Estas acostumbrado a leer novelas de reencarnacion en donde la protagonista reencarnada se vuelve poderosa, ¿que pasaria si esta novela no es como las demas? ven y lee algo diferente, algo que sin duda te gustara.
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Matrimonio apresurado
Aranza mantuvo la espalda recta y el rostro sereno cuando fue presentada ante la reina.
Su instinto le gritaba que fuera desafiante, que no inclinara la cabeza, pero su mente le recordaba que, si quería sobrevivir en este lugar, debía jugar con inteligencia.
—Majestad —dijo con una reverencia impecable.
La reina la observó con sus ojos fríos y calculadores. Una mujer de porte elegante, con un vestido de terciopelo oscuro y un aura de autoridad indiscutible.
—Eres más educada de lo que esperaba —comentó, deslizando la mirada sobre ella con un dejo de curiosidad.
—Ser descortés ante mis soberanos sería una falta imperdonable —respondió Aranza con la suavidad de una cortesana experimentada.
El rey, que permanecía en silencio junto a su esposa, le dedicó una breve mirada aprobatoria.
Bien. Al menos no la despreciaban de inmediato.
Pero cualquier respiro fue efímero.
El sacerdote la tomó del brazo con firmeza y la llevó hacia Cassius, que ya estaba esperando frente al altar de la capilla.
Su esposo.
Su verdugo.
Cassius no le dirigió ni una palabra, ni siquiera un vistazo. Solo extendió la mano hacia el sacerdote, exigiendo la daga ceremonial sin preámbulos.
Aranza tragó en seco cuando la vio brillar bajo la tenue luz de las velas.
—Ofrecemos nuestra sangre para sellar el pacto —entonó el sacerdote con voz solemne.
Antes de que pudiera siquiera procesar la situación, Cassius tomó su mano y deslizó la hoja afilada sobre su palma.
Un ardor feroz le recorrió la piel.
Aranza apenas contuvo un jadeo de dolor, pero se obligó a mantener la compostura.
Cassius repitió el mismo proceso en su propia palma y luego entrelazó sus manos ensangrentadas.
El contacto fue inmediato.
El aire se cargó de energía, y un resplandor dorado estalló entre ellos como un latido de poder antiguo.
Aranza sintió un hormigueo en la muñeca, y cuando bajó la vista, vio la marca formándose sobre su piel: un símbolo entrelazado con el de Cassius, sellando su unión de manera inquebrantable.
Él, sin embargo, no parecía afectado. Ni sorprendido.
Solo impaciente.
—Está hecho —declaró el sacerdote.
Cassius soltó su mano con brusquedad, tomó un paño para limpiarse la sangre y, sin más, se giró sobre sus talones.
Sin mirarla. Sin decirle una palabra.
Simplemente se marchó.
Aranza quedó allí, con la mano aún temblorosa, sintiendo la calidez pegajosa de su propia sangre mezclada con la de su esposo.
El silencio en la capilla era denso, sofocante.
La reina suspiró.
—Llévenla a sus aposentos.
Aranza apretó los dientes, obligándose a no reaccionar.
Porque si algo tenía claro era que esto no había terminado.
No por mucho.
Cuando Aranza entró en su nueva habitación, lo primero que notó fue su tamaño. Era enorme, con altos muros de piedra oscura que le recordaban lo fría e imponente que era aquella fortaleza. Sin embargo, la decoración no era tan sombría como esperaba. Los candelabros dorados esparcían una luz cálida, y la cama, colocada en el centro, era un espectáculo de sedas y terciopelo.
Bueno. Al menos no tendría que dormir en una mazmorra.
Con un suspiro pesado, se dejó caer sobre la cama, hundiendo el rostro en las mantas gruesas.
—Ese hombre… ¡es insoportable!
Emilia, que ya había empezado a desempacar, apenas alzó la vista.
—Lo conoció hace cinco minutos, mi lady.
—Y ya me cae mal.
La doncella suspiró, acostumbrada a las quejas de Aranza. Mientras sacaba los vestidos de los baúles, la joven se removió en la cama, tratando de ignorar la punzada de cansancio que se asentaba en sus huesos.
Pero entonces, como una plaga inevitable, la gota maldita apareció flotando junto a su cabeza.
—Eso fue hermoso —ronroneó burlona—. ¿Sabes cuánto tiempo llevaba esperando este momento?
Aranza le lanzó una almohada sin pensarlo.
—¡Cállate!
La gota esquivó el golpe con una facilidad irritante y siguió flotando en círculos, como si se estuviera deleitando con su sufrimiento.
Emilia la miro, Aranza sonrió, la criada debía creer que estaba loca así que debía inventarse algo rápido, así que soltó lo primero que se le ocurrió.
—Había una mosca fastidiosa por allí
Emilia solo negó y siguió en lo suyo, mientras Aranza hablaba con sus pensamientos con la gota maldita.
La gota esquivó el golpe con una facilidad irritante y siguió flotando en círculos, como si se estuviera deleitando con su sufrimiento.
—Si crees que puedes ganarle a Cassius con palabras, estás perdida.
Aranza entrecerró los ojos y cruzó los brazos.
—Ya veremos.
La gota giró una vez más antes de inclinarse como si hiciera una reverencia burlona.
—Por cierto, deberías dormir bien.
Aranza frunció el ceño.
—¿Por qué?
La maldita criatura flotó en el aire con aire juguetón antes de soltar la sentencia como un golpe de gracia:
—Porque mañana… tendrás tu primer desayuno con tu nuevo esposo.
El estómago de Aranza se encogió.
—Mierda.
La gota desapareció con una risita maliciosa.
Aranza cerró los ojos y se hundió en las mantas, maldiciendo su suerte.
Hoy había sido un desastre.
Mañana sería peor.
Ves: mirar, observar, ver
vez: repetir