Luna siempre fue la chica invisible: inteligente, solitaria y blanco constante de burlas tanto en la escuela como en su propio hogar. Cansada del rechazo y el maltrato, decide desaparecer sin dejar rastro y unirse a un programa secreto de entrenamiento militar para jóvenes con mentes brillantes. En un mundo donde la fuerza no lo es todo, Luna usará su inteligencia como su arma más poderosa. Nuevos lazos, rivalidades intensas y desafíos extremos la obligarán a transformarse en alguien que nadie vio venir. De nerd a militar… y de invisible a imparable.
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Fragmentos de lo prohibido
Dormir se volvió imposible desde la misión fallida. Cada vez que cerraba los ojos, el rostro del Cuervo aparecía en mi mente. Sus palabras, su voz tranquila, me perseguían como un eco sin fin.
“No eres natural, Luna…”
“Te moldearon desde niña…”
La cicatriz en mi nuca ahora quemaba como si recién me la hubieran hecho. ¿Cómo podía no haberlo recordado antes?
Me miré al espejo del dormitorio. Las ojeras bajo mis ojos eran profundas. Mi mirada ya no era la misma. Me veía… rota. O quizá solo ahora me estaba viendo de verdad.
Un suave golpe en la puerta me sacó del trance.
—Soy yo —la voz de Maya atravesó la madera.
Abrí sin decir palabra. Ella entró, cerrando con cuidado.
Traía en las manos una carpeta.
—Encontré esto —dijo en voz baja.
—¿Dónde?
—En el sistema oculto de la base. El mismo donde guardan los datos del Programa Fantasma. Lo hackeé anoche.
Levanté una ceja.
—¿Desde cuándo sabes hacer eso?
—Desde siempre —respondió, sin vacilar—. No soy solo buena con armas. Hay muchas cosas que no he dicho.
Me senté en la cama, temblorosa.
Ella colocó la carpeta en mis manos. No era muy gruesa, pero el peso que sentí al sostenerla fue inmenso.
“Proyecto S.T.E.L.A.”
Ese era el nombre que aparecía en la portada.
—¿S.T.E.L.A? —susurré.
—Sistema Táctico Experimental de Liderazgo Avanzado —dijo Maya—. Un programa secreto del gobierno para crear mentes militares superiores. Usaron a niños huérfanos, abandonados o con potencial genético “especial”.
Abrí la carpeta.
La primera página era una foto mía… de pequeña.
Ocho años. Pelo recogido. Ojos abiertos, asustados.
Nombre: Luna Morales.
Estado: Apta.
Clasificación: S-Táctica.
Debajo, una nota en rojo:
Memoria parcialmente bloqueada. Implantes cerebrales activados. Sujetar con precaución.
Sentí náuseas.
—Esto no puede ser real.
—Lo es —dijo Maya, sentándose a mi lado—. Yo también estuve en el programa, Luna.
Me giré hacia ella, sorprendida.
—¿Tú?
Asintió.
—No lo recordaba… hasta ahora. Cuando te vi atrapada, cuando vi al Cuervo… algo se rompió en mí también. Recordé los pasillos blancos. Las pruebas. Las voces.
—¿Y por qué nosotros? ¿Por qué hicieron esto?
—Porque somos armas, Luna. Nos entrenaron desde que éramos niños. Nos programaron para obedecer. Para liderar. Para destruir.
Cerré la carpeta. No podía seguir leyendo.
—¿Cuántos más…?
—No lo sé. Tal vez cientos. Tal vez ya no viven.
Me recosté en la cama, sintiendo el mundo derrumbarse. Todo lo que había logrado, todo por lo que había luchado… ¿era producto de una manipulación?
—¿Mis decisiones siquiera son mías?
Maya me miró.
—Sí lo son. Tal vez moldearon nuestro cuerpo, nuestra mente… pero lo que hacemos con eso, ahora, nos pertenece. A ti. A mí.
Lágrimas silenciosas bajaron por mis mejillas.
—Nunca quise esto. Solo quería huir de una vida horrible. Quería encontrar algo mejor.
Ella se acercó.
—Y lo encontraste. Nos encontraste a nosotras.
Nos abrazamos. Por primera vez, sin miedo, sin barreras.
—
Los días siguientes pasaron lentos. Nos dieron una “licencia especial” para recuperarnos. Pero sabíamos que era una forma elegante de mantenernos vigiladas sin levantar sospechas.
El Cuervo había desaparecido.
Pero no su mensaje.
Una noche, mientras todas dormían, me levanté y caminé hasta la zona restringida del ala médica. Donde guardaban los historiales antiguos.
Había una puerta con código. Pero mis dedos se movieron solos, como si ya supieran la combinación.
Adentro, polvo y silencio.
Hasta que encontré la caja.
“Caso 003 – STELA.”
La abrí.
Cintas de video. Informes. Fotografías.
En una de ellas, había otra niña. Morena. Pelo corto. Sonriente.
Maya.
Ella también había estado allí… pero en un ala diferente.
Habíamos estado juntas desde el principio… y ni siquiera lo sabíamos.
Una grabación llamó mi atención. “Informe N°6 – Sesión compartida”.
La reproduje en una pantalla portátil.
Dos niñas estaban sentadas frente a frente, separadas por un vidrio. Una era Maya. La otra… yo.
Pequeñas. Silenciosas.
—¿Confías en ella, Luna? —preguntó una voz masculina.
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque su mente es fuerte. Como la mía.
Fin del video.
Me quedé paralizada.
Habíamos sido aliadas incluso antes de conocernos.
—
Volví al dormitorio, con la cinta en la mano. Maya estaba despierta, sentada en la oscuridad.
—Lo sabías —le dije.
—Lo sentía. Nunca lo confirmé.
Le entregué la cinta.
Ella la vio… sin decir nada. Cuando terminó, solo dijo:
—Sabía que no estaba sola.
—
Al día siguiente, recibimos una notificación directa del General.
“Reunión urgente. Clasificación Alfa Negra.”
Nos presentamos las cuatro: Maya, Eliza, Dalia y yo.
El General nos miró con dureza.
—El Cuervo filtró información a un periodista internacional. Parte del Programa STELA. No podemos permitir que eso se extienda.
—¿Y cuál es la orden? —preguntó Maya.
—Eliminar al periodista. Recuperar la información. Cerrar el caso.
Lo miré a los ojos.
—¿Y si no lo hacemos?
—No es una opción —respondió con frialdad.
Nos fuimos en silencio.
—
Esa noche, reuní al equipo en secreto.
—Tenemos dos caminos —dije—. Seguir siendo marionetas. O cortar los hilos.
Maya asintió. Eliza también. Dalia dudó un segundo… y luego levantó la mano.
—¿Qué propones?
—Encontrar al periodista antes que ellos. Hablar con él. Saber qué sabe. Y luego decidir.
—¿Y si nos descubren?
—Entonces pelearemos. Pero esta vez, por nosotras.
Maya tomó mi mano.
—Contigo hasta el final, Luna.
—
La guerra silenciosa había comenzado.
Pero ahora sabíamos quiénes éramos.
Y no íbamos a seguir siendo sombras.
—
¿Qué otra verdad nos estaba esperando al otro lado? ¿Qué pasaría si el mundo descubría lo que nos hicieron?