste 😊 es una gran historia 💪🏻y ahora está mucho más interesante 🫶🏻😬
dudo que muera pronto, porque su bombón la rescatará tal cual una princesa en aprietos.