💔🔥 ZADDY: ¡Recuperando a mi Esposa! 🔥💔
Perdió a la mujer de su vida... Ahora hará lo imposible para recuperarla.
Gerónimo Báez lo tenía todo: poder, éxito y una esposa leal que lo amó por más de veinte años. Marla Andrade de Báez, una mujer fuerte y empoderada, fue su compañera incondicional… hasta que él lo arruinó todo.
🔥 La crisis de los 40 lo golpeó.
💣 Un error. Un desliz. Una traición imperdonable.
Marla no era una mujer que se quedara llorando. Con dignidad, lo dejó atrás. Se convirtió en la versión más poderosa de sí misma, mientras el mundo la aplaudía… y él la veía desde la distancia.
💔 Gerónimo ahora es el villano de su historia.
Pero hay algo más, algo que nadie ha visto… y que él no puede revelar.
🔹 La verdad está oculta entre mentiras y apariencias
🔹 Las pruebas lo condenan.
🔹 El mundo la alienta a seguir adelante sin él.
Pero Gerónimo no está dispuesto a rendirse.
🔥¿Su amor será suficiente para obtener una segunda oportunidad?
🔥¿O Marla seguirá adelante…?
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15. El dardo más venenoso.
Después del sepelio de mamá, los días pasan lentamente y papá entra en depresión. Mis tíos me llevan a vivir con ellos a América mientras él se recupera.
Su forma de luchar contra ella es enfocarse en su trabajo, olvidándose de mí.
Yo comienzo a trabajar como modelo. Gerónimo no sale de mi cabeza. Pasan diez años sin volver a verlo.
Pero sé que, algún día, regresaré y será mío.
Cuando papá me dice que esta será su última campaña política, siento que es el momento de volver a casa.
Es ahora o nunca. No lo pienso dos veces: empaco y tomo el primer vuelo de regreso.
No voy a dejar pasar la oportunidad de estar al lado del hombre que amo desde niña.
Tengo que hacer que me ayude, sin que se dé cuenta. Gerónimo es mío. Solo mío.
Recuerdo el momento exacto en que empecé a mover mis piezas.
—Papi, me gustaría apoyarte en esta campaña.
Él me observa sorprendido. Nunca antes he mostrado indicios de querer involucrarme en su trabajo.
—¿Estás segura?
Sé cómo manipularlo a mi antojo: a veces con mi cara de niña inocente e indefensa, otras como una mujer empoderada.
He ensayado mi discurso varias veces. Debo convencerlo de que mi presencia en la campaña es imprescindible.
—La juventud es un sector clave, puedo atraerlo. He estudiado política internacional y he realizado una especialización en comunicación social —digo con firmeza.
Esos títulos se los compré a un amigo hacker, pero mi padre y mis tíos creen ciegamente en mí.
Él me observa con los ojos brillando de orgullo.
—No sabes lo feliz que me hace saber que mi legado no desaparecerá.
Mi sonrisa se ensancha. Me levanto de mi silla y lo abrazo.
—Papi, gracias.
Él corresponde a mi abrazo y me besa en la frente.
—Expón tu estrategia.
Es mi momento.
—Te hablaré como la futura jefa de prensa.
Lanzo mi primer dardo.
Papá afloja su corbata. Puedo sentir su incomodidad; seguro se pregunta si es justo apartar a su actual jefa de prensa... esa vieja bruja que, por ahora, está con mi hombre, pero eso no me detendrá.
Tomo mi portátil, proyecto en el tablero de su oficina la presentación y comienzo a recitar lo que mi amigo en marketing me dijo sobre los votantes.
"Gracias a Dios, él hizo las gráficas y colocó celdas de diálogo."
Papá se levanta emocionado de su silla y aplaude mi exposición.
—Hija, felicitaciones. Veo que hiciste todo un trabajo.
—Por supuesto. Las elecciones no son un juego.
Él vuelve a sentarse. Sé que ahora me está escuchando con atención. Es mi momento.
—Papi, debemos reforzar la imagen del candidato Báez. Gerónimo es un hombre guapo, con una presencia que atrae a las jovencitas.
Frunce el ceño y entrelaza los dedos. Esa es la señal de que está pensando en mis palabras.
—Tenemos que usar eso a nuestro favor —hago una pausa.
Aquí va el dardo más venenoso.
—Marla no puede seguir... Él siempre está ahí, más como su guardaespaldas que como un verdadero político…
Me levanto con calma y camino al refrigerador por una botella de agua, dándole tiempo para masticar mis palabras.
—¿Quieres? —le ofrezco una.
Él asiente. Regreso a mi lugar.
—Papi, sé que la aprecias, pero la política no se basa en sentimentalismos… Si ella sigue en el camino, tendremos el efecto contrario: alejará a las muchachitas y a los chicos que lo siguen por su carrera como fisicoculturista.
Papá me mira con ese gesto suyo de duda: labios apretados, dedos tamborileando sobre la mesa. Algo dentro de él no termina de aceptar la idea.
—Marla es una mujer muy profesional —dice al final, defendiendo, una vez más, a la maldita anciana.
Ruedo los ojos con disimulo y sonrío, como quien trata con un niño testarudo.
—Pero entiende, esto no es solo una cuestión de estrategia política. No podemos permitir que la imagen del candidato se vea opacada por los años de su mujer.
—No puedes pensar que, solo porque supera los cuarenta años, es vieja y obsoleta —responde, elevando el tono de su voz.
Me acerco a su lado y masajeo sus hombros.
—Jamás he dicho eso. Solo quiero que aceptes que somos dos generaciones diferentes. Su manera de ver la vida no es la mía. Ella querrá estar todo el tiempo pegada al candidato Báez, y eso... bueno, eso no nos conviene.
Hago una pausa intencional, dejando que el peso de mis palabras caiga sobre él.
Lo veo respirar hondo. Sé que está luchando contra su sentido de justicia, contra ese molesto código moral que, por suerte, en mí es un poco más flexible.
—Pa, piensa en esos hombres y mujeres conservadores que siempre han criticado el modo de actuar de ella. Aquellos hombres mayores que creen que el sitio de la mujer es en la casa.
Él eleva una ceja.
—Hija, estamos tan cerca de ser la fuerza política principal… Hay tanto en juego.
Camino con absoluta seguridad y coloco las palmas sobre el escritorio.
—Papi, hagamos una cosa: contrata un sitio de encuestas y estadísticas. Que sean los números los que digan qué sector debes captar.
Días después, las cifras confirman lo que ya sabía: la vieja momia no tiene lugar en este juego.
Yo, en cambio, acabo de asegurar mi victoria.
—Brenda...
Ahora sí doctorcita, aténgase a las consecuencias de sus palabras