Quédate Conmigo

Emma estaba esperando a Aarón debajo del árbol, deseando que llegara pronto.

No pasó mucho tiempo antes de que Aarón llegara, un poco cansado.

"Por fin llegas, siéntate aquí conmigo", le dijo Emma.

Emma quería continuar la conversación que habían tenido el día anterior.

"No me volveré a sentar en el césped", respondió Aarón.

"Vamos, te daré un premio", dijo Emma.

Aarón rió, no era un niño, pero estaba intrigado por descubrir qué ganaría siguiendo las indicaciones de Emma.

"Lo haré solo para ver qué gano", dijo Aarón mientras se sentaba en el césped.

"Te va a gustar, ya lo verás", sonrió Emma.

Aarón puso su cabeza en el regazo de Emma, algo que sorprendió a esta última.

"Ahora, acaríciame la cabeza", pidió Aarón.

"Qué descarado", pensó Emma al escuchar esa petición.

Emma comenzó a acariciar el cabello de Aarón.

"¿Alguna vez has amado?", preguntó Emma, esperando una respuesta de Aarón.

Aarón se quedó en silencio, sin saber qué responder, aunque sentía cierta molestia por la pregunta.

A pesar de ello, no podía hacerle daño a Emma, ya que había sido la salvadora de su Nana. Sin ella, la Nana habría estado en una situación mucho peor.

"Nunca he amado, pero estuve cerca de hacerlo con la persona equivocada", dijo Aaron con molestia al recordar a Laura.

"¿Y tú has amado?" preguntó Aaron.

Emma no esperaba que Aaron le hiciera esa pregunta también.

"Sí, pero fue a un bastardo que no merecía mi amor", respondió Emma conteniendo su molestia.

"Ahora quiero mi premio".

"¿Qué?" Emma se sorprendió al escuchar eso de parte de Aaron, esperaba que él olvidara ese asunto del premio.

"Te estás tardando mucho, ¿o tendré que darme mi propio premio?", amenazó Aaron.

Emma bajó la cabeza y empezó a besar a Aaron en toda la cara, dejando a este sorprendido ya que no esperaba tantos besos, hasta que finalmente Emma lo besó en los labios.

"¿Te ha gustado tu premio?" Emma estaba sonrojada después de su acción.

Aaron quería marcharse, sin entender qué le estaba pasando, algo que nunca había sentido antes.

Ansiaba que fueran las 7 para encontrarse con una de sus amantes, un sentimiento que lo aterraba.

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Clara llegó a la mansión a las 8 de la noche, este sería su último intento para llamar la atención de Alan.

Si él no la aceptaba, lo borraría de su corazón, pues Clara anhelaba una hermosa historia de amor y sabía que en unos años no podría tener hijos si seguía con Alan.

"Estás preciosa", comentó Emma al ver la llegada de su amiga.

Clara lucía espléndida con ese vestido ajustado, resaltando su figura que ella solía ocultar con ropa un poco grande.

"Este será mi último intento, y si no funciona, lo olvidaré" dijo Clara con determinación.

"Siempre contarás con mi apoyo", dijo Emma mientras abrazaba a Clara, quien necesitaba sentir el respaldo de alguien, y eso es precisamente lo que recibiría.

"Gracias, deséame suerte", respondió Clara.

Después de salir de la mansión, Clara caminó hasta la residencia de Alan.

Alan vivía en la misma propiedad de la familia Richter. Al ser parte de la mafia, todos los miembros habitaban allí para poder hacer frente rápidamente a cualquier amenaza.

Al llegar a la casa de Alan, Clara tocó la puerta. Una mujer usando una bata fue quien la recibió al abrir.

"¿Quién es?", preguntó Alan al salir de su habitación.

"Hola, Alan. Me gustaría hablar contigo", expresó Clara, conteniendo las lágrimas.

"Que no sea largo, quiero continuar", dijo la mujer dándole un beso a Alan en los labios antes de dirigirse hacia la habitación del hombre.

"¿Qué sucede, Clara?", preguntó Alan con preocupación, mostrando interés genuino por ella.

"¿No notas cómo me siento? Es mejor que termine todo", pensó Clara, mirando a Alan con tristeza.

"Te amo, Alan. Desde hace tiempo te amo. Hoy decidí venir para ver si tenía una oportunidad contigo, pero veo que no la tendré. Por eso he decidido alejarme de ti. Espero que seas feliz. Hasta luego".

Alan no tuvo oportunidad de responder, ya que Clara salió de su casa llorando. Aquella noche supo que había perdido a una amiga y a una mujer maravillosa que siempre había estado allí para él.