Arabela es una adolescente que la mayor parte del tiempo se la pasa perdida en sus pensamientos, tratando de entender el interés que despertó en una de sus compañeras de salón, cuando antes de jugar botella ambas eran invisibles en la vida de la otra.
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CAP 10. ME GUSTA
Necesitaba saberlo de boca de Rebeca. Al final de clases después de despedirme de Marlen, me acerqué a ella cuando platicaba con Selene, ambas se quedaron calladas al notar mi presencia. Miré a Rebeca, ni con el árbol más frondoso podría ocultar la avergonzada que estaba de plantarme enfrente.
—Te veo luego —se despidió Selene y se fue tranquila.
—¿Sí? —El desdén de Rebeca se le escurría por los poros.
—El trabajo —tragué saliva, intenté volver a hablar—. El sábado...
—Yo sé que el trabajo es lo único que te interesa. Ten —me extendió varias hojas —aquí está mi parte, no es necesario que me vuelvas a ver.
¿Que no lo era?, yo lo necesitaba, lo estaba admitiendo, lo deseaba. Ahora era yo la que la buscaba, la que no podía dejar de contemplarla mientras se daba la vuelta y me daba la espalda. Algo se quebró en mi estómago, en mi pecho, todo dentro de mí se había pulverizado, si me movía quizá y caían los trozos.
No dejé pasar ni un día, llegué a casa y me puse a revisar sus ejercicios. Primera hoja, nada, segunda hoja, ¡no!, tercera hoja, ¡vualá! La excusa perfecta para traerla de vuelta. Te amo hoja con tres ejercicios mal hechos.
La mañana del martes esperé a Rebeca en la puerta del salón. Tendría un problema si llegaba acompañada de César, por suerte venía con Selene, su conversación parecía entretenida, risas y plática, creí que sería un buen momento.
—Rebeca, ¿podemos hablar? —dije muy segura de mí plantándome a un costado de ellas.
—Ahora no nerd —apenas me miró y me dio un pequeño empujón en el hombro para abrirse paso.
¿Qué fue eso?, ¿nerd?, ella nunca me había llamado así.
Fue humillante dar pasos hacia atrás para no perder el equilibrio. Un insulto salió de su boca, un insulto pensado para mí, se había acabado lo que nunca comenzó. Tal vez yo exageré creyendo que ella se interesaba en mí. No, no, estuviste ahí, en esos besos, en esas caricias, en esas miradas y en esa última búsqueda de nuestros labios, o ¿todo fue un plan para engancharme, confundirme y pisotearme? César, sus amigas, ella misma lo habrá planeado todo con tal de verme así. ¿Por qué? Jamás la había molestado, o era yo la que está perdiendo la cordura. Ella me gustaba, me gustaba de verdad. No importa si solo estaba jugando conmigo, lo intentaría, lo haría, sentiría una vez más sus labios.
Tantas palabras valientes aparecían en mi mente nada que ver con mis acciones en la realidad. El resto de las clases el temor me ganó. En cada intento por hablarle retrocedía y me quedaba sentada en mi lugar con la impotencia tensando mis brazos. Solo tres filas nos separaban, tres filas que se convirtieron en un desierto.
Rebeca estaba a punto de irse, con el relajo que llevaba con sus amigas, mis posibilidades de acercarme a ella se mostraron casi nulas.
Las alcancé, llamé a Rebeca, pero me ignoró. Juraría que había hablado fuerte y consistente. Carraspeé y lo volví a intentar.
—¡Rebeca! —exclamé con el timbre de un águila.
Sus amigas se dieron cuenta de que me estaba ignorando, se cuchichearon entre ellas juzgando con miraditas a Rebeca y con cuidado me volteaban a ver intentando no reír, mientras la chava de cabello oscuro seguía su caminar como si yo no existiera.
Apresuré el paso y la hice girarse.
—Rebeca.
—¡Qué! —dijo con displicencia.
Sus amigas se adelantaron.
—¿Crees que me gusta perseguirte?
—Entonces, ¿para qué lo haces? —cruzó los brazos—. ¿no tienes algo más interesante que hacer que estarme quitando el tiempo?
—Por supuesto —afirme mostrándole sus ejercicios —varios están mal.
—Solo corrígelos.
—No —remarqué la acción de dárselos —es tu trabajo y si no quieres que repruebe tienes que arreglarlo —le puse las hojas en sus manos, no dudé en hacerlo y eso me hizo sentir orgullosa.
—Te espero en una hora en mi casa, sin excusa. No quiero entregar esto — di media vuelta dejándola parada con los ojos suspendidos. Caminé unos cuantos pasos antes de voltear y verla quieta como si aún no asimilara lo que hice, luego sus amigas la llamaron y ella se apresuró a alcanzarlas.